Elecciones municipales

Historias de tres alcaldes de Cádiz

Una de las escasas imágenes de los tres alcaldes gaditanos juntos. Una de las escasas imágenes de los tres alcaldes gaditanos juntos.

Una de las escasas imágenes de los tres alcaldes gaditanos juntos. / Julio González

Hay una conexión muy estrecha entre Carlos Díaz, Teófila Martínez y José María González en el papel que todos han compartido como alcaldes y alcaldesa de Cádiz: los tres, a lo largo de sus respectivos mandatos, han tenido una estrecha relación con sus vecinos, superando la conexión ideológica de sus siglas políticas y superando, también, la popularidad de sus formaciones.

Con tres caracteres muy diferentes, Díaz, Martínez y González, ganaron sus elecciones gracias a su propia fortaleza como cartel electoral. Incluso por encima de su propia formación. Incluso superando las fronteras ideológicas del votante y consiguiendo el apoyo de los antagonistas.

Los tres, a la vez, se marcharon (Kichi lo hará en unos días) con la cabeza alta de dejar el cargo en San Juan de Dios sin perder una elección. Es cierto que no repitieron fórmulas: a Carlos Díaz lo descabalgó su partido en uno de los grandes errores de gestión de la política española en democracia; Martínez ganó su sexta elección seguida, pero sin la mayoría que le hubiera permitido mantenerse en el poder; y José María González deja ahora el bastón de mando tras ocho años en el poder, cumpliendo un compromiso previo.

Ya puesto, los tres han tenido en común la honradez en su trabajo, frente a otras ciudades, algunas cercanas, cuyos rectores han acabado ante los tribunales e, incluso, entre rejas.

El próximo 28 de mayo los electores gaditanos votarán su nuevo Ayuntamiento, el décimo segundo desde que la democracia volvió a las ciudades en abril de 1979. Será una votación hoy incierta en el resultado. Más incluso que la primitiva de hace 44 años, o aquella de 2015 donde la fortaleza de Teófila Martínez (tras cinco votaciones ganadas con mayoría absoluta) se enfrentaba a una inestabilidad social en toda España que le haría perder sorprendentemente siete concejales... y el gobierno.

Y es curioso, pero los tres llegaron a la Alcaldía sin proponérselos.

Carlos Díaz, proclamado alcalde en 1979. Carlos Díaz, proclamado alcalde en 1979.

Carlos Díaz, proclamado alcalde en 1979. / Bernet

Carlos Díaz, abogado laboralista, encabezó la candidatura del PSOE gracias a su porte, pues no formaba parte de ninguna de las familias que ya empezaban a constituirse entre los socialistas gaditanos, e incluso tenía un pensamiento más centrados que sus compañeros, baqueteados muchos en el movimiento vecinal.

Al final, las elecciones de 1979 las ganó la UCD de Adolfo Suárez, pero su candidato, Pedro Valdecantos, no pudo superar a la coalición de izquierdas conformada por PSOE, PCE y PSA.

Teófila Martínez llegó al PP de Cádiz también de forma inesperada.

La forzada salida de Carlos Díaz y el viento a favor que en el conjunto del país soplaba para los populares, hizo que Madrid apostase por esta cántabra radicada en El Puerto. Y eso que ella no quería. Más aún, en una entrevista con este diario llegó a afirmar que lo lógico era que alguien del PP gaditano fuera el que encabezase la candidatura.

Al final, acabó ganando las elecciones. Y las cinco siguientes, en varias de ellas siendo la alcaldesa (o alcalde) con mayor porcentaje de votos entre las capitales de todo el país.

José María González sí era consciente de ser el cabeza de lista de los anticapitalista. Pero, como comentó un día a este cronista un asesor de este grupo, la perspectiva no era gobernar, ni mucho menos. La intención era "jorobar" la gestión del gobierno desde la oposición.

Al final, el PSOE, que seguía hundido en la miseria tras la patada a Díaz, acabó votando a Kichi como nuevo alcalde de Cádiz, y el anticapitalista acabó ocupando el sillón de su añorado Fermín Salvochea.

