Puente de Ureña

Las sonrisas

Soy fobófobo. Las fobias nacen de miedos muy atávicos y enraizados en el ser

La sonrisa es la solapa de la piel. Es el epítome del buenismo o trasonismo y lo políticamente correcto. También los tontos sonríen a destiempo. Desconsideradamente. A la gente, la mayoría, le sobra la sonrisa cuando desmerece del brillo muerto de sus ojos velados, opacos de vacío. A veces la sonrisa es un rictus, otras una manera de huir. ¿Entonces, por qué es obligatorio que sonrían los políticos? ¿No tienen una cara mejor? Recuerdo la máxima de Terencio Domínguez Bretchel, antes de morir defenestrado: Todo tiene su tiempo que no ha de repetirse jamás.

La gente, por la calle, esgrime derechos para abroncar al de enfrente. He oído decir que tienen derecho de guardar hasta cola. Eso y el miedo. El viejo miedo esgrimido por los de la sonrisa para amolarte en el terror. Que si la pensión. Que si la sanidad. Que si el copago… Que si la paga extra, que si… Desde Maquiavelo pá cá, asustar a la gente es una norma no escrita. Que si vienen los bárbaros, que los estos, que los otros…

A lo mejor por eso, es mejor morirse como el Sebas, el de correos que lo hizo antes de que se le quemara la ilusión. En los tiempos en los que Berenguer, el gran Luis, escribía sus versiones de la Espuma juega en la Orilla, aún inédita, nos asustaban con fantasmas y aparecidos, en huertas y edificios que empujaban al miedo para pasar el contrabando o situaciones de rijo y escrotos, que el que manda, manda y … al cañón.

Creo que el miedo es el abono político más codiciado. Tanto comunistas como fascistas lo usaron en dosis impresionantes. Esta mañana, en la tertulia de la Cafetería las Montañas se ha tratado el asunto. Asunto tan importante como para afirmarse que el miedo a la verdad construye lo verosímil o ésa tan cacareada posverdad.

Yo, que soy fobófobo, siento que las fobias nacen de miedos muy atávicos y enraizados en el ser. En la tertulia tanto Domingo Ramírez, compañero de la Local, tocaor flamenco, como Antonio Núñez Rodríguez, o David Martínez, debatieron sobre el miedo que es el que hace que te acerques a las aficiones para olvidar. La guitarra, la poesía, la pintura, el deporte.

El presidente, José Acosta Martínez, leyó en un periódico que alguien había confeccionado mil grullas recortables contra la violencia. A él, contó, lo asustaban en su casa cuando era un niño con "ten cuidado con las grullas, no te vayan a coger". Me hubiera gustado ver la figura o ideograma de la grulla sin noción de grulla que cercó a José.

Gracias a estas tonterías acaba uno sonriendo como los políticos o más colgado que el psiquiatra de Hugo Chávez. Usted se sirva a gusto.

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