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Enrique del Álamo | Gestor cultural

“Sánchez Casas era Quimera, era el motor del grupo y tenía liderazgo”

Enrique del Álamo, en Diario de Cádiz con un ejemplar de su libro sobre el grupo teatral gaditano Quimera.

Enrique del Álamo, en Diario de Cádiz con un ejemplar de su libro sobre el grupo teatral gaditano Quimera. / Lourdes de Vicente

Detrás del libro ‘Quimera, teatro popular’ hay un abundante y cuidado trabajo de investigación. Su autor, el gestor cultural Enrique del Álamo, empleó horas en conversar con protagonistas de aquella compañía y, de forma paralela, buscar y rebuscar en archivos y hemerotecas cualquier pista que le ayudara a construir esta obra que ahonda en la historia de un grupo que supuso “un hito relevante en la historia del teatro gaditano”, como escribe Del Álamo, y cuya alma máter fue José María Sánchez Casas, gaditano que después llegó a cumplir condena por su pertenencia al Grapo. El libro, editado por Mayi, se presentará el próximo 15 de marzo en la Asociación de Amigos de Fernando Quiñones.

–¿Cómo surge este libro?

–Todo empezó a raíz de conocer a Juan García, allá por los años 80 en una comisión ciudadana de cultura. Yo representaba al cine club Iuventus. Hablando con él, resultó que había sido un integrante de Quimera. Yo tenía entonces un conocimiento muy vago de aquello, pues en tiempos de Quimera yo era un adolescente...

–No estaba entonces entre los espectadores.

–No, no estaba entre el público. Apenas tenía 14 o 15 años. Recuerdo los carteles, escuchaba a la gente hablar de Quimera... Lo que a mí me vinculaba mucho con la cultura fue mi afición al cine: en el cine club y mi colaboración con Alcances donde conocí a Quiñones y a Marchante. El teatro entra en mi vida cuando profesionalmente me dedico a la gestión cultural y entro en el Ayuntamiento. En las conversaciones con Juan, tomando un café, me iba contando cosas y ahí empezó la curiosidad sobre Quimera. Vi que había poco relacionado con lo que se comentaba, salvo alguna cosa puntual. Con Juan saqué el compromiso de ponerme a investigar sobre Quimera.

–Y hay un amplio proceso de investigación detrás de este libro. Además de esas y otras conversaciones hay fuentes periodísticas y de archivos.

–Exactamente. Los testimonios directos fueron sobre todo con Juan García, Donato Patiño, Pedro Delgado, Paco Macías, José Antonio Gaciño, María Luisa Díaz y su hermana Librada...

–Estamos hablando de un amplio de trabajo de campo.

–Sí. Esto es fruto de un tiempo de maduración. Primero de investigación, que iba compaginando con lo que me dejaba mi trabajo, en archivos y hemerotecas, y luego iba quedando con ellos para conversar. Llegó un momento en que tenía varias carpetas, ficheros, mucha documentación, y aproveché el confinamiento para redactar todo. Hice un primer borrador, lo dejé madurar y aprovechando que me jubilé, empecé a hacer otro borrador y fui armando lo que es el libro.

–El libro es sobre Quimera pero el libro es, sobre todo, Sánchez Casas; su hilo conductor.

–Sánchez Casas era Quimera, como dice Pérez Casaux. Era el motor del grupo y una persona respetada por todos y que tenía liderazgo: dirigía, interpretaba, elegía obras...

–Llama la atención que fuera a Madrid para ver qué teatro se hacía en ese momento para elegir las obras. Iba a Madrid y veía a Alfonso Sastre, Bertolt Brecht... Estaba en la vanguardia de un teatro, además, comprometido.

–Claro, ten en cuenta que desde un principio ellos establecen su línea. Además, él mama el teatro porque su abuelo, el famoso Garratón, y su padre también hacían teatro; desde pequeño tenía ese prurito, aunque los que lo conocían decían que también le gustaba mucho pintar, pero el teatro le tiraba más.

–Son muy curiosas las crónicas de ‘La Información del Lunes’ y de ‘Diario de Cádiz’ sobre las representaciones de Quimera.

