Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Ochenta días, creo. Sí. Es fácil perder la noción del tiempo con poco oxígeno y mucho miedo, y es que le tememos demasiado a la mascarilla en superficie. Nos tapamos la cara ante la incertidumbre y dicen que hacemos bien. Vale. Hay que protegerse. Pero lo cierto es que seguimos desconociendo una realidad superficial en la que braceamos como podemos sin saber que a veces se es más libre conociendo el fondo. Sería practico aprender lo que en buceo se conoce como golpe de riñón (sí, pasar las horas conversando con un amante de la pesca submarina me enseña mucho sobre el océano). Se trata de sumergirse bien, de ir hacia abajo, de entrar en vertical, venciendo la flotabilidad positiva, para descender unos cuantos metros en busca del silencio azul. No todo el mundo es capaz de hacerlo, ni es fácil la apnea voluntaria. Contener la vida en los pulmones y dosificarla para evitar el síncope. Moverse con destreza, manejar bien el aleteo en un medio aparentemente oscuro y hostil. Pero, ¿quién dice que no son más peligrosos los síncopes en tierra firme, por pura desesperación y asfixia? No lo tengo claro, y acudo a la prensa a diario en busca de información sobre cada fase, buscando instrucciones para nadar a favor de la corriente y así evitar caer en alguna red invisible de ésas que de verdad ahogan, como la perplejidad o la decepción, las lorzas ofendidas de un alcalde o la poca empatía hacia los docentes. Créanme si les digo que de verdad he tenido fogonazos de optimismo al pensar que saldríamos mejores y que este mal sueño nos daría una lección de humildad (lean el artículo de Pilar Vera “Ten cuidado conmigo”, en este mismo medio, más que recomendable). Pero me alejo, otra vez, de los buenos pensamientos y me mantengo a menos de un kilómetro de todo, cerca de los míos y de mí misma, para buscar un poco de cordura. Parecen una ensoñación los aplausos en los balcones, la música del Dúo Dinámico en la azotea del vecino, los brindis solidarios desde lejos y los arcoíris en las ventanas de las habitaciones infantiles. Parece una fiesta extraña o un castigo light del que no hemos aprendido nada. El chiringuito a rebosar como si nada y la crispación en el parking del súper, como siempre y más que nunca. Incluso ya hay quien se descalza a pesar de tantos cristales esparcidos por el suelo y finge que nada duele, que todo ha sido una broma y oculta los cortes en las plantas de los pies. No sé, no sé. Hace poco servidora buscaba consuelo en noticias alentadoras como el regreso de los delfines a las costas de Italia. El mar siempre como referencia de pureza. Ellos son más inteligentes y han vuelto a alejarse de la playa, buscando el silencio azul, en el que me gustaría perderme con ellos, agarrada a sus aletas, con un buen golpe de riñón.

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