Aquel bumerán que destrozó al susanismo

Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 41

Hace seis años el sanchismo masacró a los susanistas de Cádiz al imponer la candidatura a las generales. Fue la réplica a una maniobra similar aunque no tan drástica que promovió el PSOE andaluz en 2012

Purga total al susanismo en las listas del PSOE por Cádiz al 28-A

Irene García: "La militancia del partido ha sido desautorizada"

Irene García no tuvo más remedio que poner buena cara en la presentación de las listas del PSOE al Congreso y al Senado impuestas por Ferraz en su totalidad para las generales de abril de 2019.
Irene García no tuvo más remedio que poner buena cara en la presentación de las listas del PSOE al Congreso y al Senado impuestas por Ferraz en su totalidad para las generales de abril de 2019. / Julio González

En Australia y en otras islas de Oceanía es un objeto de culto, un auténtico emblema nacional. Allí el bumerán no es sólo una de las primeras armas que se inventara en la Edad de Piedra sino que representa mucho más porque es el símbolo por antonomasia de los aborígenes de esa zona del planeta, algo así como una fuerza imperecedera de su cultura más ancestral.

El bumerán –versión castellanizada del anglosajón boomerang– es un bastón arrojadizo que consiste en un palo de madera curvado en ángulo, lo cual propicia vuelos circulares. Otra de sus características es que, cuando es lanzado con destreza, regresa en el viaje de vuelta a la mano de quien lo puso en vuelo. Esta característica tan peculiar hizo que el bumerán fuera usado en la antigüedad bien para aturdir o incluso matar a pequeños animales o bien para hostigar a la infantería enemiga durante la batalla.

En política cierto es que a veces se confunde al enemigo y se piensa no pocas veces que está dentro del propio partido político al que uno pertenece. Algo así pudo suceder en 2012 en el PSOE andaluz, donde algunos de sus mandamases lanzaron un bumerán para, con cierto éxito, aturdir y eliminar a algunos de sus adversarios internos en la provincia de Cádiz. Pero lo que no podían imaginar quienes usaron esa estrategia era que ese bumerán regresaría siete años después pero originando un destrozo absoluto.

Esta historia tiene dos episodios con muchas similitudes. El primero se localiza en febrero de 2012. El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, ya ha convocado las elecciones andaluzas para el 25 de marzo de ese año. En las filas socialistas existe un nerviosismo evidente originado por un PP crecido que, tras la mayoría absoluta lograda por Rajoy en las generales de noviembre del año anterior, se ve con opciones de sentar al fin a Javier Arenas en la Presidencia de la Junta, y también por la división interna. A principios de febrero, en el 38º Congreso Federal, Rubalcaba ha superado por la mínima a Carme Chacón y se ha convertido en el nuevo secretario general del PSOE. Ahora toca confeccionar las candidaturas para las elecciones andaluzas y en la dupla Griñán-Susana Díaz, que apostó abiertamente por Chacón, se intuye cierto aire de revancha contra los rubalcabistas.

Uno de estos últimos es Francisco González Cabaña, aún secretario general del PSOE de Cádiz y que celebró a lo grande el triunfo de Rubalcaba en el cónclave federal. Cabaña, que ya ha tenido enfrentamientos sonoros con Griñán y Susana Díaz, negocia con sus críticos en la provincia una lista de integración para las andaluzas, pero sin resultado. Así que ni corto ni perezoso cierra una candidatura sin un solo crítico. Y se aprueba por amplísima mayoría en un comité provincial en Paterna al que se niega a entrar medio centenar de griñanistas que no dudan en calificar de “dictador” a su secretario provincial.

Los susanistas de Cádiz se negaron a entrar al comité provincial celebrado en Paterna en el que se aprobó la lista a las elecciones andaluzas de 2012.
Los susanistas de Cádiz se negaron a entrar al comité provincial celebrado en Paterna en el que se aprobó la lista a las elecciones andaluzas de 2012. / Manuel Aragón Pina

La afrenta de Cabaña a sus críticos es efímera porque Griñán y Susana Díaz acuden en auxilio de sus correligionarios. Y apenas 48 horas después lanzan su bumerán. Y tras una reunión en Sevilla de más de seis horas la dirección andaluza del partido se cobra sus primeras víctimas tras modificar esa candidatura por Cádiz al Parlamento andaluz. Griñán respeta que Luis Pizarro se mantenga al frente de la lista pero impone al consejero Francisco Menacho en el número tres, al chiclanero Manuel Jiménez Barrios, delegado del Gobierno andaluz en Cádiz, en el número cinco, al roteño Rafael Márquez en el siete y a la jerezana Isabel Armario en el ocho. Y Cabaña termina aceptando con la excusa de que sólo hay dos imposiciones entre los seis primeros de la lista –que son los escaños que finalmente lograría el PSOE de Cádiz ese 2012– y no tres, como defendía Griñán en primera instancia.

