El Alambique
J. García de Romeu
Cuentos de Navidad
Ayer por la tarde, en el templete ubicado al final del paseo de La Puntilla, ocurrió un hecho insólito. Aproximadamente durante una hora dos mundos paralelos convivieron en el lugar: dos realidades distintas; la noche y el día; dos caras de una misma ciudad que en parte se abandona al ocio y a la diversión y en parte se rebela. Por un lado los locales y discotecas de moda de Puerto Sherry; por otro la concentración contra el turismo de borrachera. Arriba y abajo. La noche y el día. Una vociferando a través de los desmesurados decibelios de sus altavoces; la otra bramado con el aire de sus pulmones en el reclamo de que “El Puerto no se vende, El Puerto se defiende”.
La protesta, donde se pudo contar con cerca de un centenar de personas entre miembros de asociaciones y vecinos a nivel particular, comenzó puntual, a las 20:30 horas; sin embargo, ya desde bien temprano, se podía observar la llegada paulatina de asistentes en un goteo incansable que terminó por dejar pequeño e incómodo el espacio elegido. No solo se trataba de una asociación; la plataforma El Puerto para Vivir aglutina a Ecologistas en Acción, a la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, a El Puerto Resiste, a la Asociación de Recuperación de Bosque Autóctono (Arba), a Amal Esperanza, a Marea Verde y Marea Blanca, a la Red de Acogida, a la Federación Local de Asociaciones de Vecino (Flave), a Con los Invisibles, asociación de El Pueblo Marinero y al Foro por la Memoria Histórica de El Puerto. ¡Casi na’! No todos tomaron la palabra, pero si que algunos tuvieron el micrófono por un momento. “Vivimos en una sociedad donde todo el mundo tiene tiempo para todo menos para lo importante”, explicaba el representación de la asociación del Pueblo Marinero. “Las cosas no se degradan de la noche a la mañana, conlleva un proceso. Y ese proceso es el que estamos viviendo”, explicaba haciendo referencia no solo al turismo de borrachera, sino también a la proliferación de los pisos turísticos (uno de los puntos más aplaudidos y reivindicados ) o la contaminación tanto acústica como del resto del entorno natural, como los pinares, que suelen amanecer repletos de restos de botellón. “Esto no es cosa de solo unos pocos. Esto afecta a bastante gente para el único beneficio de dos personas”, aseguraron desde la organización. “Necesitamos acabar con la corrupción de nuestro Ayuntamiento. No queremos más Caraballos ni despilfarros con nuestro dinero público. ¡Esto no se lo vamos a permitir a este gobierno ni a ninguno otro que venga!”.
El Puerto, al menos una parte de él, no solo tenía ganas de manifestarse, sino también de gritar y hacerse escuchar por encima de los decibelios de su alter ego. Arriba en la manifestación también se escuchó música y se cantó. Las letras de reguetón fueron sustituidas por los grandes éxitos de este particular verano portuense: “¡Basta ya de vender nuestra ciudad!”, “¡Beardo dimisión!”, “¡El turismo de Germán nos destroza la ciudad!” o “¡Esto no es turismo, esto es vandalismo!”.
Por último una performance terminó por poner el broche de oro a la concentración. Por un momento los asistentes entraron en trance, en una especie de hipnosis. Al despertar, el grito unidos de todos hizo callar los altavoces de las discotecas. “¡Basta ya!”.
“Si salir de este modelo de turismo supone que El Puerto esté muerto está claro que preferimos un Puerto muerto, morio y rematao”.
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