La Esperanza reina desde el Panteón: crónica de una coronación en San Fernando

La coronación se notó desde temprano: chaqués, mantilla, marinos con levita... La hermandad logró hacer partícipe a La Isla de ese sueño que se hacía tangible

Las imágenes de la coronación de María Santísima de la Esperanza en San Fernando

Coronación de María Santísima de la Esperanza en San Fernando / Julio González

San Fernando estuvo este sábado de coronación. Y todos fuimos un poco –y un mucho– de la Esperanza. No solo porque nos sumamos con entusiasmo a esa jornada en la que se hacía historia en la cofradía de la Expiración sino también –y sobre todo– porque los hermanos y devotos de esta antigua imagen mariana supieron contagiarnos desde días antes de una ilusión desbordante y lograron hacernos partícipes de un sueño tan largamente acariciado como trabajado con paciencia y discreción. Un sueño que se hizo tangible en la solemnidad del Panteón y que, llegada la tarde, se derramó por las calles en medio del mayor de los júbilos cofrades, desde la Glorieta al Cristo Viejo y, luego, hasta la Pastora antes de volver a San Francisco. Es lo que pasa cuando se corona a una imagen mariana, ese acto ideado por los capuchinos que se remonta cuatro siglos atrás en el tiempo y en el que la Iglesia reconoce explícita y simbólicamente la devoción popular que se profesa a una imagen mariana con la mayor de las distinciones. La de ayer fue además la cuarta que celebra La Isla. Y la tercera del siglo XXI, que son las que la mayoría de nosotros hemos podido disfrutar... y vivir, porque las coronaciones se viven en todos los sentidos. Y todas, siempre, tienen ese mismo alma de fiesta, de dicha mariana, de júbilo compartido con la Virgen... lo que viene a ser un día grande.

Se coronaba la Esperanza, que ya la semana anterior había soprendido a todos con esas colas insólitas en La Isla para su besamanos extraordinario después de su traslado. Y por la Glorieta, desde temprano, se veía ya este sábado a la gente encaminarse hasta el Panteón para el pontifical: hombres de chaqué, mujeres de mantilla, los marinos con la levita de gala, representaciones de la Corporación Municipal, de colectivos ciudadanos, de todas las hermandades, los hermanos del Silencio luciendo con orgullo su venera... Sabían que iban a escribir uno de los capítulos más importantes de la historia de esta señera cofradía tan vinculada a la Armada desde sus orígenes, así que no fue raro ver esos fuertes abrazos y esas caras de emoción ante la inminencia del gran momento, poco antes de que diera comienzo el pontifical que presidió el obispo diocesano, Rafael Zornoza, junto a los sacerdotes castrenses y una representación del clero local.

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La Virgen de la Esperanza, coronada en San Fernando

El momento, el gran momento de toda coronación, llegó exactamente a las 12.25 horas, después de una homilía en la que el prelado diocesano se dirigió con cariño a los hermanos y devotos de la Esperanza para recordarles que "la verdadera corona sois vosotros" y en la que apeló también al auténtico sentido de toda coronación, que esta sea "el reflejo de una fe más viva y de una conversión más profunda en nosotros".

Tras la lectura del decreto diocesano por parte del párroco de la castrense, Gonzalo Núñez del Castillo, la corona –obra del orfebre Antonio García Falla– fue presentada por sus padrinos –María del Carmen Márquez, David Gutiérrez, Juan Pérez Bey y Álvaro Mas Lacave– para su bendición. A continuación, el obispo tomó la presea en sus manos para imponerla sobre las sienes de la imagen de la Virgen de la Esperanza, que presidía el altar mayor en un montaje extraordinario expresamente realizado para esta ocasión histórica. El silencio y la emoción contenida dio paso a un fuerte y largo aplauso mientras la coral Logar de la Puente entonaba el Canticorum iubilo. La Esperanza estaba coronada. Ya reinaba desde el corazón del Panteón de Marinos Ilustres.

La Virgen de la Esperanza, a su salida del Panteón, en San Fernando / D.C.

Y luego, claro, quedaba celebrarlo al modo más cofrade posible: con una procesión de alabanzas por derecho. Esta vez, con la Virgen bajo palio y con todos sus avíos. A las seis de la tarde dejó atrás el Panteón para emprender el camino de vuelta dejando atrás la Glorieta a los sones de la banda de música Ciudad de San Fernando, que acompañaría al cortejo hasta llegar a la Pastora, donde estaba previsto que tomara el relevo la Banda Municipal de La Puebla. La recogida estaba prevista a las dos de la madrugada.

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La Esperanza coronada, en la Pastora / D.C.

En el interior de la parroquia de la Divina Pastora, donde el palio de la Esperanza llegó a entrar, se vivieron algunos de los momentos más emotivos y pletóricos al coincidir tres imágenes coronadas en el mismo templo por unos minutos. Pero también fue excepcional el discurrir de la hermandad por el Cristo Viejo -las petaladas por la calle Patrona- y su saludo ante la capilla de la Vera Cruz, donde la cofradía crucera mostró también a sus titulares en un montaje que brindaba un cariñoso guiño a la hermandad del Silencio.

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La Esperanza coronada, en procesión por San Fernando / D.C.

Aunque también la salida de la Esperanza desde el Panteón a los sones de La muerte no es el final y escoltado por los alumnos de la Escuela de Suboficiales de la Armada brindó una estampa verdaderamente única en esta jornada que estaba llamada a hacer historia en San Fernando. El público, desde luego, no defraudó. La Virgen estuvo acompañada desde su salida en el templo de la Armada hasta que regresó a San Francisco con toda la gloria de haber sido coronada.

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