Hoy es vuestro día. Vientres vacíos, manos llenas. Las que habéis parido después del llanto y la tempestad, después de las decepciones, los imposibles, las inyecciones, una y otra vez, una y otra vez... Las de los ovarios deluto, las del drama lorquiano felizmente resuelto por la ciencia, las de las listas de espera, interminables, abominables, de una adopción que parece no llegar nunca. Hoy también es vuestro día, ¿acaso no es más vuestro? Las madres de dragones, curtidas en el fuego de la esperanza cuando el estado de buena esperanza es una especie de reino utópico, de isla de Huxley. Las madres de dragones con cicatrices de guerra en el anverso y en el reverso de la piel, las que se jugaron todo: la cartera y el equilibrio; lo contable y lo incontable. A las madres de dragones, a las desahuciadas por la naturaleza, a vosotras, hayáis o no conseguido el anhelo culpable de vuestro desvelo. Soy vuestra hija. Os quiero.

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