La imagen del abrazo entre el imán de Rubí y el padre de un niño de tres años fallecido en el atentado de Las Ramblas debe convertirse en la foto del año. Por encima del agrio debate, pero también necesario, acerca de la conveniencia o no de publicar imágenes cruentas y terribles, este abrazo demuestra que el odio no tiene la última palabra, y que más allá de las actuaciones lógicas y necesarias de las fuerzas de seguridad para evitar nuevas matanzas en nuestro país y en cualquier rincón del planeta -países menos mediáticos incluidos-, la sociedad debe aprender a distinguir, a no dejarse llevar por las corrientes que apuntan con su limitado teleobjetivo a todos los árabes y a todo el Islam como enemigos, igual que antes, hace ya muchos años, se incluían a todos los vascos en el saco del maldito terrorismo. Contra la estrechez de miras, apertura de mente; contra la generalización indiscriminada, abrazos.

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