Nunca he soportado las injusticias. Es algo que me supera. Me parecen intolerables las campañas de desprestigio, las manías persecutorias, las conductas pendencieras. Si hay algo que saca lo peor de mí son los sociópatas carentes de remordimientos que van por la vida deseando el mal ajeno con una sonrisa en la boca. Por eso, mientras anoche veía por televisión el duelo entre Celta y Cádiz se me revolvían las entrañas. Porque, una vez más, el cadismo la tomaba con el árbitro Del Cerro Grande. Un pedazo de Señor. Un grandísimo colegiado oiga. Con una trayectoria intachable. Un hombre que, además, es Policía Nacional, que sabe un poco de repartir justicia, digo yo. Anoche, mientras le llovían los insultos de los cadistas con quienes veía el encuentro, ya no pude aguantar más y dije BASTA. Señores, hasta aquí hemos llegado. ¿Qué culpa tendrán los familiares, los seres queridos de este Señor, de vuestras frustraciones? Es más, les dije, por qué cargan contra él y no contra Gil Manzano, otra criatura que reparte justicia en los campos españoles. Porque, pienso yo, si ha sido el árbitro principal el que ha considerado roja el agarroncito de Víctor Chust sobre Iago Aspas, por mucho que Fali llegara al cruce y que el celtiña aún ni siquiera tuviera la pelota controlada, ¿por qué la toman con Del Cerro Grande, que es un pedazo de Señor? “Porque es el árbitro del VAR quien tiene que sacar a su compañero de su error y decirle que al menos se acerque a la pantalla a ver la jugada con detenimiento”, me indicó Federico, rojo como una breca tras lo que él calificó de “nuevo atraco a mano armada al Cádiz”. Mientras las maldiciones más variopintas deseando un deterioro fulminante en la salud de Del Cerro Grande, que es un grandísimo Señor, llenaban el bar donde nos encontrábamos, volví a romper una lanza por el colegiado, haciendo hincapié en la incuestionable honorabilidad de un colectivo arbitral vilipendiado históricamente por aficiones como la cadista, empeñadas no sólo en jugar en Primera sino, ya en el colmo del descaro, recibir el mismo trato que otros equipos. Hábrase visto.

Fue entonces cuando pregunté en voz alta qué demonios le había hecho Del Cerro Grande, un Señor, al cadismo para que le tuvieran tamaña inquina. “Nos pitó desde el VAR dos penaltis en Mallorca inexistentes que casi nos mandan a Segunda”, me dijo Lorenzo. “Estando en el VAR concedió un gol en claro fuera de juego al Elche que nos quitó dos puntos en nuestro campo, con que hubiera tirado la línea de fuera de juego al inicio de la jugada hubiera bastado pero no lo hizo”, replicó de nuevo Federico al borde de las lágrimas. “Nos ha robado penaltis claros, yo es que cada vez que lo veo sentado en la sala VAR me voy a sentarme en la sala del VATER”, intentó bromear Perico, el más frío de mis colegas sin mucho éxito.

Pero bueno, les dije yo intentando calmarlos, eso es pura mala suerte, ¿acaso nadie comete errores en su trabajo? ¿Que Del Cerro Grande, que es un Señor, perjudica sistemáticamente al Cádiz cada vez que se lo cruza en su camino? Cosas que pasan, no por ello hay que desearle ningún mal, ni tan siquiera que no vuelva a ser designado como árbitro VAR o que lo bajen a Regional Preferente y se vea obligado a patrullar las calles con su buena porra metida en el cinturón. ¿Que la Federación designa para partidos claves del Cádiz a este hombre o a su amigo y compañero Gil Manzano? Son cosas que pasan Federico, tranquilízate que estás hiperventilando hijo mío. ¿Qué el Cádiz, por culpa de estas cosas que pasan, se va a Segunda? Bobadas, con la de problemas que hay en el mundo, además, les dije poniendo sobre la mesa una solución de emergencia, para eso tenemos un presidente sevillano al que poder culpar de todo.

Prometo que todo lo intenté para relajar la tensión de los cadistas que me rodeaban pero todo fue en vano. Una horda fuera de sí que juraba venganza contra Del Cerro Grande, un Señor. Hasta tal punto me inundó su rabia que no he podido dormir en toda la noche acordándome del pobre de Del Cerro Grande, que es un Señor. Sólo espero que la llegada de estas entrañables fiestas hagan recapacitar al cadismo y que, cuando estén junto al árbol de Navidad, comiendo turrón del duro, con una diadema de reno de Santa Claus en la cabeza, tengan un recuerdo para este grandísimo Señor, que es un pedazo de árbitro.

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