Así fue el espectáculo inaugural de Cádiz Romana: Una Historia a la gaditana

La plaza de San Juan de Dios enmarca la recreación del Foedus Gaditanus, el pacto por el que Gadir pasó a convertirse en Gades, y de unos particulares Juegos de la Victoria

Así ha comenzado Cádiz Romana: un elefante y un centurión de grandes dimensiones en la comitiva para conquistar Cádiz

El elefante articulado protagonista del desfile a su llegada al espectáculo inaugural de Cádiz Romana en la plaza de San Juan de Dios. / Jesús Marín

La segunda entrega del proyecto municipal Orgullos@s de Nuestra Historia ha querido borrar de su historia, valga la redundancia, los capítulos más comprometidos de su edición inaugural. Ni desfile caletero –hemos aprendido que en la tierra de los dos vientos el clima en según qué zonas de la ciudad puede jugarnos una mala pasada–, ni mácula en el sustento histórico de las actividades de ocio, ni acusaciones de falta de talento de Cádiz. Prueba de ello ha sido la apuesta en este Festival Cádiz Romana por un espectáculo inaugural con hilo teatral que ficciona sobre un hecho real (aunque del que ciertamente los investigadores tienen pocos datos), el Foedus Gaditanus (o el Foedus de Gadir), es decir, el pacto por el cual, y sin mediar ni fuego, ni combate, Gadir se rindió a Roma. Un punto de partida, ciertamente interesante, para volar hacia unos supuestos Juegos de la Victoria de Gades que convirtieron a la plaza de San Juan de Dios de Cádiz en un coliseo romano por el que durante la tarde noche de este viernes se desplegaron ramalazos de tragedias, comedias y hasta pelea de gladiadores. Eso sí, todo tamizado a las maneras gaditanas, con actores y bailarines de la tierra y reconocibles carnavaleros que ejercían de maestros de ceremonias. Una Historia a la gaditana, con todo lo que eso conlleva, sus luces y alguna sombra.

Empecemos por la cara menos simpática de la mascarada. No, los desfiles –que no los pasacalles carnavaleros– no se nos terminan de dar bien en esta ciudad, y el espectáculo ideado y dirigido por el gaditano Juan Sebastián Domínguez estaba precedido por uno. Comitiva de Triunfo del Imperio Romano, Escipión El Africano partía pasadas las seis y media de la tarde, más de media hora después de la hora fijada, de las inmediaciones del Parque Genovés, y ni la espectacularidad de los dos grandes protagonistas de esta marcha, el elefante articulado que hasta lanzaba agua de su trompa, y un, aparentemente, gran centurión (en la dramaturgia de la plaza del Ayuntamiento descubriremos que se trataba de la estatua de Alejandro Magno ante la que, supuestamente, lloró Julio César en el templo de Hércules) disiparon la reacción destemplada de los espectadores, que no vieron coger vistosidad al desfile (compuesto apenas por ocho centuriones del Ecce Homo, cuatro gladiadores y una docena de bailarines ) hasta su llegada a la plaza de España donde se unió la más numerosa legión de Mérida.

Sí resultó más acertado el cómo todos esos personajes se integraron durante el desarrollo de la propuesta teatral que comenzó sobre las ocho de la tarde en una plaza de San Juan de Dios abarrotada.

Koki Sánchez y Selu García Cossío como Dionisia y Baco. / Jesús Marín/ Lourdes de Vicente

Delante del Consistorio se situó el escenario, salpicado por una línea de llamas de fuego, que estaba flanqueado por dos gradas llenas de personas recién nombradas ciudadanos de Gades. Público que acudió disfrazado y que no paró de jalear en todo momento la obra teatral dándole el ambiente de alegría y fiesta que, entendemos, perseguía el director del espectáculo. Objetivo conseguido pues.

También fue especialmente loable el esfuerzo de Koki Sánchez por meterse en la piel de una diosa Dionisia que igual te recitaba, que te cantaba, que se sorprendía, que animaba y que funcionaba de partenaire de un Dios Baco (“Baco Alba”) encarnado por el carnavalero Selu García Cossío en su papel por antonomasia (“¿yo siempre hago de borracho?”). Aunque más atado al atril desde donde leía su parte del texto –Koki iba de manos sueltas, deambulando de aquí para allá en la escena–, este dios del vino y del despiporre ofreció al resto de mortales lo que se esperaba, réplicas y contrarréplicas socarronas, juegos de palabras y ese halo de gracia –ganado a base de años de trabajo– con el que se gana al público con su sola presencia.

