Cádiz CF

El control de las emociones

  • Si el campeón de invierno pretende aspirar a lo máximo en la segunda vuelta, no puede caer en la trampa de los mayúsculos errores arbitrales que le haga perder los papeles

Salvi, en el suelo fuera del campo tras sufrir una dura entrada en el partido contra el Numancia.

Salvi, en el suelo fuera del campo tras sufrir una dura entrada en el partido contra el Numancia. / Fito Carreto

El tremendo sopapo que el Cádiz CF recibió en casa en el último partido del año fue tan inesperado como lo es el liderato prolongado en el tiempo y la diferencia que sostiene sobre sus rivales directos. Nadie podía imaginar un dominio tan autoritario del equipo amarillo en la mitad inicial del campeonato. Pocos podían prever un castigo arbitral tan severo, un factor que resultó determinante en el devenir del encuentro ante el Numancia.

La derrota frente a la escuadra castellano-leonesa, rodeada de circunstancias adversas y hasta extrañas, dignas de estudio por parte de Iker Jiménez, no empaña una formidable primera vuelta que mantiene intacto el sueño del ascenso a la máxima categoría. Lo sigue teniendo en su mano el Cádiz CF pese al mal sabor de boca que deja la última cita antes del parón navideño.

El primer revés del curso en el estadio Carranza no supone un quebranto de las expectativas porque cabe encuadrarlo dentro de una mala noche que puede tener cualquiera empujado por situaciones nada habituales. Cuando el colegiado se convierte en el triste protagonista, todo salta por los aires. Es difícil jugar a la vez contra el rival, el árbitro y el VAR... y contra sí mismo. Los nervios atenazaron a los locales, incapaces de ejercer un mínimo autocontrol.

Todo se fue al garete a raíz de varias decisiones del juez de la contienda, en contra, que desequilibraron a un equipo que extravió el sentido común que suele aplicar sobre el césped.

Los amarillos dejaron de hacer lo que mejor saben, se diluyeron como un azucarillo y después llegó todo lo demás en una sucesión de hechos concatenados que pareció pergeñada por guionistas de series de terror.

Pese a cobrar ventaja con un gol de Alberto Perea, se impuso la realidad de una derrota hay que tomársela como una lección que debe servir de aprendizaje. Lo que no había conseguido ningún rival durante la primera vuelta lo logró el árbitro en pocos minutos en la segunda parte. Los jugadores cayeron en la trampa, se fueron del partido y el Numancia no perdonó cuando le llegó su momento.

Además del oponente, que acumuló sus méritos (marcar cuatro goles lejos de casa es una hazaña), el que derrotó al líder fue Rubén Ávalos Barrera. Ese fue el pecado del Cádiz CF, que se dejó arrastrar por la pésima actuación del dueño del silbato.

El monarca de la Liga pecó de inmadurez, se desquició por completo y cuando quiso reaccionar con garra ya estaba con dos goles de desventaja y un futbolista menos. El arranque de orgullo llegó a abrir la posibilidad del empate, pero todo se había torcido y ya era tarde.

La conclusión que deja el compromiso que dio carpetazo a 2019 es que si el líder quiere continuar en lo más alto, no le queda otra que saber lidiar con los imponderables de un partido, en este caso con las raras decisiones tomadas desde la sala del VAR y por el árbitro. El novedoso sistema no ha hecho sino trasladar la polémica a otro lugar, porque los errores continúan a la orden del día, y lo peor, después de pasar por la prueba del algodón de las cámaras.

El aspecto mental adquiere una relevancia suprema en el deporte profesional y el equipo de Álvaro Cervera no tuvo la cabeza fría en los momentos más delicados. Se le fue la olla hasta límites insospechados y el efecto no pudo ser más negativo: volaron los tres puntos preso de un ataque de nervios.

No basta con preparar a fondo los partidos en todas las facetas del juego (estado físico, táctica, estrategia, estudio del rival…). El control de las emociones es básico. Ya no vale para lo que sucedió el sábado, pero sí para lo que está por venir en una segunda vuelta que se presenta harto complicada.

Si el Cádiz CF quiere aspirar al premio gordo, debe gestionar con el corazón y la cabeza todo lo que acontezca sobre el rectángulo de juego. Si falla en el apartado emocional, se acabará despeñando.

Cervera no quiso centrar su atención en la nefasta actuación del colegiado en el partido contra el Numancia. De hecho, el entrenador del Cádiz CF afirmó que el árbitro no fue el culpable de la derrota.

Al técnico le preocupan más los fallos de su equipo que las polémicas decisiones que pueda adoptar el trencilla de turno. La corrección de los errores depende del trabajo equipo. Lo que hagan los colegiados queda fuera de control.

Cervera vio clave el gol del empate que marcó el cuadro soriano cinco minutos antes del descanso. El tanto fue un regalo navideño que no casa con la conocida solidez del líder que se evaporó en un saque de esquina muy mal defendido. Balón colgado al segundo palo, un rival arrastra a varios jugadores y Derik aparece sin que nadie le estorbe para cabecear con acierto.

De nada se puede culpar al árbitro en ese error grosero que rompió la tranquilidad con la que hasta entonces se desenvolvía el Cádiz CF.

El equipo no supo manejarse con un futbolista menos. No tardó en descoserse tras la expulsión de Salvi, sobre todo con el penalti absurdo que cometió Espino con una entrada a destiempo dentro del área que puso el partido cuesta arriba. Con el marcador en contra en inferioridad numérica, al Cádiz CF le faltó templanza y sin tiempo para asimilar los golpes recibió el tercer gol en una jugada de nuevo mal defendida.

Se amontonaron los fallos, la precipitación emergió como la espuma y un partido que estaba controlado en la primera parte se fue a pique en la segunda.

No dar pie a que el árbitro pueda equivocarse, porque los errores son constantes. Esa es la nueva tarea que le espera al campeón de invierno a la vuelta de las vacaciones navideñas.

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