Algunas tradiciones gaditanas de la antigua Semana Santa

Doce ancianos del asilo de las Hermanitas de los Pobres participaban en la ceremonia del Mandato en la Catedral Los concejales acudían en Corporación a los Oficios religiosos El músico austriaco Joseph Haydn compuso las Siete Palabras para el oratorio de la Santa Cueva

Portada de Diario de Cádiz, del 2 de abril de 1934, dedicada exclusivamente a las procesiones de Semana Santa.
D.joly/J.m. Otero Cádiz

25 de marzo 2015 - 01:00

La Semana Santa es celebrada en todo el mundo católico con numerosas ceremonias religiosas. Como es natural la mayor parte de estos actos son similares en todas las diócesis. Sin embargo, hay algunas tradiciones y costumbres en nuestra ciudad que perduraron hasta hace muy poco.

Una de estas tradiciones hace referencia a los concejales del Ayuntamiento de Cádiz y estuvieron en vigor hasta finales del pasado siglo. Pocos días antes de la Semana Santa cada concejal recibía un atento escrito de la Mayordomía de la ciudad con los actos a los que debía acudir y uniformidad correspondiente. No hay que olvidar que nuestra ciudad contaba con unos mayordomos, como Francisco Leal o su antecesor Garratón, que llegaron a ser felicitados expresamente por el Rey Alfonso XIII por lo acertado del protocolo.

En dicho oficio se les hacía saber la obligatoriedad de acudir a los oficios y ceremonias de la Semana Santa y la uniformidad. Así en 1915 se les indicaba a los ediles que a las ceremonias del Domingo de Ramos y Jueves Santo deberían acudir de frac, fajín, corbata, guantes blancos y Semanero Santo. A las ceremonias del Viernes Santo, de frac, fajín, corbata, guantes negros y sin condecoraciones.

También recibía cada concejal la procesión o procesiones a las que debía acudir en representación del Ayuntamiento. Esta representación municipal se iniciaba, normalmente, a la salida de la Catedral y finalizaba en la plaza de San Antonio.

En el caso del Nazareno, era el propio alcalde el que ostentaba la presidencia. Ramón de Carranza, por ejemplo, se incorporaba al cortejo cuando éste pasaba frente a las Casas Consistoriales camino de Santa María. Previamente otros concejales se había ido relevando en la presidencia de la procesión.

Los concejales acudían en Corporación a los Oficios. Previamente, el alcalde los invitaba a una comida en el propio Ayuntamiento para marchar todos juntos a la Catedral. Con anterioridad, el capellán de la ciudad se colocaba en la tribuna del Ayuntamiento situada en la iglesia de San Juan de Dios para escuchar en confesión a los concejales que lo desearan.

A título de ejemplo, el Jueves Santo de 1903 el alcalde, Gómez Arámburu, ofreció a los concejales el siguiente menú: Huitres, Potage bisque, Omelette aux pointes d'asperges, Mayonnaise de poisson, Bouchées bechamel, Plum-Pudding, Desserts. Fino Gaditano, Marqués de Riscal y Champagne Cordon Rouge.

Después de la Guerra Civil esta comida a los concejales fue sustituida por una comida que el Ayuntamiento ofrecía, también el Jueves Santo, a doce pobres de la ciudad.

Otra singular tradición de nuestra diócesis se llevaba a cabo con motivo de la ceremonia del Mandato o Lavatorio, cuando el obispo, a imitación de Jesús, lava los pies a doce personas. En nuestra diócesis eran designado doce pobres acogidos en el Asilo de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres. A dichos ancianos se les hacía entrega el día anterior de un juego completo de ropa; traje, zapatos, calcetines, camisas, calzoncillos y sombrero.

Los designados acudían a confesar en la tarde del Miércoles Santo y a continuación saludaban al obispo en el Palacio Episcopal. El Jueves Santo comulgaban en la iglesia de San Juan de Dios y comían en la casa del obispo. A continuación marchaban a la catedral para la ceremonia religiosa.

Finalizadas todas las ceremonias cada uno de ellos recibía una pequeña cantidad de dinero. Este periódico relataba detalladamente estas ceremonias sin olvidar el menú ofrecido.

Otra tradición gaditana está íntimamente unida al Oratorio de la Santa Cueva, donde el Viernes Santo tiene lugar el ejercicio de las Siete Palabras y se interpreta la música especialmente compuesta para ello por el célebre Joseph Haydn.

La historia de la Santa Cueva es muy curiosa. La zona existente entre el Campo del Sur y el Mercado de Abastos, y que hoy ocupa la calle Arco de Garaicoechea, era conocida en el siglo XVIII como el 'Corralón de Dapelo'. En una casa allí situada se reunía todas las noches, hacia 1730, un grupo de devotos para realizar los ejercicios de la Pasión llamados de la Madre Antigua. La lejanía del centro de la ciudad, el horario nocturno y la proximidad a algunas casas de mala nota hicieron que los congregantes fueran denunciados al obispo, fray Tomás del Valle.

