Retomo mi deambular por este hueco alambicado, tras más de dos años sabáticos.

Necesarios, saludables e higiénicos. En la trastienda, detrás de los escaparates, he seguido elaborando con la pluma. Ahora lo hago, más ancho que largo, apoyado en este pretil, desde el que intentaré describir: lo que vea, lo que palpe, lo que oiga, lo que piense.

Y todo acerca de lo que vaya ocurriendo en El Puerto, en esta ciudad que fuera de los mil  palacios. Ahora por inanición, desidia o mala suerte, vaya usted a saber, la de las mil oportunidades desperdiciadas, las de las - ni se sabe-,  promesas incumplidas.

Pretendo ser realista, y para ello me acercaré al lado positivo de lo que me rodea.Transmitiré sensaciones y vivencias y permaneceré ajeno a las polémicas. No echaré más leña al fuego, aunque cuando haga falta denunciaré aquello que me parezca deleznable. No podemos perder los portuenses -a los que van dirigidas estas líneas-, ni un minuto más. Este será el listón. Y asumiré, como ciudadano de a pie, la parte proporcional de la responsabilidad que me toque.

Desde este zaguán, evoco en la distancia un puñado de imágenes. Veo la playa de La Puntilla y los espigones amenazantes. Veo Puerto Sherry a medio construir o a medio derruir, que ya ni se sabe. Veo las dos Valdelagranas: la cementera, donde se agolpan las construcciones a lo largo y a lo ancho; y la verde y marismeña que aún conserva loque siempre fue. Veo también lo que queda de la costa oeste, que por cierto queda bien poco. Y veo la Iglesia Mayor Prioral, el Guadalete y el Castillo de San Marcos. Y también las escasas Torres-Vigías que otean el horizonte de nuestra ciudad.

No veo, sin embargo, la Playa del Aculadero, ni las casetas de La Puntilla, ni el Vapor, ni los Baños Termales, ni La Belleza, ni la sierra de San Cristóbal limpia de construcciones, como la veía. Ni siquiera un horizonte nítido sobre el modelo de ciudad.

Asumo esta nueva aventura -que llegará donde ustedes quieran- desde la que espero contribuir al debate sano y constructivo, que debiera permanecer siempre abierto, en esta convulsa sociedad portuense.

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