El Carnaval de junio deja en los bares de Cádiz la mitad de facturación que febrero de 2020
Hostelería
Algunos establecimientos del centro no llegaron a estrenar los mostradores de la calle
En Puertatierra los hosteleros se beneficiaron del día de playa y en ciertas zonas, de la cabalgata
El primer fin de semana de este atípico Carnaval de junio dejó a la hostelería gaditana, en general, con la misma cara que el protagonista playero de su cartel. Bares y restaurantes se aprovisionaron de comida y bebida, reforzaron sus plantillas y sacaron mostradores a la calle como para atender a los centenares de miles de personas que todos los años vienen a disfrutar de la fiesta. Pero sólo facturaron de media el 50% que en febrero de 2020, según una estimación de Antonio de María, presidente de Horeca. Ese año, apenas unas semanas antes de que se decretase el confinamiento por la pandemia, el Carnaval trajo a Cádiz a unas 400.000 personas y dejó entre 5 y 10 millones de euros en bares, restaurantes hoteles y comercios, unas cifras que desde el sector calificaron entonces de “espectaculares”.
Ayer, los almacenes de muchos establecimientos del casco histórico permanecían repletos de género preparado para una fiesta que quedó amagada por un magnífico día de playa, las ferias de otras poblaciones cercanas, El Rocío, las escapadas de fin de semana, los exámenes de junio y las próximas pruebas de acceso a la Universidad, entre otros factores. El retraso del comienzo de todos los eventos callejeros, acertado por las altas temperaturas que se esperaban, también ha podido contribuir, según apuntó De María.
“A nivel hostelero el fin de semana ha ido mal, pero a la hora de hacer comparaciones hay muchas variables. Una cosa es el Carnaval de febrero y otra distinta el primer fin de semana de junio de 2019, porque esto es un Carnaval fuera de su contexto. Para algunos, las ventas han sido mejores que las de un de fin de semana de junio normal y corriente, pero sin llegar ni por asomo a un primer fin de semana de fiesta en febrero. Y para otros, han sido peores. Las playas estaban abarrotadas de día y los eventos estaban convocados a partir de las ocho de la tarde. De hecho, hasta los coros se quedaron sin público y algunos se retiraron”, argumenta De María. Ayer Horeca no disponía todavía de cifras de ocupación hotelera.
“El fin de semana ha ido fatal”, reconoce Gema Aragón, gerente de El Merodio, el mítico bar epicentro del carrusel de coros de la Plaza. “Hubo muy poca afluencia de público, fue mínima, y quitar las terrazas para los coros fue un error. Nunca en mi vida había visto un domingo o un lunes de coros así, porque, incluso con lluvia ha habido más gente en el Mercado. Ayer [por el domingo] había un coro y apenas 20 personas alrededor. Los almacenes los tenemos llenos así que aguantaremos con lo que tenemos”, comenta. “Han coincidido muchas cosas: las ferias, El Rocío, los exámenes, el verano prácticamente ya... Han aplazado el Carnaval a una fecha malísima, lo debían haber dejado en febrero y punto. El pasado febrero funcionamos mucho mejor que ahora, no mejor que un Carnaval normal, pero mejor, porque no nos quitaron las terrazas. Anoche sólo tuvimos una cena, cuando lo habitual es que hubiésemos estado abarrotados. Y eso que habíamos contratado a dos personas de refuerzo y previsto contratar a más, según aumentasen las ventas”.
“Todavía no he mirado los números, pero el fin de semana ha estado bien en algunos momentos y regular en otros, con muchos altibajos”, reconoce Tomás Ruiz Fabrellas, gerente de la Taberna Casa Manteca, otro de los epicentros del Carnaval en La Viña. “Las noches, sobre todo, han estado bastante cortitas. Nada que ver con un Carnaval en febrero, por el calor, por las ferias de Puerto Real y de El Colorao, por El Rocío, por la playa... Pero ya entramos temporada alta y hoy [por ayer lunes] ya estábamos a tope de trabajo”, añade el hostelero.
“Calculo que habré vendido menos de un 50% que un Carnaval normal en febrero”, confiesa a este periódico José García Romero, gerente de la Taberna La Manzanilla, estratégicamente situada al lado del compás caranavalesco que forman las calles Feduchy y Rosario. “El sábado estuvo muy flojo a mediodía y ayer [por el domingo], también . Así que sólo trabajamos como en un febrero el domingo por la tarde-noche, de ocho a doce, que sí que hubo por aquí algún coro”. Pepe había previsto contratar a dos personas, sólo llamó a una y se hubiese bastado solo con la clientela que tuvo. “La única ventaja es que resulta muy cómodo tomarte una copita escuchando una agrupación”, apunta con optimismo.
Mejor en Puertatierra
Para José Ruiz, responsable de la marca hostelera El Toro, la valoración que hace de este fin de semana de Carnaval es distinta según el día y según, sobre todo, la ubicación de sus dos negocios. El de Puertatierra, El Toro de Cayetano, se benefició de un buen domingo de playa y cabalgata, mientras que el del casco histórico, El Toro de Sacramento, vivió unos Carnavales “flojillos” que apenas levantó el ambiente del pregón en la noche del sábado.
Cuenta que en el local de Cayetano del Toro la mañana funcionó bien con las personas que volvían de la playa y con la animación montada en la plaza Ana Orantes, y que la noche despuntó con creces gracias a que el arranque de la cabalgata fue precisamente en esa zona, a las ocho y media, y fueron muchas las familias con niños pequeños que optaron por ver allí el desfile y después tomar algo. “No tenía casi reservas y al final llené El Toro de Cayetano”, explica. En el casco histórico, sin embargo, el negocio no funcionó como se podía esperar de un carnaval: una aceptable noche de sábado por el pregón y un lánguido domingo que no funcionó tampoco con el tardío comienzo de los carruseles de agrupaciones.
El bar Mari y Jose, en la avenida María Auxiliadora, funcionó como suele hacerlo cualquier domingo de estas fechas con gente en la playa y con su especialidad, los caracoles y las cabrillas, en plena temporada. Antonio Camarena, su responsable, explica que el domingo de carnaval se beneficiaron también del paso de la cabalgata por la Avenida principal, pues a su conclusión el establecimiento se llenó.
La diferencia con otros Carnavales, con un domingo de febrero, estuvo en que en el resto del día no hubo por los alrededores el ambiente habitual de familias con niños disfrazados que, por lo general, reservan mesa para el almuerzo antes de que comience la cabalgata a una hora más temprana, en una jornada que se suele vivir a tope en el Mari y Jose. En esta ocasión, la gente optó por ir a la playa durante el día para acudir al desfile posteriormente.
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