Diez años sin el PA: Bordando la letra escarlata con hilos blanco y verde
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 44
Este mes se cumple una década del inicio del proceso de disolución de las siglas más relevantes de un convulso andalucismo que siempre tuvo en Cádiz su provincia fetiche
Los personalismos consumieron a un partido que llegó a gobernar en Andalucía
Casi la mitad de todos los escaños que logró el andalucismo provenía de la provincia gaditana
La agonía andalucista
Y al vigésimo día Pedro Pacheco resucitó
La condena era extraña, muy extraña, pero, claro, hay que intentar comprenderla desde la mentalidad tan puritana que había en el siglo XVII en Nueva Inglaterra, la región más al noreste de Estados Unidos que aglutina hoy a seis estados de ese país. Allí, en Boston, un tribunal decidió que la condena que había que aplicarle a una mujer soltera que había tenido una hija de un padre desconocido era que, para escarnio público, siempre llevara bordada en el pecho de su vestido una letra A de adúltera. El día a día de esta condenada y la búsqueda del padre misterioso centran la novela La letra escarlata, escrita por Nathaniel Hawthorne y publicada en 1850.
La política andaluza en general y la gaditana en particular también ha vivido en este casi medio siglo de democracia un episodio similar al de La letra escarlata, pero con la diferencia de que esa letra A nunca fue concebida como un castigo sino todo lo contrario, como un valor en positivo, porque simbolizaba el sentimiento andaluz, de ahí que tenía que ser bordada sí o sí con hilos blanco y verde.
Fueron los andalucistas del PSA los primeros que se pusieron esa letra A en el pecho, para que fuera bien visible, y al confirmarse que el andalucismo era un sentimiento que iba calando cada vez más en la sociedad andaluza, el resto de partidos quisieron colgárselo también. El primero fue el Partido Socialista que, al calor de la negociación del Estatuto de Autonomía, rápidamente supo apropiarse de ese distintivo hasta transformarse en el PSOE-A. Y con los años harían lo propio Izquierda Unida (con su IU-CA de Convocatoria por Andalucía) y hasta el mismísimo Partido Popular, que también recurrió al PP-A y a empezar a ondear banderas verdes en sus actos públicos.
La próxima semana, en concreto el día 12, se cumplirá una década desde que en Torremolinos, en el XVII Congreso Nacional del Partido Andalucista (PA), se aprobaba por amplia mayoría el inicio del proceso de disolución de este partido, que se consumaría cuatro años después, cuando se fue el último concejal. Era la muerte anunciada de un andalucismo que caló hondo en la sociedad andaluza, que llegó a gobernar durante ocho años en esta comunidad, que dirigió los ayuntamientos de muchas ciudades andaluzas de gran relevancia (Sevilla, Jerez, Algeciras, San Fernando, Écija, Isla Cristina, Almuñécar, Vera, etc.), que llegó a tener dos eurodiputados pero que terminó sufriendo un desapego absoluto por parte del electorado, hastiado quizás por tantas disputas internas, por tanto personalismo de sus líderes y por una sopa de letras de siglas andalucistas que terminó siendo muy difícil de digerir.
Los orígenes se pueden remontar más atrás pero el andalucismo concebido como partido político quizás se podría situar en 1971, cuando vio la luz la Alianza Socialista de Andalucía (ASA). Cinco años después, en 1976, pasaría a ser el Partido Socialista de Andalucía (PSA), que en febrero de 1984 dejaría caer la S para reconvertirse en el Partido Andalucista (PA).
Fueron estas siglas las que dieron más éxitos al andalucismo, sobre todo con los diez escaños logrados en las elecciones andaluzas de 1990 y con los ochos años, de 1996 a 2004, en los que formó parte del Gobierno andaluz en coalición con el PSOE y dejando su huella sobre todo en las áreas de Turismo y Deporte.
Pero es verdad que antes de esa refundación el PSA también consiguió otros hitos que a día de hoy serían imposible de imaginar, como los cinco diputados nacionales obtenidos en las elecciones generales de 1979 y los dos escaños logrados en las elecciones catalanas de 1980. Sí, dos andaluces hablando de Andalucía en el Parlamento de Cataluña. Increíble pero cierto.
