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El hueco que deja Los Pabellones

Sociedad

El bar, que regenta Pepe Gómez, está cerrado temporalmente desde ayer al iniciarse las obras de rehabilitación de la finca que hace esquina entre San Juan de Dios y Plocia

El bar Los Pabellones cerró sus puertas. /Lourdes de Vicente
Rafa Burgal Cádiz

05 de agosto 2014 - 01:00

La esquina de la plaza San Juan de Dios con la calle Plocia tiene desde ayer un ambiente diferente. Falta el bullicio de uno de sus bares. 82 años de vida que se interrumpieron ayer temporalmente con el inicio de las obras de la finca que en su bajo alberga a Los Pabellones. Azulejos blancos desprovistos de sus cuadros. Una barra que ya es historia. Unas obras de seguridad que durarán unos meses y que harán que este lugar palpite de una manera diferente.

Un bache que fue lugar de paso para los trabajadores del puerto y de Tabacalera. En 1932, Dámaso Gómez, abuelo de Pepe Gómez, actual propietario, adquirió este negocio y se trasladó desde La Machina, el establecimiento que regentaba en el muelle gaditano.

El primer día de su nueva vida Pepe Gómez no se separaba de Miguel Clares, presidente de Los Pabellones y una de las almas que dan vida a este templo. Un rato de charla sirve para comprobar el cariño que le tienen sus clientes, tanto como para sumarse a ella y completar su historia y su anecdotario.

Pepe comenzó a trabajar en el bar hace más de 40 años, con su padre al frente. "Cuando yo era chiquillo y estaba en el instituto Columela, ya echaba un cable por las tardes, pero fijo estoy desde 1973", comenta. Reconoce que estar detrás de la barra no era su destino, aunque ya no se puede separar de ella. "En mi casa somos seis hermanos, cinco hombres y una mujer. Si en el 70 le preguntas a mi padre quién se iba a quedar con el bar, te podría decir hasta mi hermana antes que yo. Y al final, esto es mi vida".

La relación entre el muelle pesquero y Los Pabellones era tan íntima que se convirtió en el heredero de La Machina, siendo el lugar donde se realizaba el reparto de los provechos. "Eso ha durado hasta hace pocos años. La misión del marinero era coger el pescado y meterlo en cajas. El pescado se mantenía mejor si lo abrías. Al hacerlo, sacaban las huevas. Eso lo vendían fuera y al muelle venían a comprarlo", explica Pepe.

No se esconde al contar que en el bar se repartían hasta "15 millones de pesetas diarios", ya que "el dinero que existía de eso se traía a Los Pabellones y me encargaba de repartirlo". Sin embargo, Pepe apunta que la aparición del impuesto del IVA en 1986 hizo que "hubiera que venderlo por mediación de los armadores", lo que unido al descenso de la actividad pesquera provocaría la desaparición de este negocio. "Eso se ha perdido porque ya no hay barcos pesqueros. Antes había como unos 90. Ahora no queda nada".

Un cambio que ha afectado en la relación entre el bar y el puerto. "San Juan de Dios a las seis de la mañana era una feria y ahora lo que puede haber a esa hora es algún mamarracho. Yo he seguido abriendo a las seis y creo que soy el único porque antes estaba Pepe el de los Negros y se ha jubilado, por lo que nada más que quedo yo".

En un lugar tan céntrico, es un sitio de paso para muchas personas. "Cuando venían los futbolistas del Real Madrid a la presentación del Trofeo Carranza, yo recuerdo que venían Di Stéfano, Gento y Betancort, el portero. Ese era fijo en Los Pabellones". O el payaso Popey. "Venía con la mujer y el hijo. Lo pasaba de categoría y venía a enterarse de los últimos chascarrillos que había y después los decía en el circo", relata.

Y del muelle pesquero a ser símbolo del Carnaval. Los inicios, tal como cuenta Pepe, están en que "Paco Alba paraba aquí con Macías Retes y con el Ratón. Era un puesto de gambas que había aquí. El Ratón era una persona muy gadita y paraba en Los Pabellones".

A partir de ahí, Pepe reconoce la mística como lugar martinista, con especial incidencia en el cambio del grupo de José Pérez Toledo Pepe el Caja de la comparsa de Joaquín Quiñones a la de Antonio Martín con 'Entre rejas'. "Pepe puede ser el cliente más antiguo. Al terminar ese año -'Barriletes', con Quiñones-, hubo una ruptura en la comparsa. Él paraba en Los Pabellones, pero Quiñones no era mucho de parar en bares. Entonces, en 'Andaluces por el mundo' no acabaron muy bien, por lo que Antonio Martín contactó con el grupo de 'Barriletes' y se fueron con él. Esto se hizo aquí porque Antonio también venía. De ahí nació la cuestión martinista", dice.

Y es que, por esta relación, comenta que "a los comparsistas parecía que les daba respeto entrar en Los Pabellones, solo venían Manolo Santander, Petra y Carapalo con su chirigota". Algo que cambió con la ruptura entre Pepe el Caja y Martín tras 'Los trotamúsicos'. "Ya nosotros empezamos a ir a los distintos ensayos, porque a los ensayos generales de Los Pabellones vamos 40 o 50 personas, más los que lleven ellos", explica Pepe.

El Carnaval es el momento culmen de la vida de Los Pabellones, que comenzó con el Domingo de Piñata y pasó a ocupar gran parte de la semana. En una de esas, se creó El rincón del veneno, con la participación de Miguel Clares. "Eso fue el año de 'Las locuras de Martín Burton'. El bar en Carnaval se llena y se mete gente detrás del mostrador hasta la máquina de café, donde yo estoy. Estaba Antonio Martín, los hermanos Scapachini y Juan el Cafetera delante suya. Miguel estaba a su lado y detrás, en El rincón del veneno, Pepe el Caja, Catalino, Kike Mayones y el Gitano. Antonio es un tío que está aquí y se está quedando con todo. Estaba cantando la comparsa y dijo: 'Ahí están, estos son el rincón del veneno'. Nada más terminar la agrupación de cantar, se fue Miguel por detrás de la barra y se lo dijo a esta gente". Y al poco tiempo, apareció el cartel.

Por supuesto, también hay un lugar para la antología, con varias etapas en su trayectoria. Apareció en los años 80, según Pepe, "para participar en el concurso de la Peña Paco Alba, que se celebraba en el Andalucía y en el Falla". Por sus filas, tal como apunta, han pasado voces como McGregor, Caracol, Catalino, Majías, Gaviño, Miguel Ángel Cossío o Pepe el Caja.

Los Pabellones, como no, es Miguel Clares, "presidente elegido democráticamente", indica Pepe con una sonrisa, a pesar de las acusaciones de "corrupto" de sus compañeros de bar. Miguel le contesta a Gómez Díaz, que es como le llama: "Yo con él me iría al fin de mundo".

San Juan de Dios recobra su rutina, a pesar de estar una de sus esquinas un poco más desangelada . Pero será por poco tiempo porque Los Pabellones regresará.

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