Ilaria Tuti: “Leer novela negra es como un exorcismo contra el mal”
Negro sobre negro
La escritora italiana Ilaria Tuti, que ha publicado en España ‘Hija de las cenizas’, es una de las voces más potentes en el género de Europa
“Todo escritor es un creador secreto de mitos”
Ilaria Tuti es una de las voces más potentes de la nueva novela negra italiana, eso que algunos han dado en llamar el spaghetti crime. Madre literaria de la imprescindible inspectora Teresa Battaglia, tras publicar en España su último título, Hija de las Cenizas (Alfaguara), nos concedió una entrevista en la que repasa su obra.
–Lo primero que quería preguntarle es si resultó difícil representar en Hija de las cenizas a una inspectora Battaglia aún más enferma y maltrecha, obligada a abandonar el trabajo que ama y al equipo que se ha convertido en su familia.
–Ha sido un pasaje muy difícil y a cada página me preguntaba si era el camino correcto: sentía que tenía que retratar con verosimilitud una condición que, desgraciadamente, aflige a millones de personas y destruye a otras tantas familias. Tenía que hacerlo con respeto, pero también con pudor, quería que se sintieran las pietas preservando al mismo tiempo la dignidad del ser humano. Creo que el público ama a Teresa porque la siente real: no puedo traicionar este supuesto, que es como una promesa. Por no hablar de las dificultades técnicas de gestión del personaje: hacer que sea determinante sin forzar demasiado los acontecimientos y sin convertir la enfermedad en una puesta en escena. Desde que la creé, supe que Teresa era a plazo fijo y que la suya tenía que ser una evolución coherente. Seguramente es por eso que la considero tan valiosa.
–Su protagonista tiene un vínculo emocional muy fuerte con Giacomo, un asesino en serie. ¿Cree que puede existir este tipo de relación entre policías y criminales?
–Son riesgos que no pocas veces corren los que trabajan en estrecho contacto con estos sujetos, por naturaleza muy manipuladores. Siempre tengo bien presente lo que decía Robert K. Ressler (uno de los padres fundadores de la criminología moderna, agente del FBI que fundó en Quantico la oficina para el estudio del comportamiento humano): hay que entrar en la sala de interrogatorios libre de prejuicios, porque ellos los olfatean y podrían contarte mil historias diferentes, todas irreales pero verosímiles, y hacerte caer en la trampa. Si quieres saber la verdad, en la medida de lo posible, tienes que estar dispuesto a escucharla, a respetar a quien tienes delante en ese momento (lo sé, es un término incómodo). Por eso, según las primeras reglas establecidas por Ressler, nunca te reúnes a solas con asesinos en serie convictos, nunca les cuentas nada ni remotamente personal. Son criaturas caídas, capaces de cosas indecibles, pero también son misterios fascinantes de sondear, y ceder a esa fascinación puede ser letal.
Teresa lo sabe y es muy cuidadosa, vigila los límites hasta los cuales te puedes atrever, pero también conoce la historia de Giacomo, una historia que en el pasado se ha cruzado profundamente con la suya, siente que tiene una deuda con él, pero también –paradójicamente– una certeza de incolumidad.
–Battaglia ve a Giacomo casi como una víctima más, un asesino nacido tras continuos abusos en su infancia. ¿Significa esto que somos los adultos quienes creamos a los monstruos?
–Los monstruos no existen, sólo nos hace sentir seguros llamarlos así y trazar una línea clara para separarlos de nosotros. Son seres humanos con psicosis importantes, que en casi todos los casos han tenido existencias más que desafortunadas. Es en la infancia, desde el nacimiento hasta los seis años, cuando se forma la empatía. Si este proceso muy delicado y que no puede repetirse a otras edades, se interrumpe por malos tratos reiterados, abandonos traumáticos, ya sean físicos o psicológicos, ese niño puede que en su edad adulta no sea capaz de comprender y respetar las emociones del otro, sino que sólo lo verá como un objeto sobre el que desfogar su propia ira. Esta es la teoría del Efecto tornado de Schurman-Kauflin: se aplica a los varones también, pero en el caso de las mujeres parece ser más significativa, quizá porque de niñas es más fácil que sean objeto de discriminación y abusos. Según esta teoría, cuando los niños sometidos a violencia sufren, empieza a formarse el vórtice. El abuso continúa y el vórtice empieza a girar sobre sí mismo. Toda gira en torno a una cosa: la falta de poder. Sobre la propia vida, sobre el propio cuerpo que otros utilizan a su antojo. El abuso lleva a sentimientos de inadecuación y soledad, y se empiezan a generar las primeras fantasías violentas. Fantasear con el mal les hace sentirse momentáneamente mejor. La falta de poder conduce a sentimientos de ira y la ira a pensamientos violentos. Y de los pensamientos se pasa a los hechos, a la violencia real, que les devuelve lo que les han hecho, y genera cada vez más fantasías, cada vez más llevadas al extremo, hasta el punto de matar. Matar les produce alivio, pero tras un momento más o menos largo de paz, la necesidad de cometer más actos violentos vuelve a surgir incluso más fuerte.