Claro que de éxito se puede morir. Y de eso saben mucho unos andalucistas que antes de morir prefirieron herirse clavándose unos cuantos puñales entre ellos mismos. Fue cuando el alcalde casi eterno de Jerez, Pedro Pacheco, movido por su enemistad manifiesta con Alejandro Rojas-Marcos, con quien chocaba sobre todo por el acercamiento de éste a un PP que le hizo alcalde de Sevilla, fundó en 1993 el Partido Andaluz de Progreso (PAP).
La escisión fue durísima, con amistades rotas, instituciones con hasta dos grupos andalucistas –la Diputación de Cádiz entre ellas– y enfrentamientos mutuos que duraron tres años.
Le hizo daño, mucho, pero nunca pudo el PAP hacerle sombra al PA de manera considerable, y de ahí la primera reunificación vivida en 1996. Pero las heridas entre familiares muchas veces no cicatrizan jamás. Y eso pudo ser lo que le pasó de nuevo al andalucismo a principios de este siglo. Y es que en 2001, con el PA iniciando su segunda legislatura en el Gobierno andaluz y con Rojas-Marcos y Antonio Ortega como líderes espiritual y efectivo del partido, Pacheco volvía a romper la baraja resucitando las siglas históricas del PSA.
Y, ahí sí, ahí empezó a acabarse todo. En las municipales de 2003 y 2007 el nuevo proyecto del PSA salvaba mínimamente la cara con 55 y 60 concejales respectivamente en toda Andalucía, siempre con Jerez como referente. Pero su fracaso en las elecciones andaluzas de 2004 fue indiscutible, sin Pacheco pudiendo amarrar su escaño y, además, viendo cómo el PA lograba mantener sus cinco parlamentarios aunque, eso sí, teniendo que quedarse en la oposición.
Eran los estertores de un andalucismo que lo intentó todo por sobrevivir, pero ya era tarde. Ni Julián Ortega, ni Pilar González, ni el portuense Antonio Jesús Ruiz Aguilar lograron reflotar una nave que en 2008 se quedaba fuera del Parlamento andaluz, que cuatro años después repetía el mismo fracaso y que en 2015 oía como alguien daba la orden de abandono del buque.
Este vacío andalucista se ha notado sobre todo en Cádiz, que siempre fue la provincia fetiche del andalucismo. Porque aunque es verdad que en sus inicios pudo ser Sevilla la que puso en marcha esa locomotora blanca y verde, desde muy pronto fue Cádiz la que se puso a los mandos. Y esta afirmación viene refrendada con la fuerza de unos datos que confirman que 18 de los 42 escaños logrados por el andalucismo entre el Parlamento de Andalucía, el Congreso de los Diputados y el Parlamento europeo fueron ocupados por gaditanos (casi un 43%), por delante de Sevilla (once escaños) y Málaga (seis).
La importancia del andalucismo en Cádiz acarreó que en no pocas ocasiones los primeros espadas primero del PSA y luego del PA optaran por esta provincia para tener más garantías de éxito en las urnas, aunque no fueran de Cádiz. Pasó con Rojas-Marcos en las generales de 1979, con José Núñez en las elecciones generales de 2000 (el suyo fue el último escaño ocupado por un andalucista en la Cámara Baja) o con Pilar González en las andaluzas de 2012, sólo por poner algunos ejemplos.
Y aparte estaba el poder municipal, con hasta 23 alcaldes andalucistas repartidos en 15 municipios gaditanos desde 1979. El propio Pedro Pacheco (Jerez), Antonio Moreno y Manuel de Bernardo (San Fernando), Patricio González (Algeciras), José Antonio González Pavón y Juan Luis Morales (Villamartín), Ricardo Chamorro (Vejer), Emilio Rubiales y Javier Cabezas (Ubrique), Maribel Peinado (Puerto Real), Miguel Molina (Barbate) o Jorge Romero (Los Barrios) son sólo algunos de los alcaldes andalucistas más renombrados que ha habido en esta provincia.
“Se mata a un hombre, pero no se puede matar una idea”, dijo Blas Infante. Hoy la idea andalucista sigue latente, aunque de ella se han apropiado casi todos los partidos. El heredero natural del PA es Andalucía por Sí (AxSí), que intenta agrandar el hueco mínimo que se ha hecho en el panorama andaluz y gaditano, con cuatro alcaldías en la provincia de Cádiz. Su logotipo es una letra en forma de capitel y que está pintada en blanco sobre un fondo verde. ¿Saben qué letra es?
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