Hasta las luciérnagas pensaban que Pedro Sánchez iba a recibir un voto de castigo similar al tratamiento de la plaga, como si fuera el gusano del tomate o el piojillo de la naranja, ese que provoca una inasumible subida de los precios de la cítrica fruta. Pero el presidente sacó su manual de resistencia y resistió. Estaba claro que iba a luchar hasta el final el resultado electoral y no iba a entregar la cuchara voluntariamente. Lo ha pasado regular este último mes, casi tirando a mal: es difícil saber si su universo es predeterminista o caótico. Después de recibir la puñalada trapera de la confirmación del futuro cobro de las autopistas españolas, dejándolo por mentiroso, Sánchez se ha encontrado el día electoral con incendios y trenes paralizados que impidieron a algunos ciudadanos depositar sus votos en las urnas. Pero le dio igual. Ha subido dos escaños y tiene en la mano un pacto con Sumar, ERC, Bildu y PNV.

Pese al calor, Feijóo es capaz de tomarse un puchero hirviendo con tal de sembrar la duda sobre un proceso complicado donde el presidente le ha tildado de Trumpista. Tiene que tener el líder gallego una buena flora intestinal que le permita soportar la ingesta abusiva de lácteos que le supondría sentar a negociar al PNV y a Vox para poder formar gobierno. Es probable que esa conversación durara menos que un convenio de colaboración entre el Cádiz C.F. y el San Fernando C.D. Es imposible que los dos partidos políticos antagónicos compartan mesa y mantel durante cuatro años, repartiéndose las papas con chocos como buenos hermanos.

Cuando alguien analice la verdadera historia del poder explicará que Pedro Sánchez es inmortal como el cangrejo rojo del Amazonas, que no sé si es el mismo que denominan el cangrejo viudo, porque tras cinco años complicados donde ha sido un presidente "discutido y discutible" que diría su sponsor Rodríguez Zapatero, ha conseguido parar el batacazo electoral, e incluso ha movilizado a su electorado para subir los votos recibidos.

Son nuestra política y sus elecciones fuente de literatura negra, como el maravillosa Crematorio, novela escrita por Rafael Chirbes, que fue llevada a la televisión en forma de serie, una más de esas que podrán estudiarse y disfrutarse en el próximo Festival Internacional de series que se celebrará en Cádiz en octubre. Tenemos un cuarteto de políticos digno de encabezar una saga completa, siete temporadas: dos gallegos y dos madrileños. Ningún andaluz en la primera línea de batalla desde Felipe González -desaparecido en estas elecciones como si hubiera sufrido una indigestión de altramuces-, pese a que desde la Pepa siempre hubo andaluces universales y otros que deambularon por el mundo buscándose pan y habichuelas. 

Estas elecciones han sido complejas y calurosas. La gente ha tenido que guardar cola, mas no sólo para poder defender o revocar al sanchismo. Los partidos independentistas han recibido más o menos apoyos, pero ahí están, exhibiendo una vez más las vergüenzas del sistema D'Hont (yo lo llamo la Ley Don't): un voto no es igual a otro voto.

En resumen, probablemente veamos a Pistol Pedro Maravich erigirse nuevamente como presidente del Gobierno. Y habrá erecciones generales en media España al menos, mientras la otra mitad maldice su suerte. Nada nuevo bajo el sol. Ni cara a él.

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