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Yinka Esi Graves | Bailaora flamenca

“Uno de los poderes del flamenco es la posibilidad de sentir”

Yinka Esi Graves en una imagen promocional de la obra ‘The Disappearing Act’, que hoy presenta en el FIT.

Yinka Esi Graves en una imagen promocional de la obra ‘The Disappearing Act’, que hoy presenta en el FIT. / Luis Castilla

La 38 edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz comienza hoy sábado, 21 de octubre, de manera oficial, tras la suspensión de ayer de una obra en la Catedral, con la pieza ‘The Disappearing Act’, un acercamiento a la figura de la mujer afrodescendiente desde el baile flamenco de Yink Esi Graves, una artista londinense de padre jamaicano y madre ghanesa que reside en Sevilla y que por primera vez actuará en Cádiz. Será a las 19.00 horas en el Teatro de la Tía Norica, donde mañana a las 17.30 ofrecerá una conferencia sobre su obra.

–¿Cómo es la propuesta que trae el FIT? Una ‘perfomance’ hoy y una conferencia mañana.

–Lo que me interesa en este trabajo, lo que ha sido el punto de partida, ha sido observar las formas en que, pensando sobre todo en la mujer afrodescendiente, históricamente la gente de la diáspora africana ha pasado por diferentes situaciones, a veces violentas, a veces menos violentas, a veces peligrosas o limitantes en su intento de vivir vidas de una forma más completa. Entramos justo en lo que es un acto de desaparecer, que es como un juego de comprobar hasta qué punto quieren que te vean, ante ciertas miradas. Tú mismo entras en una especie de juego de disfraces. Uso una terminología que viene de la biología, que es cripsis, que es el poder de un animal de esconderse, de camuflarse para defenderse ante un depredador. Esta es la idea que, en el fondo, se propone como un experimento, un intento de ver si con entrar en un juego de camuflajes una puede protegerse y buscar otras vías para encontrar su autonomía.

–¿Sólo camuflarse; no es necesario también visibilizarse?

–Bueno, digamos que lo que me interesa, donde está la perspectiva, es entrar en el mundo interno de la experiencia vivida bajo cierta historia. ¿Qué quiero decir con esto? Por supuesto, parto de un entendimiento del colonialismo, de la trata de personas esclavizadas y hasta qué punto eso sigue influyendo en la forma en la que son vistas las personas afrodescendientes. Mi interés no está tanto en mostrarnos, sino en ver cómo podemos ser nosotros mismos, cómo podemos existir para nosotros. Mi punto de partida es cuidar este espacio que siempre se olvida en este tema de la inmigración: recordar nuestra humanidad y el hecho de haber vivido situaciones límites y trágicas.

–Parece claro que es una obra muy personal, la primera además que hace en solitario.

–Eso es. Es personal también y eso se ve en las dos partes que llevamos al FIT, la ‘perfomance’ del sábado y la conversación desde un cuerpo disidente el domingo, donde se habla de todas esas preguntas que están en el trasfondo de la pieza y compartimos algunas de las películas que se hicieron durante el proceso de investigación: ir a espacios históricos, tanto en Ghana que es mi tierra materna, como en España donde vivo ahora. Es una línea entre lo personal pero también haciendo un puente con la historia más grande, la global de los afrodescendientes, no sólo se trata de lo mío. Espero que sea una forma de hablar de más cuerpos. De hecho, encarno a un personaje muy preciso: Miss Lala, una acróbata del siglo XIX que está representada en la obra de Degas ‘Miss Lala en el Circo Fernando’. Yo uso esa pintura y la imagen de Miss Lala para abordar esa cuestión de cómo nos escondemos, cómo nos movemos para existir.

Yinka Esi Graves durante su actuación en el Festival de Cine Africano de Tarifa en 2018. Yinka Esi Graves durante su actuación en el Festival de Cine Africano de Tarifa en 2018.

Yinka Esi Graves durante su actuación en el Festival de Cine Africano de Tarifa en 2018. / D. C.

–Y todo esto a través del flamenco. ¿Cómo espera que reciba lo que cuenta, que es muy profundo, el espectador? Más allá de la forma elegida, el flamenco.

