Lo siento, ha pasado casi un año y no me he referido ni una sola vez a mi amiga la condesa. En mi disculpa he de decir que fue ella la que me lo pidió. Anticipo que 2018 no ha sido su mejor año, empezando por su equivocación al socializar el servicio y que ni siquiera aumentándoles el sueldo un 30% ha visto mejores rendimientos. Personalmente la consolé diciéndole que no se puede ir por la vida regalando canonjías porque al poco tiempo parecen que son derechos adquiridos.

Mi amiga la condesa, a pesar de su distancia y sin histerias, sigue al día lo que sucede en España. Admite a regañadientes que la actividad principal se limita a promocionar carajotes (ella no pronuncia esa palabra malsonante, ella dice personajillos), y si le insto a que especifique, me contesta que es imposible hacer distinciones porque todos han caído tan bajo que estamos a punto de un repique, como ya ha pasado en Cataluña, donde el chantaje es la única moneda de cambio.

Hablar con ella exige un especial cuidado, no consiente llamar a Sánchez como se merece; admite sí, que es uno de los muchos mamarrachos que han gobernado -es un decir- desde los tiempos de Carlos I (cuarenta años de reinado y sólo diecisiete de estancia en España). No, aún no es el caso del volatinero Sánchez; éste no llegará ni a los diecisiete meses diciendo que gobierna, a pesar de que también pasa más tiempo fuera que dentro, ya que para emputecer no existen distancias.

La secreta ilusión de mi amiga la condesa es que se acelere esa alternativa llamada inteligencia artificial, pero diseñada de tal manera que no quepan en ella ni las envidias, ni los egoísmos, ni las soberbias, ni las revanchas, ni los falsos currículos; o sea, lo que se le exige a cualquier máquina, todas ajenas a ideologías perniciosas y con garantía de funcionamiento óptimo sin necesidad de retoques cada cierto tiempo, porque entonces estaremos cambiando asesores por técnicos al cuarto de hora.

Si le contesto como le contesté, que esto podría llevarnos a la deshumanización, me hizo la siguiente reflexión: "Ya la estamos viviendo desde siempre. Deshumanizar -me dice-, es tener que someterse a individuos inmunes, impunes y a salvo de cualquier contingencia económica donde solo los que se pasan de listos y los torpes de solemnidad van a la cárcel. Deshumanizar es consentir las bolsas de pobreza y tratar de paliarlas con caridades en vez de emplear la justicia distributiva. Deshumanizar es prescindir de toda moral por considerarla un impedimento para llevar a cabo intereses personales. Deshumanizar es que todavía existan apologistas de doctrinas fracasadas. Deshumanizar es vivir en la mentira convencidos de estar en posesión de la verdad". ¿Lleva razón o le sobra pasión defendiendo la asepsia? Asepsia, esa debiera ser la clave, pero a estas alturas no se tiene segura ni en los quirófanos.

De La Isla no me pregunta nada, sabe que en su pueblo ni las envidias, los egoísmos, las soberbias, ni las revanchas tienen cabida aunque lleve muchos años gobernada por fantasmas artificiales. O precisamente por eso.

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