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Elvira Lindo | Escritora

“Nunca pensé ni deseé dirigir cine; ha sido sobrevenido”

La escritora gaditana Elvira Lindo.

La escritora gaditana Elvira Lindo. / Iván Giménez/Seix Barral

‘Alguien que cuide de mí’ es el título de la ópera prima como directora de la escritora Elvira Lindo (Cádiz, 1962), en una labor que comparte con Daniela Féjerman. Este viernes 28 se estrena una cinta con guion de la propia Lindo que indaga en las causas del conflicto generacional entre una hija, su madre y su abuela, las tres actrices. Con una estructura muy teatral, donde priman los diálogos, la película cuenta en su elenco con Aura Garrido, Emma Suárez, Magüi Mira, Pedro Mari Sánchez, Francesc Garrido y el gaditano Víctor Clavijo.

–Se está hablando de su salto al cine, pero usted estaba ya vinculada a ese mundo.

–Sí, he tenido mucha relación, he escrito muchos guiones para el cine. Entonces, no es exactamente ni un salto al cine porque sea mi primera experiencia ni tan siquiera porque yo me vaya a dedicar a esto.

–Pero tampoco ha sido un divertimento.

–Bueno, todo tiene que ser un poco divertido para sobrevivir; pero ha sido un trabajo, claro.

–Pero sin vocación de continuidad, según explica.

–Sin pensar en nada. Esto ha sido por este proyecto en concreto pero no tengo que tomar una decisión sobre si voy a seguir en esto o no porque no lo sé, no tengo ni idea. Lo que me toca ahora es descansar de lo que he trabajado, no pensar en lo que voy a hacer pasado mañana.

–¿Pensó alguna vez estar detrás de una cámara dirigiendo?

–No, nunca. Ni lo pensé ni lo deseé. Ha sido completamente sobrevenido, ha sido en gran parte un apoyo a Daniela Féjerman. Cuando estábamos escribiendo el guion, ella me dijo: “Tú estás tomando muchas decisiones, tienes muchas ideas y tienes que estar conmigo en esto”. Y ella fue quien principalmente se empeñó; yo me resistí mucho, pero finalmente acabé dentro.

–¿El texto fue concebido como guion o era un relato que fue evolucionando?

–Era una especie de relato, yo siempre lo hago así. Una especie de relato que tú consideras que puede ser más cinematográfico que literario y fue concebido así, sí.

–¿Y pensaba cuando lo escribía que fuera para una película tan teatral como ‘Alguien que cuide de mí’? Es una película de diálogos, con esa división en actos...

–Sí, sí, sí. Era una cosa como que nos podíamos permitir. Al ser actores que también están en el mundo del teatro nos podíamos permitir eso. Estaba muy inspirado en algunas películas donde prima el diálogo, donde el diálogo transcurre en una sola habitación muy desnuda y muy austera. Luego, es verdad que había flashbacks convencionales, como el de Emma Suárez con Pedro Mari Sánchez en aquella mañana que se conocen paseando por Madrid, pero eso nos planteaba muchos problemas para hacerlo creíble. Porque echar la vista atrás treinta años es un espacio raro de tiempo, tan raro como para que poner a otros actores resulte no creíble y ponerlos a ellos resulte no creíble también. Era muy difícil rejuvenecer a dos actores treinta años, con lo cual ideamos ese espacio, como dices, tan teatral y en vez de flashback lo llamamos recreaciones, porque en realidad es como si los personajes se estuvieran viendo a sí mismos en el pasado.

–La única excepción es Nora de niña y el papel de la abuela que encarna Magüi Mira y que de joven hace Clara Sanchís, su hija en la vida real.

–Bueno, sí, pero eso ya no está en blanco y negro. Teníamos varios códigos. Los recuerdos de la niña son en unos tonos azulados, como si fueran de un cuento infantil, y esas veces en las que ellos se recuerdan en el pasado optamos por el blanco y negro, las veces que ellos tenían que rejuvenecer. Es muy complicado explicarlo y es muy fácil entenderlo (ríe), por eso opto por no dar muchas explicaciones sobre estas decisiones.

–Aparentemente estamos ante una historia sobre un conflicto generacional, pero da la impresión de que hay mucho más, de que la película indaga en las causas de ese conflicto.

–Es que creo que al indagar en las causas empiezas a comprender a los personajes, todos tienen sus razones. Es probable que su queja sea perfectamente entendible, la queja de las tres. La queja de no haber sido suficientemente atendida, tanto Aura que tuvo de alguna manera una madre que obviamente fue negligente en algún momento de su vida; Enma tiene muchas razones para sentirse sola y la madre de ella, la abuela, es ese tipo de madre que no quiso serlo y que además le tocó una hija demasiada rebelde para lo convencional que era ella, convencional entre comillas porque al mismo tiempo es excéntrica. Ellas se comportan sabiendo que pertenecen a esa estirpe, que son descendientes de ellas, pero al mismo tiempo se portan de manera muy egocéntrica las tres. Una vez que de pronto empiezan a despejar las incógnitas, empiezan a saber porqué una se comporta así y la otra de otra manera, empiezan a entender. El universo familiar, que tiene fama literariamente y en el cine de ser catastrófico, en la realidad es un universo compuesto por personas imperfectas, somos todos, con relaciones muy estrechas que son muy proclives al reproche, al deterioro, al resentimiento, pero porque somos seres humanos.

–La película empieza con un gran éxito, pero después hay decadencia, fracaso, miedo a la muerte... ¿sería correcto decir que aunque hay todo esto, en esta película hay mucha vida?

–Muchísima vida, mucha vida. Porque además, fíjate, cuántas cosas de esa vida aparecen en personas de tan distinta edad y en tan distintos momentos profesionales. Es que la vida no se puede dividir en éxito y fracaso como a veces se nos impone a las personas que hacemos oficios públicos. Son oficios que tienen muchos altibajos, y hay que estar preparados emocionalmente para eso y nunca se está. Entonces, la mujer madura que está viviendo un momento bajo en su carrera y que siente cómo su hija está siendo elevada al Olimpo de la interpretación, a lo que ella no ha podido, pues es natural que se sienta rechazada; ¡cómo no se van a tener esos sentimientos! Pero esos sentimientos son pura vida también. Se habla de lo que es pura vida y parece que se relaciona con sentimientos positivos, pero estamos llenos de impulsos que nos hacen sufrir, hay que integrarlo todo.

–¿La inclusión de la enfermedad del VIH en uno de los personajes es una forma de ver desde la distancia aquella gran marginación de los años 90?

–Sí, y aún así no te creas que la gente que tiene VIH lo dice. Ni la gente joven que se está contagiando ahora, que lo puede ocultar mejor porque tienen tratamientos muy rápidos y muy efectivos, y porque a lo mejor no tienen los efectos secundarios de aquellos tratamientos con esas pastillas. Creo que el coronavirus paró el mundo, pero no se puede comparar con el estigma que tuvieron los enfermos de VIH.

–Parecían culpables.

–Ellos eran culpables o por ser drogadictos o por ser homosexuales. Creo que el grupo que quedó invisibilizado fue el de las mujeres y a veces el de los niños, que también hubo. En esta película hablamos de una mujer. Se ha hablado de los enfermos que quedaron por el camino, pero no se habla de los que todavía están, de las que todavía están, fundamentalmente de las mujeres que sigue siendo un grupo que se autoexcluyó en algunos casos porque sentía mucho miedo de que se supiera públicamente.

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