Ese bumerán dejaba varias víctimas por el camino: el ya ex parlamentario andaluz Ismael Vaca, Raquel Arenal y el entonces concejal de San Fernando Carlos García Caballero, hoy desvinculado del PSOE, que explotaba hablando de “cacicada sin precedentes” y afirmando que “en política no puede valer todo, hacen falta unos límites”.

Las aguas en el PSOE terminarían volviendo a su cauce porque Griñán logró salvar in extremis la Junta pese a ser derrotado en las urnas por Arenas y porque los partidarios primero de Griñán y luego de Susana Díaz se harían con el control del partido en la provincia a mediados de ese 2012 con Irene García al frente. Y sería en ella precisamente en la que impactó de lleno aquel bumerán en su regreso siete años después.

Domingo 17 de marzo de 2019. Ese día se localiza el segundo episodio de esta historia. Apenas diez días antes, en un comité provincial en Medina Sidonia, el PSOE ha aprobado sus listas al Congreso y al Senado de cara a las elecciones generales del 28 de abril, las primeras convocadas por Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.

El proceso de elección de ambas candidaturas ha sido el habitual: se ha escuchado a las asambleas locales y ha sido aprobada en el comité provincial. Irene García y su ejecutiva han atendido incluso la única orden dada por Ferraz: el número uno de la lista del PSOE de Cádiz al Congreso debe ser para el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

Tras él figuraban en la cabecera de la lista al Congreso la diputada nacional Miriam Alconchel, el alcalde de San Roque y vicesecretario provincial Juan Carlos Ruiz Boix, la arcense Saray Soria y el sanluqueño Francisco Pizarro. Y los tres aspirantes a la Cámara Alta iban a ser el senador González Cabaña, la algecireña Isabel Beneroso y el ex viceconsejero de la Junta Fernando López Gil.

Pero cuando el proceso ya estaba culminado llegó la hecatombe. La dirección federal del PSOE anulaba ambas listas y las variaba en un 99%. Sólo se salvaba Marlaska. Todos los candidatos restantes eran borrados sin compasión. A la calle. Era una purga absoluta a los partidarios que había en Cádiz de Susana Díaz, la dirigente derrotada sólo dos años antes por Pedro Sánchez en aquellas históricas primarias y que en ese 2019 mantenía aún la secretaría general del PSOE-A pero no la Presidencia de la Junta de Andalucía.

Ferraz dejaba a todos los susanistas sin opciones de estar en Las Cortes Generales y recurría a los pocos sanchistas que había entonces en Cádiz –con los romanistas como corriente más destacada– y hacía un guiño contando con algún representante del pizarrismo.

De esta manera, en la lista al Congreso situaba tras Marlaska a la jerezana Eva Barco, al juez Juan Carlos Campo, a la ex alcaldesa de La Línea Gemma Araujo y al gaditano José Ramón Ortega. Y para el Senado daba vía libre a la isleña María Jesús Castro, a la chiclanera Cándida Verdier y al alcalde de Villaluenga, Alfonso Moscoso.

El golpe para el susanismo fue brutal. “Tomo nota”, se limitó a decir Susana Díaz. E Irene García fue un poco más lejos: “La militancia del partido ha sido desautorizada”, afirmó al destacar que los candidatos impuestos desde Ferraz no habían contado con el respaldo de las asambleas locales.

La fuerza con la que aquel bumerán regresó siete años después dejó al susanismo de Cádiz a la intemperie, y en cierto modo supuso una muestra de lo que era capaz de hacer el sanchismo para tener el control total del partido. El ordeno y mando de Pedro Sánchez acababa de llegar al PSOE.

stats