El Alambique
Rafael Morro
Lo que la verdad esconde
Antes de que un volcán entre en erupción suelen pasar varias cosas: el magma se mueve, la temperatura sube y la actividad sísmica se desliza lentamente, anunciando silenciosamente lo inevitable. Algo así ocurrió el miércoles por la noche en la Plaza de Toros de El Puerto: el ruedo llenándose lentamente, el ambiente del tendido caldeándose por momentos, las luces del escenario cogiendo potencia poco a poco. De repente, poco antes después de las 22: 00 horas una cuenta atrás se proyectaba sobre la pantalla del escenario. Cinco, cuatro, tres, dos, uno... Y el volcán Melody estalló sin remedio. “¡Buenas noches a mi gente ya mi familia de El Puerto!”, saludó con fuerza la sevillana tras empezar con La Cuerda De su Guitarra y Te Digo adiós. “Cuánto os quiero, cuánto os valoro. Esta noche quiero que nos desconectemos de nuestro día a día y conectemos con el arte. ¡De este escenario no me bajo hasta darlo todo!”, amenazó Melody, quien estuvo dos horas sobre el escenario.
Ella y sus cuatro bailarines: Alex Bullón, Hrisio, Jesús Bolivar e Iván Urquiaga. Brilli por doquiera. Glamour y poderío a raudales. Y hasta tres cambios de vestuario para ir alternando sus éxitos más recientes (como el Apagón), con sus éxitos de toda la vida: Un dabadbadá te quiero/Un dabadabadá tú no. Y de repente la noche portuense volvió a resonar como en esos veranos de antes, a esas noches de cartucho de patatas en el parque Calderón, de copas en La Pontona, a títeres de Los Cristobitas en la Plaza del Castillo (o incluso a las que hubo antes en la Plaza de Colón ) y de infinitas e interminables ferias del libro. Melody, con un directo espectacular, nos recordó ayer el implacable paso del tiempo, que para algunos causa estragos, pero que para otros -como ella- ha sacado lo mejor que podía sacar. Aún cuesta verlo pero Melody ya no es una niña: es la mujer que probablemente cualquier quisiera ser. Y ojo, no por el maquillaje, ni por el mono color rosa combinado con lentejuelas que mostró al principio del espectáculo. La feminidad no pasa por unos tacones. La feminidad pasa por la fuerza y el empoderamiento. Y de eso ella, que hasta en chanclas tiene poderío, sabe un rato.
Ya llevamos una hora de concierto y el público, mezclado entre padres e hijos, no aguantan más. “¡La Diva!¡La Diva!”, pero hay que esperar un poco. Con dos décadas de trayectoria Melody tenía mucho más repertorio: No sé, Y ese niño, Bandolero, Nadie... E incluso hubo lugar para versionar a los grandes como Perales (¿Y cómo es él?) y cantar a dúo con su padre Lorenzo Ruiz, quien le acompañaba en los coros y con el que cantó el tema Loco. “Tantos años de lucha y finalmente Dios me ha escuchado”, explicaba el progenitor mientras se emocionaba. “¡Gracias porque lo pasó muy mal y está aquí por vosotros!”, explicaba el también músico. Pero si por algo destacan los Ruiz es por su alegría. “Sin el apoyo vuestro y de mi familia no hubiera podido seguir actuando”, aseguraba Melody quien se pasó todo el concierto lanzando besos al público, con cierto aire de princesa de parque temático. “Para un artista no hay mayor galardón que tener al público de su lado. Una Diva es una persona que se levanta todas las mañanas para luchar, aunque tengas ganas de liarte la manta a la cabeza y no salir de la cama”.
Porque hay veces que el arte, más que un don, se trata de una actitud. “Divas sois vosotros también, que lucháis todos los días por vuestras familias”. Vaya mujerona es Melody
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