Análisis

ROSARIO TRONCOSO

Haters, guerra y cuarto y mitá de tetas

A pesar de lo soez del título no se rasguen las vestiduras todavía y recuerden que Nadal nos dio un glorioso respiro. Algo menos aciago en las noticias de la mañana, en las que a diario hemos mojado en el café porcentajes de incidencia covid, broncas políticas, muerte, volcán, y ahora, la guerra. Ni en el más rocambolesco guión de una serie cabría tanta calamidad surrealista en directo como en estos tiempos de retransmisión de la amargura global y perversos despiadados. Y debo confesarles que a pesar de intentar abstraerme del tema Rigoberta y Chanel, me han salpicado muchas sandeces que he ido leyendo en redes. Que si tetas sí, que si tetas no. Ah, recuerdo cuando en Instagram nos censuraron la cubierta del libro Maternidades (Sonámbulos) que edité junto a Carmen Canet. Publicó una librería la magnífica fotografía de Joaquín Puga en la que aparecía una barriga preciosa de embarazo avanzado, y medio pezón, ni siquiera la teta entera. Ay, mamá, las tetas. Atributos, tesoro de las mamíferas que son el delirio de Abascal desde chiquitito y el arma arrojadiza de Montero. En fin. Yo no sé quién es más tonto de los dos. Es ridículo el debate en sí. Seamos benevolentes: hay que tener en cuenta la condición de títeres de los políticos que se las ven y se las desean para seguir el show entre las muchas cortinas de humo, espesas, que nos asfixian desde hace una buena temporada, de años ya. A estas alturas no nos queda oxígeno en los pulmones ni paciencia. Pero aquí estamos, odiando mucho, y dispuestos a dar combustible a la tontería y a la mediocridad. Les confieso que a servidora le gustaba bastante la Bandini, y desde el Benidorm Fest ya no me apetece tanto escucharla, aunque me la pongo, y a las Migas, en el coche para evitar empaparme de los juegos de estrategias y músculo bélico de los rusos contra los yankis. La misma guerra de siempre, pero que nos va a pillar más agotados y con menos anticuerpos. Y es que si cada gallito, de un lado y otro del Atlántico, comienza a picarse a ver quien la tiene más grande, con ayuda de algunos narcisistas en el trono de Madrid, por ejemplo, no va a quedar en el planeta ni el apuntador, oiga. Lo de menos entonces serán las tetas y las letras de canciones que reblandecen los cerebros y hacen desaparecer neuronas. No habrá, si las potencias sacan de sus cajas los juguetes nucleares, ni tetas, ni chaneles, ni SloMo (ni adobado ni en manteca, como decía Fernando Lobo) ni Rigobertas, ni sitio para esconderse. Créanme. Qué ganas tengo de que llegue julio, y si el verano se pone muy Putin, al menos morir en topless, dando miedo, con cuarto y mitad de puntillitas y un tintorro con limón. Salud. Y a tomar viento los haters, antes de que se vaya el Levante.

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