Diario de una gran hazaña | Epílogo
Así acabó una gesta que hizo cambiar el concepto del mundo
Diario de una gran hazaña | Capítulo 67 (31 de enero de 1522)
Dentro de poco tiempo ya no habrá vuelta atrás. Dentro de poco tiempo, la única nave que queda de la flota de las especias estará surcando ya las aguas del Océano Índico intentando regresar a España por una ruta que no ha seguido nadie anteriormente. Y, muy posiblemente, dentro de poco tiempo la Victoria será consciente de que su tripulación no volverá a pisar tierra por espacio de muchos meses... si es que la nave logra zafarse de todos los peligros que se le avecinan, a cual más temible. Por eso, por el negro panorama que se les presenta en un futuro no muy lejano, los hombres que comanda Juan Sebastián de Elcano disfrutan de sus últimos días en tierra firme en la zona oriental de Timor, la última isla habitada que hay al sur de Indonesia y que está considerada la puerta de entrada al temido Océano Índico.
La nao Victoria llegó a Timor hace ahora seis días, en concreto el pasado 25 de enero del presente año de 1522. Menos de dos días tardaron en llegar procedentes de la cercana isla de Mallúa, donde tuvieron que fondear durante dos semanas para reparar los daños que un fortísimo temporal había ocasionado en ambos costados de la embarcación durante su travesía por el Mar de Banda. Muy lejos queda ya el pasado 21 de diciembre, cuando la Victoria zarpó de TidoreVictoria, la capital oficiosa del archipiélago de las Molucas, dejando allí a otro medio centenar de españoles acometiendo una reparación compleja y duradera en la nao TrinidadTrinidad.
Pese a los recelos iniciales, la convivencia con los nativos de Mallúa se desarrolló sin sobresaltos y las reparaciones acometidas en la nave han terminado siendo muy satisfactorias, ya que la cera de gran calidad existente en este paraje ha permitido que la madera quede bien calafateada.
También se ha desarrollado sin sobresaltos el corto viaje desde Mallúa a Timor, siempre con rumbo sur buscando el Índico. No obstante, la preocupación por los innumerables arrecifes que hay en esta zona del planeta es permanente.
A bordo de la Victoria van casi 30 toneladas de especias (sobre todo clavo, canela y pimienta), 47 hombres de la tripulación y una docena de nativos procedentes de Tidore que están ayudando a la navegación.
Pese a los achaques de más de dos años de navegación casi continua, la Victoria presume orgullosa de las nuevas velas que fueron confeccionadas durante su estancia en las Molucas. En ellas lucen varias cruces de Santiago con el lema: "Esta es la figura de Nuestra Buenaventura".
Timor es una isla de la que sobresalen unas montañas que están casi siempre cubiertas de nubes. De ahí que la lluvia en este enclave sea algo habitual. La especia predominante es la canela y el rey de Timor responde al nombre de Amabán, un anciano que desde el primer momento ha demostrado sus grandes cualidades para comercializar con los extranjeros.
En cualquier caso, el comandante de la Victoria no tiene pensado permanecer mucho tiempo aquí. La idea de Elcano es zarpar dentro de la primera semana de febrero, si todo va bien. Antes aprovechará para adquirir algo más de canela y, sobre todo, para ampliar el aprovisionamiento de la nave. Es cierto que las bodegas están bien repletas desde que partieron de Tidore, pero el riesgo de que no puedan pisar tierra firme durante varios meses le lleva a pensar que cuantos más víveres logren llevar en la nave, pues mucho mejor. El recuerdo de la travesía del Pacífico, con el hambre, la sed, el escorbuto y las muertes, no se le ha olvidado a nadie de la tripulación.
Afortunadamente Timor dispone de buenas remesas de búfalos, cerdos y cabras, unos animales cuya carne puede durar varias semanas antes de pudrirse si previamente ha quedado salada o bien guisada y condimentada. Y las negociaciones con los nativos están siendo sencillas ya que lo que ofrecen los españoles (espejos, hachas, cuchillos, telas, etc.) fascinan a los habitantes de Timor.
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