La última restauración del Teatro Falla

"Participar en la recuperación del Teatro Falla fue un agradable esfuerzo"

  • Rafael Otero (Arquitecto). Rehabilitó el coliseo en 1985 junto a José Antonio Carbajal

1985. Ése fue el año. La hora, el momento de recuperar el Gran Teatro Falla de una vez y por todas. La oportunidad para acurrucarlo en el regazo de la sociedad gaditana, entre los mimos arrebatados por el paso del tiempo y encumbrarlo como el mejor enclave destinado a la cultura en la ciudad. 1985 fue el año en que empezó a despojarse de sus harapos, de la situación deprimente provocada por el abandono y falta de mantenimiento y de tomar el impulso para reconvertirse en el gran coliseo que es hoy.                        

Fueron los arquitectos Rafael Otero y José Antonio Carbajal los encargados de engalanar de nuevo la casa de los ladrillos coloraos. Y el informe sobre el estado del conservación del Teatro realizado en 1984, a instancias del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, el detonante de un proyecto que suponía la restauración integral del edificio.             

Hoy, veinte años después de su inauguración en 1990, Rafael Otero recuerda desde su estudio de la calle Veedor “la mezcla de fuerte alegría y sensación de miedo” que le recorrió el cuerpo el momento  en que llegó este encargo. “Para todos los que participamos en el desarrollo de la recuperación fue un agradable esfuerzo, que además tuvo muy buena acogida entre los ciudadanos y expertos”.                                                                                                                      

El proyecto que firmó junto a su compañero José Antonio Carbajal se centró, desde un punto de vista funcional, en la mejora de las circulaciones, la visibilidad de ciertas localidades y las condiciones de seguridad, mientras que en el terreno técnico el trabajo consistió en la consolidación de la estructura total, la sustitución de la cubierta, levantamiento de tabiques y compartimentaciones interiores, resanamiento de fachadas y mejora del equipo escénico.Un proyecto que le permitió adentrarse “en la arquitectura teatral, sus claves y así compartir el trabajo con magníficos artesanos, desde los carpinteros a los restauradores de los lienzos de Felipe Abarzuza”, dice.  Momentos dulces que, junto a algún que otro quebradero de cabeza, pudo compartir con Carbajal, “al que considero ante todo un amigo y por el que tengo un profundo respeto por su sentir como arquitecto y persona”.     

La rehabilitación del Teatro Falla respondió asimismo a la “maravillosa iniciativa  de Recuperación de Teatros en España”. Y es que “en aquellos años ochenta los teatros o eran salas de cine o estaban cerrados y destruyéndose”. De modo que su restauración lo convirtió en todo un hito cultural para la ciudad.                

LA REVISIÓN, 20 AÑOS DESPUÉS

Transcurridas dos décadas de la restauración integral del Teatro Falla, Rafael Otero echa la vista atrás y reflexiona. Reflexión que le lleva por el “obligado mantenimiento” al que debe someterse el Teatro. De haber sido así, no hubiera sido necesario un proyecto de la envergadura del que sufrió el coliseo en los últimos años de la década de los ochenta. Pero una de las cuestiones en las que ahonda el arquitecto es “el avance en tecnologías e instalaciones, la adecuación del Teatro Falla a las mismas y la continuación de esta labor”.             

       Precisamente la climatización del coliseo fue uno de los puntos esquivados en esta última rehabilitación. “Fue debatido en su momento y se tomó la decisión de no climatizar en frío porque el presupuesto disponible no alcanzaba”. Su respetuosa y efectiva ejecución, de cara a la estructura interior, la convertía “en una obra costosa, en todos los sentidos”. Ahora, Rafael Otero considera crucial “recuperar las innovaciones técnicas en clima, pero siempre que se contemple la dificultad que conlleva”, asevera.             

       Del resto, poco o nada que objetar, tal y como reconoció en 1990 el Premio Andalucía de Cultura a la Defensa del Patrimonio Artístico. “Un halago para todos los que participamos, ya que se trataba de la primera convocatoria de este galardón”. Una distinción que se suma a todo un rosario de buenas anécdotas. Como “las visitas programadas para los distintos estamentos o la propia inauguración por la Reina Doña Sofía”. De esto hace veinte años. Y los que quedan por venir.

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