Simpáticos los textos con los que estas deidades iban dando paso a las diferentes escenas que componían la pieza inaugural, aunque por momentos se abusara de cruzar pasado y presente buscando la comicidad en referencias contemporáneas sobre situaciones de la época que se narra. Qué te digo...Un magullado gladiador al que mandan al Olivillo. Pues eso. La risa de Cádiz ahí no falla. Y se sabe. (Venga, sí, Gaio Libertus el Germano, el Germano Mayor de la Sentencia es de ánge).

Jay García como Balbo el Mayor y José Flor como Julio César. / Jesús Marín/ Lourdes de Vicente

Con todo, también hubo sitio en este espectáculo para otro Cádiz, para otra visión del talento de Cádiz. Jay García, como Balbo el Mayor; Sergio Torrecillas, como Escipión el Africano; y José Flor, como Julio César firmaron los pasajes con más enjundia teatral. Y lo hicieron con maestría.

De hecho, fueron Balbo el Mayor y Escipión, con la escenificación del pacto por el que Gadir se convirtió en Gades, los que abrieron oficialmente el espectáculo que también tuvo un, diríamos, innecesario preshow donde hacen salir a Koki Sánchez a iniciar una conversación con tres o cuatro personajes sin microfonar y sobre la música ambiente que tampoco cesaba. En resumen, nadie se enteró de lo que allí ocurrió.

También tras un excesivo tiempo de espera, por fin comenzó la propuesta con la llegada de la comitiva a la céntrica plaza. El gran elefante articulado nos trajo a Escipión hasta casi el escenario –una entrada triunfal, sí señor– donde lo esperaba Balbo el Mayor y comenzó la ficción sobre el pasaje histórico ocurrido en el año 206 antes de nuestra era y que abriría una nueva etapa para esta ciudad trimilenaria orgullosa de su historia.

Jay García, es decir, Balbo el Mayor, volvería a salir a escena para recrear otro momento que navega entre las aguas del mito y la realidad, las lágrimas de un joven Julio César ante la estatua de Alejandro Magno que se levantaba en el templo de Hércules (en la actual Sancti Petri) por la vergüenza de no haber conseguido todavía una hazaña como la del macedonio. Dicen que allí César (“¿qué César, el de los Morancos?”) forjó su ambición y su destino, forjando también el destino de Cádiz. Un hermoso momento recreado por José Flor como el joven César que se postra ante el enorme ingenio mecánico que avanza por el pasillo que dividía en dos a la plaza de San Juan de Dios.

Los fuegos artificiales con los que concluyó el espectáculo inaugural de Cádiz Romana. / Jesús Marín/ Lourdes de Vicente

Más presencia gaditana, la Coral de la Universidad de Cádiz que actuó desde el graderío, la actriz Susana Rosado en la escenificación de la tragedia o el bailarín y profesor Pablo Fornell –con sus alumnos de El Garaje Danza, los bailarines que formaron parte del desfile– también tuvieron su momento en el escenario situado frente al Consistorio gaditano en esos supuestos Juegos de la Victoria de Gades que se sucedían tras la firma del pacto de Gadir con Balbo y Escipión el Africano.

Juegos celebrados en un supuesto coliseo donde se presentaron las nueve musas de la antigua cultura romana y como hemos dicho, se vino a mostrar en pequeñas escenas el alma de una tragedia, de una comedia, de la danza (el baile estaría muy presente en Gades), y dos luchas de gladiadores.

Lástima que estos combates, bastante conseguidos con unos entregados especialistas, sólo pudieron ser disfrutados por las personas que ocupaban los lugares más cercanos a la escena (o los que se quedaron en casa para ver el espectáculo por la televisión municipal). Y es que, en vez de desarrollarse encima del escenario, las peleas tuvieron lugar en la misma plaza, sin visibilidad para el resto de los asistentes.

Lo que sí vieron todos los que este viernes han acudido a San Juan de Dios fue el cénit de la propuesta entre fuegos artificiales y confetis. Un colorido, y ruidoso, punto y final de una historia a la gaditana para dar comienzo a un nuevo capítulo de este segundo Orgullos@s de Nuestra Historia que no ha hecho más que empezar.

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