El sacerdote José María León y Domínguez, profundo conocedor del Cádiz de los siglos XVIII y XIX, relata que el prelado acudió una noche disfrazado para ocultar su identidad, pudiendo comprobar lo injusto de la acusación. A pesar de ello recomendó al grupo que practicara sus devociones en el interior de una iglesia.

Después de recorrer varios templos de Cádiz, los congregantes fueron acogidos por el sacerdote del Rosario, Pedro José Jurado, que fomentó estas prácticas religiosas estableciendo el horario de nueve a doce de la noche.

Hacia 1756 unas obras rutinarias en la iglesia del Rosario permitieron descubrir un gran subterráneo. Los congregantes decidieron colocar un pequeño calvario y realizar allí sus piadosos ejercicios. Bautizaron el recinto como la Santa Cueva.

En 1771 el padre Sáenz de Santa María se pone al frente de los congregantes de la Santa Cueva. Diez años después encarga al arquitecto Torcuato Cayón la ampliación de la iglesia subterránea. Cuando el sacerdote Sáenz de Santa María hereda la fortuna de su padre, el marqués de Valde Íñigo, la dedicará a obras piadosas y a la mejora y ampliación de la Santa Cueva.

Sáenz de Santamaría encargó a Haydn la composición de una música para los ejercicios del Viernes Santo. El propio compositor, en una carta firmada en Viena en marzo de 1801, y dada a conocer a través de Diario de Cádiz en 1911 por 'Pizzicato', relata los pormenores del encargo.

Haydn cuenta que las paredes y ventanas de la Catedral de Cádiz se cubrían con lienzos negros y que el obispo, desde el púlpito, decía cada una de las Siete Palabras y hacía unas reflexiones sobre ella. El prelado subía y descendía seis veces del púlpito y había que llenar con música las inevitables pausas.

Sin embargo, el encargo efectuado al célebre músico, no era en realidad para la Catedral sino para la Santa Cueva, como han demostrado recientes estudios, en particular el de Marcelino Díez Martínez.

Otra tradición o costumbre gaditana que conviene recordar es el orden y compostura de los que formaban parte de los cortejos. Diario de Cádiz, en la Semana Santa de 1909, publicó las siguientes normas dictadas por la Junta de Cofradía que presidía el recordado Cayetano del Toro y Quartiellers, para el mejor orden de los desfiles procesionales y en las que no faltaba la obligatoriedad para todos de ir permanentemente cubierto. Orden que alcanzaba hasta los capataces de los pasos.

1.- Los hermanos por ningún motivo podrán separarse de las filas de penitentes ni retirarse del cortejo sin permiso del Mayordomo, que sólo lo dará en casos indispensables. 2.- No se permitirá a los hermanos que usen enaguas ni telas que abulten el ancho de la túnica. 3.- Todo penitente que se encuentre en la vía pública fuera de filas, lleve el capuz levantado, fume, hable con el público, gaste bromas o por cualquier medio perturbe el buen orden de la procesión y de la devoción y recogimiento de los demás, en el acto será despojado por los agentes de la autoridad del hábito que vista, a cuyo efecto se darán las órdenes oportunas. 4.- Los hermanos o encargados de conducir los pasos tampoco se exceptúan de llevar el capuz echado y sólo podrán dar las paradas precisas para el descanso de los cargadores, o sea de 10 minutos, teniendo en cuenta que a la mitad del itinerario procurará cambiar las velas a los pasos y hacer descansar a los niños, pero sin que esta parada pueda exceder de 15 minutos. Asimismo por ningún concepto podrán separarse del paso, ni menos hablar con las personas del público. 5.- Los cofrades deberán cuidar conservar siempre la misma distancia entre sí y obedecerán las órdenes de los oficiales-celadores, y demostrarán con su compostura y devoción que son verdaderos cristianos y personas de buena educación. 6.- Los oficiales-celadores cuidaran bajo su responsabilidad el cumplimiento de las normas por parte de los penitentes y que éstos ni por un momento se levanten el capuz. 7.- Las señoras que acompañen a los pasos deberán ir con el rostro velado, vela encendida y colocadas en el debido orden. 8.- Se ruega a los cofrades que concurran a los actos con puntualidad, procurando con su orden y religiosidad la mayor gloria del Señor y edificación de los fieles.

En esa época, Cayetano del Toro vivía en la calle de la Verónica, que hoy lleva el nombre de su padre, José del Toro. Antes de la Guerra Civil lo habitual era que las procesiones llegaran a la calle Ancha, no por Novena sino por la actual calle José del Toro.

El médico y presidente de la junta de procesiones invitaba a los que formaban parte de los cortejos a un pequeño refrigerio en el patio de su casa. En particular los niños y niñas que vestían de angelitos o que simbolizaba las Virtudes Teologales eran obsequiados con bombones y pastas. Después del refrigerio, continuaba la procesión.

7 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último