Estadísticamente, el asesino en serie medio tiene treinta años, y estadísticamente sabemos que este tipo de asesinatos se desarrolla a lo largo de un periodo de veinte años (desde la fantasía hasta el acto en sí): el cálculo es sencillo, la semilla del mal se planta en la infancia.
–En esta última novela, como en las anteriores, juega con el ritmo de la acción: ¿le resulta difícil? ¿Cuál es su método a la hora de enfrentarse a la página en blanco?
–De momento, nunca he tenido el problema de no saber qué escribir. Al contrario, tengo muchas historias en la cabeza y poco tiempo para escribirlas todas. Es más una cuestión de organización, de encontrar el momento de estar a solas con la inspiración, en silencio o con la música adecuada de fondo, muy centrada. Empiezo tomando notas en un cuaderno, a mano: quizá sólo un título que se me ha ocurrido, una idea, un fragmento de diálogo que me parece interesante. A partir de una pequeña idea surge la gran visión de la historia, del ímpetu que despertará, primero en mí y luego, eso espero, en quienes la lean. Esta visión, que es pura imaginación, debe luego organizarse en etapas, en notas, en capítulos: así nace la escaleta que escribo antes de dedicarme a la escritura propiamente dicha. Siempre quiero saber adónde me va a llevar la trama y quiero saberlo hasta el más mínimo detalle.
Para algunos autores este paso es incluso contraproducente, se sienten enjaulados, en cambio para mí es fundamental. No lo entiendo como un simple esquema, a lo mejor inmutable, sino como un momento creativo apasionante en el que la trama toma forma y se organiza, ya veo a los personajes moviéndose, oigo la voz de cada uno de ellos, el escenario toma color. Nada es inmutable, la escaleta me ayuda a comprender si todo funciona, si la estructura se mantiene. Si detecto algún problema, sé exactamente dónde intervenir sin que el resto se desmorone. Cuando está terminada, llega el momento de la escritura propiamente dicha, que entonces puede fluir sin que yo tenga que preocuparme del resto.
–Usted estudió economía y se dedicó a la fotografía y la pintura durante mucho tiempo. ¿Qué le inspiró para escribir novelas policíacas?
–Más allá de los estudios elegidos, siempre he tenido una doble vida, siempre he intentado sacar momentos privados para desarrollar mi faceta artística, que para mí es necesaria y vital. La pintura y la fotografía son lenguajes, diferentes y mediados, más misteriosos, para contar historias. Por lo menos así es para mí. Con el tiempo, mirando hacia atrás, me he dado cuenta de que eran un camino hacia las palabras. Incluso hoy, cuando escribo, me dejo guiar por las imágenes, creo que tengo un estilo de escritura pictórico, además de sensorial.
–¿Pensaba que tendría tanto éxito no sólo en su país, sino también en otros como España?
–No, nunca imaginé nada de lo que luego ocurrió. Y afortunadamente, diría. Eso me ha permitido elegir siempre en función de una auténtica pasión por los proyectos y por la escritura en primer lugar, sin ningún otro cálculo, sin ansiedad de prestación.
–Su amor por el arte es evidente en toda la novela, incluso en el impulso artístico-criminal de Giacomo. ¿Estudió a fondo los mosaicos de la época romana antes de escribirla?
–Estudio mucho todos los detalles reales –históricos, artísticos y arqueológicos– que introduzco en mis novelas. Me gusta mucho introducir estos detalles, que a menudo se convierten en el corazón negro y misterioso de la historia. Tengo la suerte de vivir en una zona poco conocida, una tierra fronteriza por la que han pasado muchos pueblos a lo largo de los milenios y cada uno de ellos ha dejado como legado algún tesoro de cultura. Y yo me nutro en gran medida de estos tesoros. La fase de documentación es un maravilloso viaje hacia el pasado, el folklore, el imaginario de nuestros antepasados, un imaginario poderoso, que pensaba a lo grande, que vivía la dureza de la vida terrenal mirando siempre hacia la inmensidad del cielo. De esto, quizás, somos menos capaces.
–Ahora que los thrillers históricos vuelven a estar de moda, ¿ha pensado en llevar una investigación criminal a la Antigua Roma?
