Un oasis gaditano en el desierto

Las arenas de Marruecos unen a Juan Luis Jiménez y a un marroquí tras un viaje inolvidable

El albergue Itran cuenta con varias habitaciones entre sus instalaciones y con espacios abiertos para los viajeros que quieran descansar.
José Juan López / Cádiz

21 de enero 2008 - 05:00

Últimos días de 1999, el mundo estaba a punto de acabarse y un gaditano iba a cambiar su vida. Quizás decidió coger su coche aquel día de diciembre para alejarse de las tecnologías y refugiarse en un lugar ajeno a los cables, a las posibles catástrofes, y que mejor sitio para ello que el desierto de Marruecos. Allí conoció, en medio de las dunas, a Lhou, un bereber que lo acogió en su casa de adobe y con el que vivió una experiencia inolvidable. Este gaditano se llama Juan Luis Jiménez y lleva ocho años volviendo a Marruecos para ver a su amigo. Este gaditano ha llevado a su familia hasta la casa de adobe de su amigo. Este gaditano ayudó a su amigo a crear un hostal con el que ahora se gana la vida. Este gaditano pasa sus fines de año observando las estrellas desde las dunas del desierto.

Juan Luis describe la casa de Lhou de la siguiente forma. "Su casa de adobe era diferente al resto, ya que estaba levantada un metro del suelo. Me dijo que un día el río pasó y se la llevó, por eso la elevó". Dice que la razón principal que le llevó a volver tras el primer viaje es la hospitalidad que recibió del bereber y que para él ayudarlo a crear un albergue fue como ayudar a un hermano. "No me importó realizar un esfuerzo económico para construir su hotel en el desierto. Se trata de un pequeño edificio de cemento recubierto de adobe que apenas cuenta con cuatro habitaciones, pero que le permite a Lhou tirar hacia adelante". Itran es el nombre del hostal, que en bereber significa estrella. Afirma que al bereber le importa tener clientes de calidad y no tanto el dinero, que las costumbres allí son diferentes. "No le importa el dinero, antes era artesano del mármol y tiene otras necesidades".

Habla del turismo y el estado en el que se encuentra la zona. "Es fácil encontrarse con carabanas de cincuenta todoterrenos recorriendo las grandes dunas y con hoteles donde se hospedan cientos de personas, pero lo que nosotros hemos construido es algo más familiar, no usaremos coches sino camellos, y no habrá nunca demasiadas personas sino las justas y necesarias".

Entre las mayores dificultades con las que se toparon a la hora de crear el albergue, a parte de que no fue tarea barata, está el problema de las licencias, ya que hay que moverse mucho y las autoridades marroquíes ponen muchos problemas a la hora de conceder las licencias entre otras cosas porque los sobornos están a la orden del día, asegura.

El choque cultural no ha sido un impedimento para que estos dos hombres hayan unido sus vidas en medio de la nada. "Él es un hermano mayor para mí. Uno de los primeros días que estaba en su casa había un grupo de musulmanes rezando y me uní a ellos para integrarme porque creo que es la mejor forma de que te acepten. Tienen una cultura diferente a la occidental sustentada de otros dogmas, por ejemplo, los novios se casan sin conocerse previamente, pero es algo que hay que respetar, allí las casas están muy separadas y resulta muy complicado conocer a nadie, es normal que las relaciones sociales sean diferentes a las occidentales. Hablan todo el día, no hay tele, quizás por eso sean tan especiales sus relaciones".

4 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último