De pequeña, si me enrabietaba cuando me negaban cualquier chuchería, mi abuelo acababa diciendo, “un pan con aceite es lo que le vamos a dar a esta niña, con tantas tonterías”. Un pan con aceite, como símbolo de humildad, de sencillez, de único y repetitivo desayuno o merienda de las familias trabajadoras. Pan con aceite, tan simple y tan rico. Pan con aceite, tan nuestro y tan nutritivo. Por eso, el bueno de mi abuelo ladea hoy su cabeza cana de un lado a otro cuando mete en su carro un litro del producto cuyo apodo cobra más sentido que nunca, oro líquido. “Dónde vamos a llegar...”, musita haciendo la cuenta imposible entre su pensión y su pan con aceite de toda la vida. Un desayuno humilde se ha tornado privilegiado. Para animarlo le digo, al menos no estamos en Austria donde el canciller quiere mandar a los niños pobres a comer al McDonald´s porque es barato. “Chata, ¿y tú dónde te crees que vamos a acabar nosotros...?”
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios