El lector

Hoy cuesta más encontrar un lector puro, inteligente, hedónico, moral, agradecido, que a siete u ocho escritores

Reconozco que a la Inteligencia Artificial le estoy dando su tiempo. Los avances tecnológicos al principio requieren mucho aprendizaje pero ofrecen pocos resultados óptimos. Como todo va tan rápido, puedo esperar sentado a que la IA venga a mí. El departamento de Formación de mi IES, sin embargo, es activo y atento y ya está ofreciéndonos cursos introductorios, que agradezco y aplaudo, aunque todavía no asisto.

Sí me habría venido muy bien para una duda que me plantean. ¿Cómo afectará la Inteligencia Artificial a la creación literaria? Ya puede escribir artículos como éste (¿talmente cómo éste?) y relatos y novelas y hacer canciones la mar de pegadizas. Si hubiese hecho el curso de mi IES podría contestar con más conocimiento del terreno, pero mi impresión es que la IA desplazará más aún el peso de la literatura hacia el lector.

La Inteligencia Artificial puede ensamblar un texto tirando de sus millones de datos. Por lo que yo he leído, lo hace regular tirando a bien (lo que no es suficiente, ni mucho menos, para la literatura), pero incluso si lograse hacerlo a la perfección, tendría que venir luego el lector, y sacar de ese texto toda la inteligencia, la emoción, el coraje y la alegría que tienen convocar los auténticos textos literarios. Cualquier trozo de papel o retazo de música sirve para matar el tiempo; pero, para la conmoción personal, ah, amigo, ahí no hay artificialidad que valga, entre otras cosas porque la inteligencia sólo es un ingrediente más, y no el más importante. El lector es una amalgama feliz de alma, cuerpo, voluntad, humor e inteligencia. Una amalgama, además, naturalísima e indistinguible.

A medida que la IA avance, el lector será el protagonista central del hecho literario. Secretamente, lo es ya. Lo fue siempre. Hoy cuesta más encontrar un lector puro, hedónico, inteligente, moral, agradecido, que a siete u ocho escritores éditos. Los inéditos, antaño frecuentes, también brillan por su ausencia. Dentro de nada veremos congresos de literatura donde las ponencias las den los lectores y el numeroso público está formado por ávidos escritores. Habrá dificultades para cuadrar el quorum de una mesa redonda de meros lectores, pero qué emoción en lo que tengan que decirnos. Una carrera con futuro es la de lector. Con futuro personal de gran enriquecimiento lo ha sido siempre; pero a partir de ahora también tendrá una creciente trascendencia pública.

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