Manteca colorá

La situación es más triste que un perrillo abandonado al pie de una carretera: decenas de niños con sus rebanadas de pan untadas en manteca invisible, huérfanas de pringue deliciosa. Verdaderamente inaceptable

Le tomo el título prestado a la vertiginosa novela de Montero Glez ubicada en los bajos fondos de Conil de la Frontera (nota para despistados veraneantes: el pueblo que está al lado de Roche) publicada hace años. Desde allí nos desplazamos por la Nacional por la Ruta 66 andaluza y llegamos hasta Puerto Real, el pueblo donde venden las mejores palmeras de pistacho (y otros muchos sabores) de toda España. Allí, en un colegio en el que no trabaja la poetisa Rosario Troncoso, uno con nombre de columnista destroyer o de equipo de fútbol italiano -el Reggio- ha ocurrido un crimen de los de lesa humanidad, lo menos.

Se trata dicho ilícito penal de un acto pernicioso por el que, por varias razones, cambiaría yo mi forma de pensar y me convertiría en adalid de la pena de muerte. Y por garrote vil, vamos. Resulta que algún hijo de Medea aprovechó una oportuna security breach en el colegio Reggio para colarse en el local del AMPA. Una vez dentro, tras realizar un torpe trabajito como un Carromero cualquiera, decidió incautarse de un tesoro de incalculable valor: un cargamento de tarrinas de manteca colorá.

Los padres de esa asociación escolar habían comprado un palé o dos de ese aderezo sublime de la tostada mañanera para entregarlo a los alumnos con motivo del "desayuno andaluz", lúdico evento que se celebrará en muchos de nuestros centros escolares mañana con motivo del 28F. Pues los que nos hemos desayunado ayer hemos sido nosotros, pero con la noticia de que algún cafre había entrado a robar en el colegio Reggio y no le había dado por llevarse los libros de álgebra o, directamente, al profe de Física y Química, sino que había mangado toda la manteca colorá. La situación es más triste que un perrillo abandonado al pie de una carretera: decenas de niños con sus rebanadas de pan untadas en manteca invisible, huérfanas de pringue deliciosa. Verdaderamente inaceptable.

¿Puede haber un delito más grave? Ya les digo yo que no. Estoy convencido de que el mierdecilla hurtador de cremas nobles, ese Charolito de Aliexprés, será pronto atrapado por las fuerzas policiales. Ha causado un grave clamor popular, generando alarma social. Pero es que además los agentes lo harán para cuidar del bienestar de ese vulgar escupidor de aceitunas, porque si no lo pillan pronto, el ladrón enganchao morirá entre dolorosos estertores: en vez de por una sobredosis de jaco lo hará por una subida radical del colesterol colorao.

Estoy seguro de que Montero Glez -al que como Arturo Pérez-Reverte también he indultado- podría utilizar esta escalofriante historia para montar una de sus joyas chelis literarias. Mezclaría La casa de papel con Ocean's Eleven y narraría la historia de una banda de barones que en vez de atracar el Banco de España, la Fábrica de moneda y timbre o la nave donde guardan los alfajores los de Aromas de Medina, deciden desvalijar un caserío genovés en el que se unta manteca a manos llenas. Y colorá además. Le faltaría solo la prota femenina, pero esa ya la idean ustedes.

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