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La esquina del Gordo

Estrategia y táctica

La moda, pues, no se centra en las estrategias y las tácticas para asegurar futuros estables, sino para reescribir a capricho los pasados y en saber navegar por las cloacas

La verdad es que son términos que tienden a confundirse; tan es así que para aclararme he recurrido al "sabelotodo", y leo: "La estrategia se ocupa de cómo ordenar y tener bajo control todo un proyecto. La táctica se encarga de aspectos puntuales y concretos que forman parte del plan maestro". O sea, la estrategia es el todo para lograr un fin y la táctica el fuego menudo para animar el camino. Para decirlo desde la vertiente política que se practica: estrategia es el objetivo final para hundir al enemigo para alcanzar el poder y la táctica la acción diaria para mantenerlo es ascuas. Y al público de la sala en la inseguridad por lo que pueda pasar.

Ahora la táctica es hurgar en las cloacas particulares o corporativas de los adversarios -enemigos, con todas las letras-, desde su más tierna infancia a la de sus antepasados, incluido, si llegara el caso, hasta John Wayne, que de leyenda ha pasado a ser un asqueroso supremacista. ¡Ojo!

Esto no quiere decir que los que manejan las hachas de los descréditos sean seres arcangélicos; quiero decir que el poder ya no está asentado en las virtudes morales, ni en las capacidades gestoras de quienes lo ostentan, sino en la facultad para ocultar lo podrido propio y de propagar las corrientes de mierda de los de enfrente a medida que se necesite. ¿Vivimos o no vivimos en un paraíso?

Ahora resulta que el señor Iglesias Turrión tiene trapos sucios. ¡Por favor, en este plan ni se sabe hasta donde PODEMOS llegar! Difundir aventuras de trileros o de bragas y calzoncillos -con ellos o sin ellos puestos-, no parece táctica adecuada cuando de lo que se trata es de evaluar otras capacidades, como se ha dicho. A este paso ni el Cid redivivo resistiría, porque el Cid, sabedlo, también fue otro sujeto que hoy levanta muchas sospechas por haber sido recaudador de impuestos a los moros. Y si de verdad hay que buscar indeseables, ahí están los faraones. ¡Abajo las pirámides!

La moda, pues, no se centra en las estrategias y las tácticas para asegurar futuros estables, sino para reescribir a capricho los pasados y en saber navegar por las cloacas y, claro, el pueblo resignado e impotente se pregunta: ¿Tendremos que ocultar que un antepasado nuestro fue negrero por haber trabajado en una carbonería? No queda ahí la cosa: ¿nos obligarán a mostrar público arrepentimiento por habernos emocionado mientras los marinos rezan la oración del ocaso: "Tú que dispones de tierra y mar, haces la calma, la tempestad. Ten de nosotros Señor, piedad, piedad, Señor, Señor, piedad". ¡Sensiblerías fascistoides! Ya, hay que comprender que no se puede avanzar con estás rémoras, que lo importante es bucear en la cloacas para que nadie, absolutamente nadie, esté seguro ni de sí mismo. Hay que acabar con los sentimientos. Hay que someterse a las ideologías aunque naveguen por las cloacas, que para eso ha vuelto el progresismo como la nueva Inquisición, para que nadie alardee, porque hasta el más santo tiene mucho que callar.

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