Año jubilar mariano

Multitudinario recibimiento de la Virgen del Rocío en Almonte

  • El Ayuntamiento dice que más de un millón de peregrinos acompañaron a la Patrona en su traslado desde el santuario marismeño · La explosión de júbilo llegó al alba, en El Chaparral, a las 7 de la mañana.

La Virgen del Rocío se vio arropada por una multitud, que desbordó todas las previsiones, en su regreso a su pueblo. Más de un millón de peregrinos, según fuentes municipales, acompañaron a la Virgen de Pastora desde su ermita hasta la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, en el núcleo matriz, donde permanecerá nueve meses cumpliendo así el sueño de un pueblo que contaba las horas para la llegada de este día. 

Siete años de eterna espera que tocaron a su fin tras 20 horas con la imagen en la calle y sorteando las arenas y más concretamente las tres leguas (15 kilómetros) que separan la aldea de Almonte.  Tras un intensa y emotiva madrugada, la imagen abandonaba las arenas y era recibida por grupos como Manguara o solistas como Macarena de la Torre. No obstante, no sería hasta las siete de la mañana, cuando la Blanca Paloma alcanzó El Chaparral, cuando se vivieron algunas de las estampas más bellas de la jornada.

Previo a este momento miles de peregrinos se acomodaban en el albero para, utilizando sus mochilas como almohadas, engañar al cansancio y conciliar el sueño durante los breves minutos que restaban hasta romper la mañana. La extenuación y el desfallecimiento que presentaban algunos fieles era tal que ni tan siquiera la pólvora que emergía del cañón de las escopetas lograba romper la letanía en la que se encontraban inmersos unos cuerpos vencidos por la fatiga.

Prácticamente cuando las manecillas del reloj acariciaban las siete de la mañana, la Virgen encapotada coronaba el templete que a modo de altar apuntaba hacia una explanada en la que se podía divisar más de medio millón de peregrinos.

Las camaristas retiraban el capote entre vítores y palmas. Pero en un pueblo donde las tradiciones son sagradas no sería el reloj quien marcara el inicio de la procesión sino el alba, más concretamente los primeros rayos de luz del día. Media hora más tarde de su irrupción en el altar los almonteños se abalanzaban sobre su Reina para sacarla en volandas.

Frente a ellos las abuelas y jóvenes almonteñas que han trasladado los enseres y jarras de la Virgen, así como las ráfagas de reina que luce cuando procesionan en la Romería de Pentecostés. 

Una hora antes de la llegada del mediodía la imagen alcanzó el centro de la villa y más concretamente su plaza homónima; la misma que le ve aparecer cada siete años. Al llegar, primeramente se asomó a la Casa Consistorial, donde una lluvia de pétalos de rosa inundó los cielos entre el sonido nuevamente atronador de las insistentes  salvas de escopetas.

Posteriormente, los almonteños volverían tras sus pasos para que la imagen tomara acceso por la portada de entrada de la Catedral, que representaba el emblema de la arquitectura efímera que en estos días envuelve a la villa marismeña anunciando la llegada de su Reina.

En la explanada central, el cura párroco, José García, rezó una nueva salve frente a la mirada de decenas de miles de fieles apostados en una plaza en la que no cabía un alfiler.

Balcones a rebosar y calles aledañas al templo parroquial Nuestra Señora de la Asunción, colonizadas por fervientes rocieros que se afanaban por divisar un hueco entre tanta marea humana para ver el paso, terminaban de componer las últimas imágenes de la procesión. Tras una hora en la plaza y cercano el medio día, los almonteños decidieron que había llegado el momento de que su Pastora reinase en el altar mayor del templo religioso, que este año han remodelado con una inversión de 240.000 euros y en la que la Matriz hizo de mecenas aportando 60.000 euros.

Una vez en el interior, una nueva salve serviría de despedida a una imagen que aún le resta por recibir la visita de millones de fieles. La Hermandad Matriz corona así un año especial que quedará para la posteridad por la confluencia de la efeméride del bicentenario del Rocío Chico, amén de la concesión del Año Jubilar por parte del Papa Benedicto XVI, cuyo periodo de gracia no expirará hasta el ocho de septiembre de 2013.

Un ejemplo de fe y devoción para todo el mundo

Aquellos que denostan la devoción que se destila en la Romería de Pentecostés recurren a la percepción que ha trasladado cierta prensa del corazón de que se trata de una mera fiesta de cara a la farándula, aderezada y sazonada por el tipismo del cante y el baile. Insisten estos críticos en que el fervor a la Patrona almonteña se ve reducido a la anécdota y van más lejos sentenciando que sin la bebida y el baile la presencia de romeros se vería reducida a la mínima expresión.  Sin embargo, el traslado desmontó una por una estas vacuas críticas, mostrando al mundo la fe de Almonte en su estado más puro. No en vano, esta efeméride congregó más de un millón de peregrinos, cifras más altas que las registradas durante el último Lunes de Pentecostés. A pesar de que los peregrinos soportaron estoicamente los rigores de un caluroso verano en que el mercurio se disparó a cada paso del día mientras que trataban de engañar al sueño y al cansancio, los romeros no dejaron por un momento de estar cerca de la Virgen del Rocío. Fe en estado puro como aliento del peregrino, donde los únicos cantes fueron los ofrecidos por grupos que al paso de la Pastora le entonaban sus mejores plegarias a capela o con el acompañamiento de una humilde guitarra.  El obispo de Huelva, José Vilaplana, aseguró durante la misa votiva del Rocío Chico que hace doscientos años Almonte dio ejemplo de fe y devoción de forma que, frente  todas las adversidades, se encomendó a su virgen para protegerles de la venganza del ejército francés que tenía orden de aniquilar a todo el pueblo. No hace falta remontarse al siglo XIX. Almonte dio en el día de ayer una nueva lección de fe mariana. Si esta llama se mantiene latente, la Patrona puede convertirse en la imagen más visitada de España, por encima de la Virgen del Pilar, en Zaragoza. Un reto para el Año Jubilar recién estrenado.

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