"Españoles de ambos hemisferios...
El presidente del Constitucional, Pascual Sala, ensalza la tarea de los diputados de ultramar en Cádiz, un sacrificio que apenas influyó en el devenir de sus naciones
Ramón Power, el enviado que llegó desde Puerto Rico para reivindicar igualdad de derechos de los españoles de un lado y otro del océano, muere de fiebres en Cádiz en 1813 mendigando a quienes le enviaron algo de dinero para subsistir. La aportación de Power a los debates de la Constitución de Cádiz es notable, pero de nada sirve. De nada sirve la Constitución de Cádiz. De nada sirve su viaje a ninguna parte. Power agoniza encerrado en Cádiz, rodeado de Atlántico.
Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional, cerró ayer en la Casa de Iberoamérica, antigua Cárcel Real, las jornadas de justicia constitucional iberoamericana explicándoles a sus colegas el hercúleo esfuerzo de un país en guerra, con sus representantes atrincherados en una ciudad amurallada y redactando un texto en el que se intentaba articular un territorio repartido en tres continentes, con 14 millones de kilómetros cuadrados y 26 millones de habitantes, 16 de ellos fuera de la metrópoli. Sala había escuchado el jueves al magistrado mexicano Cossío, que dijo las cosas claras: "La Constitución de Cádiz no tuvo influencia en las nuevas naciones". Aún así, defendió el papel de los diputados de ultramar, que, como Power, fueron destinados a ser olvidados en un lugar equivocado.
"La Constitución de Cádiz, como cualquier otra constitución, tuvo que hacer muchas concesiones para lograr objetivos como la separación de poderes, la soberanía nacional, la protección de derechos..." Cierto es que mientras España se desangraba, al otro lado, en el otro hemisferio, buscaban, como dijo Cossío, alternativas legislativas. Nada de lo que oliera a España y su nueva Constitución liberal servía para las naciones que estrenaban independencia. Sin embargo, España, desde Cádiz, "donde los diputados peninsulares conocían muy poco de la realidad de ultramar", se hacía un esfuerzo por satisfacer y justificar a esas decenas de diputados que habían conseguido llegar a transformar una nación yque, cuando regresaron, los que pudieron hacerlo, ya no era la suya. Arrancaron esa frase de "españoles de ambos hemisferios" y aquí Sala, ante sus colegas representados con las banderitas de sus países junto a las botellas de agua mineral, quiso incidir en que Cádiz "no trata a los territorios de ultramar como colonias, sino que en su espíritu, que no tanto en el texto, aspira a una identidad nacional compartida por todos los habitantes del imperio".
Pero ya es tarde, esa España inmensa separada por el océano, ese esfuerzo legislativo que bebe de Francia y Estados Unidos, se queda en un esbozo. "Importa más el movimiento que la literalidad del texto", justifica Sala. Lo cierto -y aquí el presidente del Tribunal Constitucional se rinde ante un magistrado mexicano- es que tendría que pasar mucho tiempo, hasta 1978, para que América volviera su mirada a España, admirara a España, que no rompiera más cadenas. En 1812 "no hubo oportunidades, no tiene sentido pensar qué es lo que hubiera pasado". Porque no pasó. Porque nada de esa Constitución que conmemoramos pasó. La de 1978 sí pasó y la Iberoamérica que se desprendía de los regímenes militares, de los partidos únicos, acogió ese texto como referente.
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