Más allá de estas similitudes, los tres únicos alcaldes que ha tenido Cádiz desde el retorno de la democracia han gestionado la ciudad de forma muy diferente: desde estilo tranquilo de Carlos Díaz, pasando por el personalismo absoluto de Teófila Martínez, y culminando con el reparto de poderes impuesto entre los suyos por parte de José María González.

Los tres alcaldes han tenido sus conflictos internos. El más doloroso es que el sufrió Carlos Díaz cuanto se le sublevó la mitad de su equipo, entre ellos algunos de los que en su día fueron sus delfines. El alcalde ganó el pulso, pero las familias del PSOE gaditano no le perdonaron, y se lo hicieron pagar impidiendo que repitiese en la candidatura de 1995.

Teófila Martínez, triunfante tras su primera mayoría absoluta en 1995. Teófila Martínez, triunfante tras su primera mayoría absoluta en 1995.

Teófila Martínez, triunfante tras su primera mayoría absoluta en 1995. / Kiki

Teófila Martínez tampoco admitió una voz más alta que la suya en sus numerosos gobiernos, tras veinte años de mando. Los que lo intentaron acabaron en el ostracismo, e incluso alguno en la oposición municipal. En otros casos, cuando un edil se desviaba de su trabajo, en favor de gestiones particulares, era invitado a dimitir.

En cuanto a José María González, su carácter invitaba a evitar enfrentamientos públicos, aunque sí hubo tensión con sus ediles adscritos a Podemos (una formación que acabó torpedeando algunas de las acciones de gestión del equipo de Kichi), o los evidentes encontronazos con sus socios de Ganar Cádiz, que en estos ocho años han manejado tiempos y formas muy diferentes de llevar adelante la política municipal.

En muchas ocasiones no basta con contar con un buen equipo de gobierno para gestionar bien la ciudad. Para ello es esencial disponer de técnicos cualificados, conocedores del funcionamiento del Ayuntamiento y con conexiones con las restantes administraciones, incluida la europea (que cada vez genera más ingresos para los municipios).

Aquí tanto Carlos Díaz como Teófila Martínez supieron apoyarse en este equipo técnico, aún cuando el primero se encontró con funcionarios procedentes del franquismo, y la segunda con otros procedentes de 16 años de gobierno socialista. Esta confianza favoreció la gestión de la ciudad sin contratiempos ni sorpresas.

José María González, en 2015 con el bastón de mando. José María González, en 2015 con el bastón de mando.

José María González, en 2015 con el bastón de mando. / Julio González

La llegada de José María González rompió esta práctica. No tardó en actuar, en algunos casos mediante una clara persecución, contra veteranos técnicos a los que destituyó y les dejó en el ostracismo durante años. En su lugar puso a un personal que, en la mayor parte de los casos, no fue capaz de sacar adelante el día a día municipal. Todo ello ha pesado en la labor del gobierno anticapitalista durante años, y hasta ahora.

Los tres alcaldes de la democracia se encontraron con tres Cádiz y tres épocas muy diferentes (desde la economía global y local hasta las relaciones con otras instituciones e, incluso, la necesidad de superar una pandemia), que marcaron en mayor o menor medida la gestión de la ciudad.

El socialista Carlos Díaz llegó a una ciudad hundida, casi en la quiebra. Aún quedaban muchas calles sin asfaltar, con calles sobre tierra, sin redes de saneamiento. Una ciudad sin equipamientos culturales, sin bibliotecas de barrio, sin centros sanitarios.

Esta ciudad es una ruina

Todo era una ruina. Una ruina su emblemático Teatro Falla, una ruina su Catedral, una ruina su transporte público, una ruina su paseo marítimo. Y una ruina su economía, colapsada aún entonces por el coste que le supuso a la ciudad el pago del puente Carranza, que en aquel 1979 solo se podía cruzar previo pago de peaje.

Durante años, Carlos Díaz tuvo que hacer malabares para gobernar en la pobreza. Suerte tuvo de contar con varios de los equipos de concejales mejor preparados de todos estos 44 años. Y de un reducido grupo de técnicos, algunos procedentes del franquismo, que se pusieron manos a la obra para recuperar la ciudad.