–Sí, lo son. Te das cuenta de que Quimera estaba muy presente en Cádiz, era popular, tenía seguidores, era conocido en la provincia; incluso fuera de la provincia sobre todo a partir de la entrada de Pérez Casaux, que le da cierto cuerpo al grupo y se abren hacia el exterior. Forman parte de aquel movimiento de teatro independiente con los escritos que mandan a la revista ‘Primer acto’, donde incluso en 1964 Quimera publica su manifiesto. Desde el primer momento saben cuáles son sus objetivos, que van puliendo a lo largo de su trayectoria hasta tomar una concienciación política a partir del mítico año 68, que fue un punto de inflexión desde sus inicios rebeldes.

–Entiendo que la palabra tardofranquismo que aparece en el subtítulo del libro es clave: Quimera nace en un momento no sé si de cierta relajación de una censura que seguía existiendo.

–Es verdad, a partir del 65 es cuando en este país empieza a notarse una leve relajación. También el franquismo se da cuenta de que tiene que aprovechar para decirle al exterior que la gente hacía teatro de Bertolt Brecht, aunque lo hagan un día y con poca gente y no se entere nadie... Además, Quimera hacía obras que ya se habían estrenado en Madrid: de Sastre, que fue un referente para Sánchez Casas y a quien conocería posteriormente; e igual pasa con el teatro de Brecht, en el que encuentran su poética, su estética forma. Ten en cuenta que las obras tenían que hacer un ensayo general ante un inspector y después se comprobaba que no había cambiado cuando se estrenaba en el teatro. Había un cierto aperturismo, aunque seguía habiendo censura. Ellos estaban vigilados.

–Muchas de las obras se estrenaron en el Colegio Médico.

–El Colegio Médico se convirtió en el espacio de ellos, de otros grupos de teatro y de otras actividades, también Alcances. Era un espacio un tanto versátil.

–Se relata en el libro el encontronazo de Quimera con Pemán cuando hicieron un recital con versos de Alberti. No se quejaba por que fuera el poeta portuense, sino por la forma de declamar, un tanto exaltada, de los jóvenes...

–Exactamente. Son dos concepciones diferentes de ver el teatro, lo que era vanguardia y lo que representaba Pemán como tradición teatral gaditana. Tenía muy claro su tipo de teatro y aquello le chirrió, no le gustó nada. Él decía que había tratado a Alberti, que le había escuchado recitar sus versos y que no era de esa manera... Hombre, claro que no era de esa manera.

–Quimera, según su libro, sufre una evolución y el grupo se rompe cuando el compromiso social de Sánchez Casas se radicaliza políticamente.

–Él entra en la OMLE (Organización de Marxistas-Leninistas de España). En una entrevista posterior con Juan José Téllez reconoce que le habían tocado desde distintas organizaciones políticas y que él entendía que estaba más allá del PCE. A partir del año 1969 hace actividad política y propagandística con la OMLE en los sindicatos, en Astilleros... Lleva también ‘El gallo rojo’, un periódico que tenía la OMLE. Él mantenía esa doble función, y había gente del grupo que sí pasaron a la OMLE con él, y otros que no, que se mantuvieron al margen aunque siguieron en el grupo con su compromiso social, pero no en la militancia. Hasta que decide que en 1973 se va a Madrid al comité central de la OMLE. Él dice que el teatro se le había quedado corto y la revolución lo llamaba. La militancia revolucionaria lo llevó por otros derroteros.

–En este punto no entra el libro.

–Yo me quedo en lo que es Quimera, en lo que es el grupo de teatro. A partir de ahí ya no es teatro, es otra cosa. Él deja el teatro. Muchos de los que lo conocieron piensan que hubiera tenido un cierto futuro en el mundo del teatro, tenía condiciones.

–¿Cuando cumple condena como miembro del Grapo y vuelve a Cádiz, siguió manteniendo una actividad cultural?

–Bueno, se dedicó a la pintura y montó un grupo de teatro, La Tralla, con unos chavales jóvenes.

–¿Tuvo usted relación directa con Sánchez Casas?

–No, qué va. No había iniciado aún el proceso de meterme a fondo con esto. Me arrepiento de no haber tenido una conversación con él sobre Quimera.

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