Entrevista Rafael Otero | Arquitecto de la reforma del Teatro Falla

"Los gaditanos tenían una gran necesidad de recuperar el Teatro Falla

  • Hace 30 años que el Concurso regresó a su casa tras una reforma integral y el arquitecto Rafael Otero narra cómo fue aquel reto que afrontó junto a su amigo y compañero José Antonio Carbajal

Vista del escenario desde la zona de palcos plateas, en obras.

Vista del escenario desde la zona de palcos plateas, en obras. / Joaquín Hernández 'Kiki'

Hace 30 carnavales el Concurso volvió al Teatro Falla tras seis años de reforma integral del edificio. Aquel 1 de febrero el pueblo de Cádiz se reencontró con su templo sagrado de coplas, que en las semifinales de 1991 sonaron a golpe de bombo, caja y la acústica perfecta de aquel recién estrenado coliseo.

Un ansiado encuentro sobre el que previamente planeó la sombra de que el Carnaval no volviera al teatro por el supuesto incivismo de la afición. El pueblo de Cádiz y sus carnavaleros se opusieron ferozmente y tras cuatro concursos celebrados en el Teatro Andalucía, los locutores Enrique Treviño y Enrique Márquez tuvieron el inmensurable honor de presentar la función de aquel día que estrenó la chirigota ‘El ladrón de Bagdad y to los demás de mentida’.

De la remodelación profunda del Teatro Falla se encargaron el arquitecto gaditano Rafael Otero y su compañero de estudio José Antonio Carbajal, que se toparon con un edificio en muy mal estado en 1984, que nunca antes funcionó como teatro.

Un proyecto que para Otero ha sido de los más importantes de su carrera profesional. “La sensación ante la gran acogida que tuvo la reforma fue muy grata, no tengo más que palabras de agradecimiento”. Recuerda el arquitecto “la relación afable que teníamos con los ciudadanos, pues había una gran necesidad de recuperar el teatro y constantemente venían a visitarnos para ver cómo iban las obras, tanto personas vinculadas con el Carnaval, como políticos y de otros gremios”.

Todos querían saber los avances del edificio por cuyo resultado se hicieron con el Premio Andalucía de Cultura a la Defensa del Patrimonio, del que siente un gran orgullo, y que formó parte del ambicioso proyecto de Recuperación de Teatros de España, para el que hicieron el informe de evaluación, “una iniciativa maravillosa con el que se recuperaron muchos teatros y, entre ellos, el de Cádiz”.

Para recuperarlo tuvieron el tiempo suficiente, reconoce, les dejaron hacer sin presiones ni corsés de ningún tipo, hasta conseguir todos los objetivos que se marcaron para reabrirle a la sociedad gaditana las puertas de la singular casa de los ladrillos coloraos. Porque, ante todo, Otero y Carbajal sabían la importancia de este teatro para Cádiz y su fiesta grande. “El binomio con el Carnaval y la sociedad era y es real, muy certero, el teatro es como la meca, es un coliseo de su tiempo y la gente tiene la necesidad absoluta de su reconocimiento anual”.

Por eso, aquella polémica que hizo peligrar remotamente el regreso del Carnaval a su templo tampoco tuvo mucha razón de ser para este experimentado arquitecto. “Hay que confiar en las personas y así se hizo y fue un acierto, tal y como puede verse 30 años después, pues no hay incidencia aparente debido a la celebración del certamen”.

Y eso que el Carnaval copa el cien por cien de aforo durante los más de treinta días que dura el Concurso, un lleno absoluto del que no muchos espectáculos de otra índole cultural pueden presumir. El Carnaval está impreso en el ADN del gaditano, como máxima manifestación popular y cultural y de esto fueron muy conscientes los arquitectos.

La revisión tras 30 años

Echando la vista atrás, Otero asegura que firmaría el mismo proyecto que entonces, salvo alguna cuestión tecnológica de la zona escénica vinculada a los avances de los tiempos, “aunque sigue funcionando maravillosamente”, así como la introducción de climatización en el edificio, que en aquella reforma no tuvo lugar por cuestiones económicas.

Si el proyecto volviera a caer en sus manos “volvería sobre los mismos pasos y al mismo proyecto”, y si lo hiciera en el estado actual “pues haría igualmente un informe resumen de estos 30 años para ver qué puede mejorar y qué ha funcionado perfectamente”. Lo que tiene claro Rafael Otero es que “debe haber un mantenimiento acorde a la actualidad para ver qué requiere en todos los aspectos, cuestiones escénicas como luminotecnia o tramoya, aunque el Falla con esa maravillosa caja escénica funciona a las mil maravillas”. Hay algo indiscutible y que no se practica mucho en este país y es “que el mantenimiento es la forma más adecuada de comportamiento frente a un edificio”. Más aún, en un edificio tan delicado como el Teatro Falla.

En este sentido y a sabiendas de los complicados momentos económicos por la crisis del Covid “no estaría de más elaborar un informe que recoja todas las incidencias de estos 30 años”.Reconoce la climatización como el punto pendiente, “existe una dificultad importante a la hora de introducir acondicionamiento de aire en el teatro, porque cada punto es importante en él, pero nada que no resuelva la arquitectura y un buen estudio del edificio”. “En algún momento se solucionará con un proyecto que no altere para nada la maravillosa fisionomía que tiene el teatro, es posible”.

Los retos del proyecto

“El Teatro quedó muy bien, incluso hubo presupuesto para exteriores y para remodelar la plaza Fragela”. “Un trabajo realmente grato –añade- porque todos los estamentos estaban a favor y hubo tiempo suficiente para realizar la obra con la capacidad de documentarnos, romper añadidos, consolidar y conservar”.

Para el arquitecto que tres décadas atrás atravesó las puertas de este edificio en pésimo estado, los principales retos pasaron “por los propios de carácter escénico, además de la consolidación de la estructura que estaba realmente mal”. Fue necesario sustituir los forjados, la restauración de la fábrica neoárabe de la fachada, la reparación de las cubiertas de teja plana a cobre, así como la dotación e instalación de equipamientos escénicos, pues no existían.

Otro de los hitos fue el montaje de la obra pictórica de Abarzuza restaurada, que fue obra de Juan Aguilar, y con quien tuvieron una gran sintonía. “Solo para el montaje se tuvo que crear un nuevo piso sobre el patio de butacas a tres metros del falso techo para desmontar la pintura, restaurar y volver a montar”. Para ello, recuerda, “fue necesario consolidar el soporte que había vencido por el agua”. Una obra, en definitiva, muy aparatosa, “pero muy bonita que supuso la recuperación de estas pinturas del techo de patio de butacas y también las del foyer”.

Otero vive actualmente en El Puerto y hace tiempo que no regresa al que durante años fuera su teatro, “me da mucho placer volver, y cada vez que lo hago me sigue impresionando, es realmente atractivo desde su fachada exterior neomudéjar tan atípica por la zona, hasta cada uno de sus rincones”. Confiesa que en general le cautiva “el maderamen” del Falla, “pues es maravilloso y funciona muy bien”. Lo que más, cualquier recorrido que desemboque en el patio de butacas, “por el gran volumen y la visión de todo el espacio hasta el techo”, donde está incrustada la pintura de Abarzuza. “Es un teatro que realmente tiene mucho encanto”.

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