Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Estaba dentro. De repente me encontré en su interior. En el centro del círculo juglar, un constructo musical creado por Saurom para que sus fans se zurren de lo lindo en medio de una canción homónima: El círculo juglar. Eso significa que estamos en el último tramo del concierto y que el espectáculo va a finalizar.
A mi alrededor, más de 2.000 personas disfrutando como si el verano no fuera a acabarse en breve. Los primeros acordes del círculo me llevaron al principio del concierto, cuando pude ver a los miembros de la banda en el camerino intentando descansar, tomar algo refrescante con lo que combatir el calor. Músicos de calle que harán vibrar a dos millares de fans, deseosos de felicidad. Y de alegría.
Le dejo la mochila a Ruth, que está con su padre, un juglar ejemplar. No quiero correr el riesgo de que se rompa algo oculto de su interior. Hago memoria: las gafas de sol, la cartera, las llaves y el móvil. Me arrimo al borde del círculo, por el que corretea un chaval entrado en carnes, vestido con la camiseta de basket del Unicaja de Málaga.
La música redobla su velocidad y los cuerpos se lanzan al vacío, justo para chocar unos contra otros. Es un impacto antiguo, conocido ya, como el de los temas más viejos del repertorio: Aquel paseo sin retorno, Irae dei, La taberna.
A mi lado veo al Conil, fiel seguidor y amigo de la banda desde sus inicios. Se abraza a mí y juntos nos adentramos en la oscuridad de los codos y los golpes de cadera. En esta ocasión Migue no baja al círculo. Se queda observando desde arriba cómo las huestes colisionan como planetas sin rumbo.
Pienso entonces en estos músicos emocionados que dedican baladas a sus familiares más cercanos, que han acudido a verlos triunfar en un escenario a veces esquivo. Narci le dedica 1, 2, 3… la tierra a sus sobrinos, y Migue la vieja Soñando contigo a la gente desplazada de su pueblo, que es Dos Hermanas.
Noto un golpe, leve en realidad, y me giro para devolverlo, pero me encuentro con Diego Villalba y Alejandro Oneto, creadores de Mr. Puterful. Buenos amigos. Alejandro se quita la camiseta y la ondea al cielo como un huérfano caído en la isla de los hombres solos.
Elisabeth Amoedo se cambia de traje con cada tema en el que interviene. La gallega deslumbra con su arco vocal y las niñas del coro le dicen que parece una princesa con su traje rojo. Por una vez no es la Bestia quien ruge con guturales.
Cantan los invitados: Israel, Ramón. José el negro toca su instrumento. El círculo está próximo a acabar y encuentro a Avelino y su hija, gente de Ubrique venida para desfogarse con los temas más épicos y metaleros de la banda isleña. Le paso el brazo por encima, pero no le golpeo. Está mayor.
Suena el outro. Los Saurom se abrazan como hermanos. exhaustos. Un espacio abarrotado y disfrutón, muchos días sin dormir, la relajación tras sueño vuelto a cumplir. El circulo ha apagado su fuego. Los juglares guardan armas. America espera.
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