–En el fondo lo interesante es que diferentes personas ven diferentes cosas. Por eso he pedido siempre que la obra se haga antes de la conferencia, porque me gustaría que la gente recibiera cosas de las que después pudiera hablar. Es muy abstracto en este sentido, aunque yo haya partido de un punto muy preciso. Con el mismo flamenco me fue necesario ir a esos espacios históricos para aquello que pudiera hablar de esta temática. Trabajo con tanguillos, con trillas, hay una caña, pero de una forma que quizás no se ha visto. Y por debajo hay esa cuestión de la presencia afrodescendiente dentro del flamenco, me interesa abordarlo llegando al baile de una forma que no se puede decir si es contemporánea... Lo que más me interesa es que la gente lo sienta, porque creo que uno de los poderes del flamenco, más allá de las formas como dice, es la posibilidad de sentir.

–De emocionar.

–Exactamente. Y también las preguntas. Yo siempre parto de cuestiones para abrir más cuestiones. No estoy llegando nunca a ninguna conclusión, más bien explorando; por eso es un experimento. Me interesa el proceso y que el espectador nos acompañe.

–¿Cómo llega al flamenco una londinense de padre jamaicano y madre ghanesa?

–Es una pregunta que me he hecho también, porque a primera vista parece que el flamenco no tiene nada que ver conmigo. Pero, y eso también lo digo en la conferencia, viví de niña en Nicaragua y en Guadalupe. Lo que quizás no sabía cuando empecé con el flamenco es que el sur de España es un sitio donde personas afrodescendientes del oeste de África y de América han estado conversando desde hace 500 años. Y no hay que mirar más lejos de Cádiz: la letra de la bulería de Cádiz que habla de “mi madre era negra criolla...”. No hace falta ir muy atrás ni muy lejos para ver esta historia. Yo tomé mis primeras clases en Inglaterra y el cuerpo, en el que confío, me llamó a venir a España, empecé en Barcelona y luego en Madrid y Sevilla; y fue entonces cuando se abrió toda esta historia. Siento que de alguna forma el cuerpo lo sabía, mi interés por el flamenco realmente empezó desde hacerlo, desde tomar clases, no desde verlo. Ahora entiendo que al tomar aquellas primeras clases me parecía algo no tan ajeno, como algo con lo que compartía espacio.

–En la promoción de la obra que hace el FIT se lee que su baile flamenco es “personal, contemporáneo y mestizo”. ¿Es así?

–Vale, no lo sabía (ríe). Bueno, no sé si usaría la palabra mestizo, pero es verdad que se abre la posibilidad cuando uno habla de las muchas raíces que puede tener el flamenco, que no nace en un territorio concreto. La presencia afrodescendiente tuvo un papel muy importante en lo que es la música del preflamenco, digamos. ¿Mestizo? No usaría esta palabra. Pero sí defendería la ‘pluriraíz’, no sé si existe eso, que para mí es el flamenco. Yo soy mitad caribeña, mitad africana y nacida en Inglaterra; no conozco nada que sea sólo de una fuente. Esta es mi forma de reinterpretar lo de mestizo.

–¿Siente Yinka, cuando está en el escenario, que tiene que convencer por su origen de una manera distinta a la que lo haría, por ejemplo, una bailaora española? ¿Siente que tiene que demostrar algo más que el resto?

–Bueno, quizás antes sí. Porque mi entendimiento era que tenía que pensar que podía hacer lo mismo que la gente que había nacido aquí. Pero todo este proceso de los últimos años ha supuesto aceptar que no nací en España, aceptar que de alguna forma yo he venido a este arte, no se sabe bien por qué, dedicando muchas horas a ello. No soy una bailaora virtuosa, en absoluto. Mi interés es quizás otro, y especialmente en esta pieza. No estoy intentando demostrar nada, sino hablar con estas personas que para mí han sido invisibilizadas dentro de la misma historia española. Y en este sentido, la gente que venga buscando que le demuestre algo se sentirá defraudada. Este trabajo no busca un remate, sino hacer ver que el pasado sigue en el presente. Es como algo muy largo que se estira y que sigue estando ahí. Si me vienen a ver en otro contexto, bailando por soleares, ahí la intención es ya diferente.

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