El parqué
Jornada en rojo
De un tiempo a esta parte –será que la primavera de mis días va camino de deshojarse– soy más consciente de que exigimos a la juventud comportamientos que los adultos, todavía, estamos lejos de aplicar. Además de ser directamente responsables de la forja de su carácter –hemos criado a esta generación–, les pedimos paciencia –nosotros, inventores del zapping, incapaces de comernos una croqueta sin achicharrarnos–; una vida sana –¿hola, generación del bar y el botellón como forma de ocio?– y, he aquí nuestra supremacía moral, les señalamos los peligros de la exposición en redes sociales cuando nosotros todavía ni diferenciamos entre lo íntimo y lo social o, como nuestros políticos, ni entre lo público y lo privado. Que no, que un chisme rosa, por muy viral que fuera, no es asunto público del que informar ; que sí, que un conflicto laboral, aunque sea en una empresa privada, si implica a un servidor público, bien merece una explicación.
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