Todos sabrán que ha terminado LA serie para algunos; esa serie con dragones, para otros. Sabrán, también, que el final de LA serie no ha sido a gusto de todos, o de muchos: la historia no-puede-terminar-así, que diría Kathy Bates empuñando un hacha. El fenómeno va de la mano de una moda que considero fascista en sus buenas intenciones (¿les suena el concepto?) y que ya empieza a campar por el escenario literario patrio. Los sensitivity readers, bajo el impulso de una mirada más plural, vienen a decir si un texto es "correcto" en su diversidad, en su consideración. Un concepto que puede terminar haciendo que las obras obedezcan a cuotas. O que, renegando de apropiacionismo, uno sólo se sienta vindicado a plasmar su propio punto de vista- ¿quién soy yo para ponerme en la piel de un cherokee?-, no vaya a ser que alguien -¡por favor, no!- se ofenda. Porque, por supuesto, sólo hay una forma correcta de contar las historias.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios