Jesús Andrades
Ha nacido el Niño Dios
Y no digo que sea montonero o forre sus carpetas con fotos de Macarena Olona, sino que siguiendo esa categorización modernísima que tanto gusta a la pijoprogresía actual Leo Messi se ha vendido por el sucio parné, y por ende, es facha. Porque, como todos ustedes saben, si son millonarios, son fachas. Por eso Florentino Pérez, Esther Koplowitz, Juan Roig o el de Zara son -para algunos- de una estirpe indigna que en otra época fusilaba futbolistas pobres por las calles de España.
Como no soy culé y estoy más bien centrado en el equipo de viejas glorias que han montado Los Angeles Lakers de Lebron James, no he seguido con mucha atención este psicodrama futbolero de Messi. Lo cierto es que no deja de sorprenderme que la gente se sorprenda. Quiero decir, venimos de Laudrup, de Figo, de Luis Enrique… ídolos de masas que se marchan al máximo rival, ¿por qué no iba a irse Leo al PSG con Sergio Ramos, Neymar y Mbappé (que tiene nombre de café oscuro e intenso)? El argentino tiene ya treinta y cuatro años, una edad complicada para que un futbolista profesional (y su representante) saque una buena morterada en el mercado de fichajes. Si Leo no se iba ya del Barça difícilmente iba a hacerlo. Y eso implicaba palmar pasta. Mucha pasta, además.
El pobre aficionado, ese que aún se cree que los futbolistas sienten los colores de sus camisetas -salvo que sean de color verde- se traga las trolas letánicas con fruición: "He cumplido un sueño", "llego al equipo de mi infancia", "estoy en el mejor equipo del mundo", etcétera. La traducción quizá sea otra; pongamos por caso esta: "Me quise ir el año pasado y no me dejaron", "tengo que firmar otro contratazo, que el fútbol son dos días", "los muertos de Laporta", etcétera.
Tras dieciséis renovaciones, Messi se va a París a cobrar, dicen, cuarenta millones de euros al año. Un sueldo de facha, claro está. Bien por él, diría yo. Era algo realmente previsible para el que conociera un poco el mundillo del balón (es decir, para los no forofos). Eso sí, algunas comparaciones son más odiosas que otras: la leyenda del basket, Pau Gasol, jugó la temporada pasada en el Barça por muchísimo menos de lo que debería haber cobrado. Pero claro, el mayor de los Gasol es un hombre letrado y por eso se le perdona su facherío (que también ha ganado muchísimo dinero).
El fútbol se ha convertido en un deporte de fachas, más que de masas. Cualquier día sale Alberto Garzón, el ministro silente, a criticar las fichas de los jugadores (financiadas por los contratos de las casas de apuestas), y pide aplicar un límite máximo salarial para evitar que se despilfarre el dinero en sueldos de futbolistas. Que luego los niños ven los cochazos y los casoplones y aspiran a ser futboleros pro, a cumplir su sueño, a ir al equipo de su infancia, a fichar por el mejor equipo del mundo. A ser Messi, claro. Llenando España de fachas.
También te puede interesar
Jesús Andrades
Ha nacido el Niño Dios
Puente de Ureña
Rafael Duarte
Caminos de plata pura
Tribuna Económica
El exceso de regulación asfixia a las pymes
El parqué
El mercado se recupera
Lo último