Cádiz CF

Aquel milagro del Cádiz CF apadrinado por Orúe

  • Se cumplen 20 años del inicio del proyecto bajo la mayor inestabilidad en la historia reciente del club que llevó al equipo, de la mano del jerezano, a ser campeón del grupo IV de Segunda B

Carlos Orúe extiende el brazo izquierdo para realizar una indicación al equipo en la campaña 2000-01.

Carlos Orúe extiende el brazo izquierdo para realizar una indicación al equipo en la campaña 2000-01.

El cadismo está en total disposición de poder afirmar que en la temporada 2000-01 su equipo volvió a nacer. Así es. Hace 20 años, la situación del Cádiz CF era la de mayor inestabilidad en la época reciente. Sin dinero, sin dirigentes y casi sin equipo, Carlos Orúe fue el 'bombero' elegido para un proyecto que, de lo que se le prometió al entrenador a lo que tuvo al final en sus manos, nada tenía que ver.

Una temporada al filo del cuchillo desde la primera respiración. Los responsables del grupo ADA -gestores del club desde la campaña 1998/99- decidieron apartarse pero muy a su manera; algo así como ni como ni dejo comer. Me voy sin irme y dejo la puerta cerrada para que nadie se asome. Bajo este escenario, Orúe se encontró con pocos profesionales para el equipo, sólo tres fichajes (Julio Puig, Mara y el portero Ramón) y hasta una docena de canteranos del Cádiz B a los que tuvo que recurrir.

No había que ser un lumbrera para darse cuenta que el técnico tenía en sus manos un equipo roto mental y anímicamente, cuyo teórico potencial dejaba tan lejos la zona de play-off como cerca el peligro de irse a Tercera. El 'enfermo' casi terminal que vestía de amarillo iba cogiendo aire donde podía. El Real Betis vino gratis al Trofeo Carranza y su caché pasó a las arcas del club; la afición y la ciudad se volcaron cuando no había dinero para viajar y la retirada de la Liga era una realidad. Sucedió antes de ir a Ceuta y a Granada, en una primera vuelta en la que la cabeza de Orúe y sus chicos no daba para más.

El Cádiz alcanzó el ecuador de la Liga de mitad de la tabla hacia abajo y cuatro puntos por encima del descenso. En esas 19 primeras jornadas, el club fue algo así como el camarote de los hermanos Marx. Un empresario jerezano llamado Antonio Mendoza fue como el Guadiana en cuanto a aparecer y desaparecer en tiempo récord entre el compro o no compro. Su desesperación le hizo contactar con un japonés llamado Masato Horita; inolvidable su rueda de prensa en el Hotel Playa Victoria, prometiendo el oro y el moro y regalando botellas de vino etiquetadas 'made in Cádiz CF', mientras el equipo, encerrado en Carranza, esperaba qué poder comer al día siguiente.

Antonio Muñoz observaba la jugada con ganas de volver y la precaución del gato que huye del agua. Cuando de nuevo tomó el control del club no es que llovieran los billetes, pero sí hubo mayor calma para que Orúe le dijera a sus chicos: "Sólo nos mantendrá con vida ganar cada semana". Y así fue como el padrino del milagro no perdió en toda la segunda vuelta; 19 encuentros invictos en los que sólo encajó dos goles.

El Cádiz de unos pocos profesionales desequilibrantes como Armando, Cortijo, Raúl López, Puig, Duda, Mara, Sastre, Zafra y pocos más, y un puñado de chavales de la cantera con más alma, 'testiculina' y corazón que experiencia, se alzó con el título de campeón por encima de potenciales como Xerez, Granada, Almería o Ceuta.

El milagro de aprender a ganar como único camino hacia la supervivencia le vino como anillo al dedo a Orúe, capaz de hacer campeón a un grupo de futbolistas unido por las cosas del destino porque aquella temporada los proyectos durmieron en los cajones.

Un gol, sólo un gol le faltó al equipo para redondear la faena de subir a Segunda A. Hace dos décadas dio mucha rabia y, provocado por el desencanto, se dudó de algún que otro planteamiento en la liguilla. Pero 20 años después y visto lo que le ha costado al Cádiz ese ascenso posteriormente con auténticos equipazos, lo de la 'banda de Orúe' tuvo un mérito de campeonato.

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