La memoria es débil y el desconocimiento de nuestra historia más reciente más todavía. ¿Quién recuerda cómo estaban los barrios más pobres de la ciudad? Santa María, Pópulo, San Juan, La Viña, Cerro del Moro, Puntales, Guillén Moreno... La infravivienda, hoy casi historia, formaban parte de nuestras vidas.

Los gobiernos de Carlos Díaz pararon, en sus 16 años de gestión, el destrozo del casco antiguo y pusieron las bases para su remodelación, al igual que recuperó plazas y espacios urbanos.

Curiosamente, el socialista se topará con el escaso apoyo de gobiernos centrales y regionales también en manos del PSOE. Curiosamente este contrapoder será también patente durante el largo mandato del PP y el más corto de los anticapitalistas. Algo debe de tener esta ciudad para que sean contadas las ocasiones en las que desde más allá de Cortadura se nos ha atendido convenientemente.

Lo cierto es que Teófila Martínez llegó al poder en 1995 de la mano de una promesa electoral potente, difícil de igualar en todos estos años: el soterramiento de la vía del tren.

Cuando los socialistas limitaban su propuesta a la zona de San Severiano, poniendo macetas y paneles en el resto de la vía al aire libre, Martínez llegó con este compromiso, ya firmado en Madrid con José María Aznar si este alcanzaba la Moncloa. Y la alcanzó.

Lo cierto es que Martínez logró en sus primeros mandatos contar con un lobby dentro del propio Gobierno central favorable a los intereses gaditanos. Del mismo le llegó el dinero para el soterramiento, la aportación especial por la insularidad de la ciudad y la construcción del puente de la Constitución, además del apoyo indirecto a la hora de obtener fondos europeos que financiaron otras mejoras en la ciudad.

Los veinte años de gestión popular dieron para mucho. Por lo pronto la ciudad que se encontraron no era el Cádiz en ruina que recibió Carlos Díaz de la dictadura, aunque sí acumulaba diversos déficit y obras sin terminar ante la falta de fondos en la Hacienda local.

La presión política ante la Junta favoreció el desarrollo del ambicioso plan de rehabilitación del casco antiguo, a la vez que se reactivaba la construcción de vivienda pública.

Fueron tiempos, también, del nacimiento de un nuevo barrio en una ciudad casi sin suelo: el de Astilleros, y de la llegada del gigante de El Corte Inglés.

Imagen aérea del casco antiguo de Cádiz. Imagen aérea del casco antiguo de Cádiz.

Imagen aérea del casco antiguo de Cádiz. / D.C.

Esta etapa de gobierno dio continuidad a la apuesta de Cádiz como sede de eventos náuticos. Todo comenzó con la Gran Regata Colón 92, que se ha ido repitiendo con los tres rectores municipales hasta situar a Cádiz como referente en este tipo de eventos.

Estas regatas fueron el preámbulo de un doble descubrimiento de la capital como ciudad capaz de ser sede de grandes eventos nacionales e internacionales, y como ciudad turística.

La conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812 y la sede de la Cumbre Iberoamericana dio brillo a la ciudad a lo largo de 2012, aunque el Ayuntamiento tuvo que tirar con recursos propios, como pasó con la Colón 92, para sacar adelante el primero de los acontecimientos. Años después, Cádiz volvió a triunfar como sede del Congreso Internacional de la Lengua Española.

En todos estos casos, los rectores estuvieron a la altura de las circunstancia, y en todo estos casos se supo trasladar a la ciudad la relevancia de estos eventos, con una implicación de los vecinos más que notable. Y eso que la implicación vecinal en la vida de la ciudad tal vez haya sido una de las cuestiones pendientes que los tres alcaldes han ido dejando en el ‘debe’ de estos 44 años de gestión de la ciudad. Siempre ha sido más sencillo controlar o intentar eliminar el movimiento asociativo aprovechar sus conocimientos para mejorar la ciudad.

El 28 de mayo, o semanas más tarde si no hay un partido que haya ganado por mayoría, se conocerá el que será el cuarto alcalde de la democracia en Cádiz.

Los tres que salen con posibilidades, Bruno García, Óscar Torres y David de la Cruz, comparten, a priori, capacidad de diálogo. Falta hace en Cádiz sobre todo cuando quien asuma el bastón de mando tendrá que perfilar la ciudad para las próximas décadas.

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