–¡Sería muy interesante! Pero quizás experimentaría otros escenarios menos investigados y culturas más misteriosas; pienso, por ejemplo, en el enigma de las brujas de Subeshi y en las otras momias del Tarim. La historia antigua es una gran pasión para mí y me fascina, me lleva a grandes viajes, abre las puertas de mi imaginación.
–En Hija de las cenizas cuenta de forma cruda pero necesaria la violencia machista que sufre Teresa a manos de su marido. ¿Le resultó difícil meterse en su piel y sentir ese tormento?
–Me ha resultado más difícil entrar en su enfermedad. La violencia de género es, por desgracia, algo que casi todas las mujeres han experimentado en su vida. Por supuesto, lo que sufrió Teresa representa la apoteosis de la misma, ella arriesga su vida, pero muchas, demasiadas mujeres experimentan el control obsesivo por parte de su pareja, los celos inmotivados y ciegos, la lenta y devastadora aniquilación psicológica por medio de continuos abusos verbales que pretenden minar su autoestima y, por tanto, su equilibrio. Demasiadas mujeres siguen sometidas al poder económico de los hombres, a juicios, a comentarios inapropiados, a desvalorizaciones profesionales, a presiones sociales y culturales que desearían que fueran diferentes de como son, que tienden a dirigir sus expectativas y a rebajar sus sueños. Toda mujer se puede reconocer en una de estas situaciones. Queda todavía mucho trabajo cultural por hacer en este sentido.
–La amistad está muy presente en sus novelas. Personajes como Massimo y Parri son un apoyo fundamental para el inspector Battaglia. ¿Es posible encontrar en los amigos esa familia que a veces niega la sangre?
–Es posible y sucede todos los días, aunque en el lenguaje institucional, sobre todo en Italia, la familia elegida (y por tanto más protegida y tutelada) tenga que ser necesariamente la de sangre, la que nace del vínculo del matrimonio (preferiblemente religioso), de la filiación. Afortunadamente, la sociedad avanza por su cuenta hacia otra dirección y, poco a poco, el cambio llegará y será completo: todos merecen poder tener y ver respetada y reconocida la familia que elijan por amor, sea cual sea la forma de este amor, aunque solo fuera amistad.
–Hasta hace poco la novela policíaca estaba muy dominada por los hombres, pero hoy día no sólo hay escritoras de éxito internacional, sino también protagonistas femeninas. ¿Existe una verdadera paridad literaria en el mundo del suspense?
–La igualdad está en parte garantizada por el éxito de público. En este sentido son los lectores los que garantizan la meritocracia, pero aún persisten algunas resistencias en otros ámbitos, como la crítica literaria y el circuito de festivales literarios. Un artículo de la escritora y periodista Loredana Lipperini de hace unos diez años evidenciaba, cifras en mano, cómo sólo el 20% de las reseñas aparecidas en un año en los principales suplementos culturales italianos hacían referencia a un libro escrito por una mujer, y a menudo se trataba de artículos escritos por otras mujeres. En muchos festivales, la presencia femenina es escasa, en algunos casos incluso ausente. Lo mismo ocurre con los programas de televisión. Se trata claramente de un problema, y no atañe sólo al mundo del suspense. Espero que las cifras recientes sean más alentadoras.
–¿Por qué es tan popular la novela policíaca, hasta el punto de ser el género más vendido en el mundo?
–Creo que es un exorcismo que, mediante la lectura, realizamos contra el mal, le miramos a la cara y en ese momento le despojamos de todo poder psíquico sobre nosotros. Podemos mirarlo desde un punto de vista seguro, desde diferentes perspectivas, le tomamos la medida. En la sociedad moderna, mantenemos la muerte cada vez más alejada de nuestros sentidos, y esto no nos permite considerarla parte de la vida, como lo era para las generaciones anteriores. Enfrentarse a ella entre las páginas, seguramente nos permite restablecer en parte este equilibrio.
–¿Qué tipo de novelas le gustan? ¿Qué autores son sus referentes?
–Leo de todo: novelas y también ensayos, muy útiles para alimentar mi curiosidad natural. Esto permite a mi imaginación desarrollarse en distintas direcciones y encontrar siempre algún detalle, entre los pliegues de la historia humana, capaz de generar nuevas ideas para mis historias. Si me centrara sólo en el crimen, sería la mejor manera de empobrecer cualquier impulso. Me encantan Stephen King y Primo Levi, Donatella Di Pietrantonio, Elisa Ruotolo, Claudia Durastanti, Donato Carrisi, Gillian Flynn, Alessandro Baricco, Marco Missiroli, Pierre Lemaitre y muchos más...
No hay comentarios