Los pactos políticos tienen algo de culinario. O mucho. No de alta cocina, que hablaríamos entonces de deconstrucción y el invento podría acabar muy mal. Tiene que ver más con la cocina popular, con la casera, con la que cada día se elabora para disfrute de la familia y, en ocasiones especiales, también de los amigos. El pacto político puede ser como un majao, como todos esos ingredientes, a veces variopintos, que se echan al mortero y se machacan a golpes con el mazo para amalgamar sabores y texturas. El majao, por ejemplo, de unas zanahorias aliñás. Hay que combinar bien los ingredientes, que no es lo mismo un ajo que dos; y los cominos importan, aunque la expresión popular los desprecie, en su justa proporción con un buen pimentón. Aceite y vinagre al gusto, todo bien removido y ya hay un gobierno de campeonato para coaligarse con las zanahorias cocidas que, ansiosas, esperan en su fuente el indispensable aliño.

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