Hoy es Viernes de Dolores. Señalado en el calendario cofrade como una señal que anuncia un fin de semana con sabor cofradiero, la inminencia del Domingo de Ramos. Pero este viernes doloroso no es igual para los cofrades, como tampoco lo es para los que no lo son. En realidad, quizás, no sea un buen día para muchas llamadas Dolores. Es tiempo de pandemia que todo lo ha cambiado, todo lo ha negado, también a la Semana Santa, de la que dicen que no hay y no es verdad, le ha negado su derecho ( o quizás, obligación) de salir a la calle. Son dos años ya sin procesionar.

El año pasado fue incluso peor por el confinamiento al que estábamos sometidos y las incidencias sobre la salud y sobre la vida que estaba certificando este maldito  virus.  Este año las cofradías se han reinventado para seguir manteniendo vivo el espíritu de estas hermandades que, en silencio, están manteniendo gran parte del auxilio social al que el Estado no llega. Cultos internos, visitas a casas de hermandades (algunas auténticos museos de arte), actos solidarios, caridad, etc. que sirven para recordarnos que no solo están para salir a la calle (su fin primordial) sino que también son corporaciones depositarias de enseres e insignias que benefician y enriquecen el patrimonio artístico de la ciudad.

Destacaba, hace unos días en una entrevista en este diario, el presidente de HORECA la potencia de la Semana Santa Isleña. Cierto, las cofradías isleñas han logrado hacerse con un lugar destacado en la Cuaresma de la provincia a base trabajo, dedicación y sacrificios personales. La ciudad lo agradece y responde a las peticiones de las cofradías. Quizás este tiempo de meditaciones más que de alegrías debería servir también para reorganizar algunos actos que pecan de reiteración, pesadez y de no muy alta elegancia con el potencial del que estoy hablando.

Habría que replantearse la elección del cartel oficial, no muy acertado en los últimos años, más acorde con las nuevas tendencias de otros lugares. También habría que reorganizar las presentación de dicho cartel, dejando el acto solo para lo que es. El paso de las procesiones por carrera oficial, limitando el tiempo en la misma. También habría que reinventar los actos de las cofradías, evitando las repeticiones de pregones y conciertos. Hay algo positivo, nos hemos librado de las mesas redondas sobre la carga isleña, que pesadez.

En definitiva, que de todo hay que sacar conclusiones para poder mejorar. Pero lo principal, la motivación de las hermandades para incrementar su patrimonio (que es el patrimonio de la ciudad) y de acudir siempre en auxilio de solventar las necesidades sociales. Dicen que este año no hay Semana Santa y no es verdad. Yo creo que si hay este año, aunque sin procesiones. Hay una cuaresma terrenal, la Pasión está en la tierra. Hoy la sociedad está sufriendo la violencia de una pandemia sanitaria que provoca dramas familiares y tiene, también, consecuencias económicas que provoca paro, desahucios, hambre y desigualdades, y que las cofradías acuden en su ayuda para hacerla menos visibles. Por eso cuando dicen que no hay Semana Santa no es verdad, porque aunque sea diferente existe de verdad.

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