(Notre) Dame Coca-cola

Los niños es lo que tienen, que son imprudentes. Lo cascan todo

Me pregunto si es más importante restaurar la catedral de Notre Dame o reforestar el Amazonas. Lo primero que hago es valorar las opciones y sus consecuencias. Si apagaran los incendios amazónicos y regaran su foresta estarían desperdiciando uno de los principales activos que tiene el ser humano: el agua. Con la cantidad de sed que hay en el mundo (de H2O, y de la otra también), con la de campos de golf que hay con jardinero de gorrito y regadera a jornada completa, con la de charcos acuíferos en los que meterse, con la de wiskis on the rocks que hay que rebajar, aparece una chiquilla (seguramente dirigida por el perroflauta de su padre) preguntando obviedades y poniendo carita de notificado de inspección fiscal. ¿A dónde vamos a llegar? ¿No se da cuenta la progresía que nuestros nietos sólo podrán beber agua potable si pertenecen a los extractos más altos de la sociedad? Los pobres, los tirados, los tiesos, los chungos (y la misma gente usando el género femenino) tendrán que hidratarse con Coca-cola del LIDL: o sea, cocacolizarse. Y los diabéticos, que se jodan con la Zero-zero.

No hay comparación posible: la catedral de Notre Dame es fundamental en nuestra cultura eurocomunitaria: todos hemos visto la película de Disney y hemos sido el jorabado Quasimodo alguna vez. Notre Dame es una metáfora de la vieja Europa que renace de sus cenizas cual fénix laico, o uno cristiano pagado con fondos laicos, o qué sé yo. Siempre es más importante reconstruir una iglesia porque en su baptisterio está Europa, digo Dios. El Amazonas es un río inmigrante que contiene cocodrilos del Orinoco. Tener cocodrilos en tus cenagales no es de europeístas; todo lo más, eurodiputados: zapato caro y carpetones de piel de caimán. Además, nunca se verá un cocodrilo en una catedral, lo que es otra razón para darle caña al chorreo, picado y resanado del monumento parisino.

Los niños es lo que tienen, que son imprudentes. Lo cascan todo. No entienden las complicaciones del mundo moderno en el que vivimos, del desvelo de nuestros políticos por dejarles un futuro mejor que el presente actual en el que el paro sube diecinueve mil despidos y condenan a multazos a los babosos que intentan besar a diputadas cadisto-andalucistas. La culpa es de los padres, claro está, que los llevan a colegios donde enseñan a los jovencitos a ejercer el pensamiento crítico cuando deberían estar viendo al Rubius y escuchando reguetón. Qué digo de los padres, ¡de los maestros! Listillos diplomados éstos del magisterio: bien podrían usar toda esa saliva que desperdician insuflando ideas (presuntamente) democráticas a los chaveas en regar el ardiente Amazonas. Si se aplicaran a ello con fervor podría producirse un maremoto que ríete tú de los de Japón. Lo cual también es una razón: a Notre Dame la atacó el fuego pero es imposible que haya un tsunami en París. ¿O no? Lo dicho, niña, brinda con Coca-cola y tenle respeto al señor alcalde.

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