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Puente de Ureña

Mitos, magia y azar

La gente cree que la suerte es un paquete de azares que ya tienes predestinado

Es verano aún. Estoy leyendo donde el pino se hace sombra, sobre los mitos mágicos y supersticiones de los reinos cristianos. Y encuentro un artículo sobre brujería en el que aparece Garcilaso de la Vega. El escritor confiaba en los agüeros. Le hicieron un vaticinio en el que moriría durante un viaje. Lo mataron en Soria, mística y guerrera, mientras oía misa. El otro Garcilaso, el que dominó y dio ritmo a los endecasílabos en España, sí murió durante un viaje, con las tropas de Carlos V, en el asalto de una fortaleza y expiraría en los brazos de San Francisco de Borja.

En ese tiempo la isla era un carenero y cuatro barcos. Logar de la Puente pobre y remendón de jarcias y mástiles. Y, claro, no se enteró de rituales, agorerías y hechizos tremebundos. Ya he contado la muerte de Blanquet, el olor a cera eclesiástica, prediciendo la de Joselito, Manolo Granero y Sánchez Mejías, aquella de Lorca llamando a la luna blanca para no ver la sangre.

El famoso cartel de Pozoblanco, con los toros de Sayalero y Bandrés, Paquirri, Yiyo y Soro, está en mi premio Alberti de novela, La memoria y el péndulo que lo vaticinó a pesar mío. A Bandrés lo asesinó un asalariado suyo, Paquirri y el Yiyo son tumbas y recuerdos, y el Soro quedó inválido para torear después de quinientas operaciones en las rodillas.

A Ernesto Pastor lo mató el toro Bellotero, gangrena gaseosa, de una inmensa cornada. Pero el azar, el agorerismo o la contramagia no estaban ausentes. ¿Era Pastor, jettatore? Porque se da la rara coincidencia que tanto Pastor, como Joselito y Malla, sus padrinos de alternativa y confirmación respectivamente, perecen por cornada.

Otro banderillero de Joselito, Enrique Ortega, Cuco, se degolló por propia mano con una navaja barbera, en 1926. Lo que añade peso al gafe que era el de Gelves.

El cartel de Pozoblanco seguiría dando muerte. Tomás Redondo Chies, apoderado del torero José Cubero 'Yiyo' fue encontrado ahorcado en la mañana de ayer en un apartamento, decían en ABC.

Aurelio Puchol, 'Morenito de Valencia' murió en Guayaquil, al recibir una cornada en el estómago de un toro de nombre Cique, ¿casi Psique?, de la ganadería de d. Lorenzo Tous, cuando el diestro de rodillas, toreaba de muleta. Relatan las crónicas de la época que un numeroso grupo de nativos que presenciaba la corrida al enterarse de la gravedad de la cogida (puesto que la profunda cornada en el vientre le produjo la salida del paquete intestinal) irrumpieron en aplausos pues creían que la muerte del espada era señal de buena suerte para los espectadores.

La gente es ansí, muy influenciable y desafortunada, la gente cree que la suerte es un paquete de azares que ya tienes predestinado. La gente vive inmersa en supersticiones variadas, no pasar bajo una escalera, derramar vino o sal, el gato negro diabólico, tocar madera, santiguarse en el bostezo, que la montera no caiga boca arriba… La verdad, que es sencilla como la estupidez, prevalecerá cuando a nadie le importe, si prevalece o no.

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