Año Jubilar Mariano

Siete años de espera tocan a su fin

  • La Divina Pastora sale hoy de su santuario marismeño para trasladarse hasta Almonte. El Rocío Chico rememora el voto de agradecimiento a la Virgen por su protección ante el Ejército francés.

Siete años de espera. 2.284 días (incluidos los bisiestos de 2008 y 2012 desde su regreso en 2006 a la aldea) desojando un calendario que va marcando a cuentagotas el regreso de la Patrona a Almonte. Una eterna espera que tocará a su fin hoy domingo, cuando la tarde caiga sobre la ermita y la imagen salga en procesión rumbo noreste, donde miles de almas la esperan con los brazos abiertos en una villa especialmente engalanada para la ocasión.

Será tras la celebración del día grande de El Rocío Chico. Una efeméride en al que el municipio renovará el voto de agradecimiento por la intermediación divina de su Patrona, gracias a la cual los almonteños se salvaron de la venganza del Ejército francés que amenazaba con aniquilar a los ciudadanos y quemar el pueblo como respuesta y escarnio a la muerte de un capitán galo. Esta misa votiva, que precederá a la procesión del santísimo por la aldea, estará oficiada por el obispo de Huelva, José Vilaplana.

Tras ella, una calma tensa se apoderará de la marisma. El traslado no tiene horario fijo; en principio, la tradición marca que una vez el sol comience a cerrar sus ojos, si bien, al igual que el salto a las rejas, todo puede precipitarse en función de las ansias de su pueblo de traerla de regreso.

Huelga recordar que Almonte es fiel a sus raigambres como revela el hecho de que la propia naturaleza y no el reloj continúe siendo, grosso modo, quien oriente sobre el momento exacto en que la imagen salga de su templo, e incluso que sea el alba quien marque el instante en que la Pastora se le retire su pañuelo en el Chaparral para iniciar la procesión por el pueblo.

Esta venida de la Señora al municipio se pierde en la insondable memoria colectiva, cuyos traslados se justificaban por la petición de auxilio para la intermediación de epidemias, favores especiales e incluso para acabar con la sequía. Sin embargo, los primeros documentos que fechan estos traslados datan de 1607.

No sería hasta 1949 cuando la Real e Ilustrísima Hermandad Matriz de Almonte fija en siete años la periodicidad de los traslados. Precisamente y de cara a no perder la tradición de pedir un especial favor a la imagen, la Matriz quiere que María "ayude a todas aquellas familias azotadas por las dificultades económicas".

El presidente, Juan Ignacio Reales, encarna esa ilusión que embarga a todo un pueblo y que se escenifica en esa primera vez que "llevaré la responsabilidad" del cargo pero, a la misma vez, "tratando de disfrutar como un hermano más.

Aunque algunas voces auguran que el hecho de que la procesión por las calles del municipio caiga en lunes puede limitar la llegada de devotos, Reales estima que las cifras serán "parejas a la de hace siete años". Las propias fuerzas de seguridad cifraron en unas 700.000 las personas que participaron en el traslado acompañando a la imagen en alguno de los puntos de su recorrido, bien en la aldea, bien en la entrada del núcleo matriz.

El párroco de Almonte, José García, destaca que este halo que impregna el municipio logra sembrar en los ciudadanos "una alegría enorme", alentando y alimentando la llegada de una imagen que "esperan con gran devoción". No es extraño que el presbítero se muestre dubitativo a la hora de elegir un momento de un traslado preñado de belleza, único por cuanto representa la venida de la virgen al núcleo matriz.

Sin embargo, si existe un momento que García destaque por encima de cualquier otro es cuando la imagen llega al Chaparral y allí se le descubre el rostro al alba tras completar las tres leguas que marcan la distancia física entre Almonte y la aldea.

Entre tanto, desde el día tres de agosto, la Señora aguarda el traslado una vez que las camaristas la ataviaron con su traje de Pastora. Para esta efeméride luce de estreno el mando en seda roja, brocado con hilo de metal en oro que perpetúa el estilo de los siglos XVII y XIX. Tanto el manto como la saya han sido ejecutados por Juan Manuel Vega, quien ha donado altruistamente su trabajo en la confección de sendos enseres. El otro emblema será la saya donada por el Coro de la Hermandad del Rocío de la Macarena, que en su vigésimo quinto aniversario ha sufragado los costes de esta prenda en seda blanca con brocado en hilo de metal de oro viejo.

En cuanto a los complementos, del vestido destaca el sombrero en panamá natural, con su ala inferior forrada en seda de color beige enriquecida con distintos encajes de oros, hojillas y espejuelos a juego con la esclavina, la misma que lució hace siete años y que es una réplica de la del siglo XVIII.

El Pastorcito que mantiene en sus brazos también estrenará su traje en tisú de oro de color verde enriquecido con pieza bordadas en oro y hojillas, mientras que la chamarrita es de piel de conejo en color fumé y sombrerito a juego con el de su madre.

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