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Barrio de la Viña

Los vecinos piden el cierre de la escalera de Capuchinos

Un imagen de la parte superior de la escalerilla de Capuchinos. Un imagen de la parte superior de la escalerilla de Capuchinos.

Un imagen de la parte superior de la escalerilla de Capuchinos. / Julio González

Las visitas rutinarias se alternan con los operativos especiales. A veces la Policía Nacional, casi siempre la Policía Local, ronda la zona. En unas ocasiones por quejas de los vecinos, en otras, por simple y pura ruta de rastreo pero, el caso, es que el conflicto no termina de solucionarse. Rachas malas y rachas menos malas, con periodos de calma chicha, asolan durante décadas los huecos que dan acceso a la escalerilla de Capuchinos, refugio para personas sin hogar “de todo tipo”, “que ni todo el mundo es malo, ni todo el mundo es igual, ni siempre son los mismos”. La aclaración, de antemano, de parapeto, es de Catalina Cárdenas, presidenta de la asociación de vecinos Gades La Viña, “en desacuerdo” con muchas de las imágenes y declaraciones que se han tenido, incluso, repercusión nacional. Sin embargo, no deja de reconocer que la situación se ha vuelto a recrudecer en los últimos tiempos –“falta de higiene, hacen sus necesidades y no las recogen, muchísimas peleas entre ellos con agresiones, movimientos muy extraños de idas y venidas de personas...– y las quejas de muchos vecinos de la calle Doctores Meléndez y de la plazoleta de Capuchinos van in crescendo. Por ello, esta semana tomaron una determinación, “solicitar al Ayuntamiento de Cádiz el cierre de los accesos de los huecos de la escalera”.

Una decisión alcanzada tras una reunión el pasado jueves con los presidentes de las comunidades de vecinos de este área y que de alguna manera también cuenta con el beneplácito del propio alcalde de Cádiz, Bruno García, tras su visita al rincón del barrio viñero durante el pasado fin de semana. “A mí el señor alcalde me dijo, que si estaban de acuerdo todos los vecinos, lo iba a cerrar, por eso convoqué la reunión, y ahora damos una semana de plazo para que los bloques arreglen sus actas y mandaré la petición con toda la documentación al Ayuntamiento por registro”, asegura la representante vecinal sobre una idea que tampoco es nueva pues ya en 2010 Teófila Martínez, entonces alcaldesa de la ciudad, anunció el cierre de esos huecos dentro de los trabajos del Plan Urbana, con financiación europea, para convertirlos en un nuevo espacio para la asociación vecinal y construir un nuevo equipamiento municipal. “Sí, pero al final hubo problemas y eso no salió”, resume Cárdenas que ansía esta solución.

“Aquí es que no se puede vivir con esta falta de higiene. Además, hay que tener en cuenta que estamos en una plazoleta donde juegan niños, tenemos un colegio al lado y también una guardería. Y de verdad que no son uno ni dos, sino que se han llegado a juntar diez y quince personas y, últimamente, complicados... Porque nosotros no es que estemos en contra de estas personas, qué más desgracia que no tener dónde vivir, pero con lo que no estamos de acuerdo es con la falta de higiene y con las peleas casi diarias, que hasta fuegos se han producido aquí con los cartones en las dos décadas que llevo yo. Dos los apagaron los bomberos y otros dos, nosotros, los vecinos”, asevera la presidenta que también recuerda “a la gente buena”, como ella dice.

“Mira, teníamos aquí durmiendo a un grupo de dos o tres parejitas que hasta nos pedían agua para limpiar. Dormían en sus colchones, recogían sus cosas por las mañanas, limpiaban... Hasta lejía compraban cuando podían. Hombre, pues así sí, eso es convivencia. Nosotros le acercábamos alimentos y, en fin, que había un entendimiento”, resuelve.

Por contra, en estos últimos tiempos, Catalina está viendo “a gente más peligrosa” y que “no son las mismas” que solían habitan este techado. “Una señora con una muleta que salió en las imágenes de televisión y todo, ¿no? A esa señora nunca la había visto yo por aquí antes. No son los mismos. Gente extranjera y gente de España, pero como que ahora son más y como que vemos más peleas, muchas peleas y mucha suciedad estamos viendo”, valora la presidenta que le ve “difícil solución” si no pasa por el cierre de estos refugios “y también porque haya más atención” para estas personas. Más recursos.

“Yo no sé si la solución también viene por que tengan más acceso al albergue municipal, o poner más albergues donde se puedan recoger las personas que quieren, o que les pongan servicios portátiles, porque yo también pienso que, claro, sus necesidades las tienen que hacer... Pero, como digo, que quien ha querido se ha buscado las maneras para recoger sus cosas y las basuras que echan, que al final depende de las personas también...”, se va argumentando y contraargumentando Catalina que sí ve clave “la vigilancia de la Policía” porque “en cuantito vienen de más seguido, la cosa se tranquiliza y la gente más problemática se quita de en medio”.

La solución, la definitiva solución, más allá de que esta vez llegue, o no, a buen puerto el cierre de los huecos de la escalerilla de Capuchinos, conlleva muchas aristas. Porque el techado se puede clausurar pero las personas no desaparecen. Estén en un lugar o estén en otro, habrá que darles también su propia solución. “A mí me da muchísima pena de estas personas, y nosotros queremos también una solución para ellas. Pero, que se nos entienda también a los vecinos, lo de convivir con la suciedad en entornos donde también están nuestros niños, pues tampoco hay derecho, ¿no?”, deja en el aire la reflexión.

Casi todos los recursos concentrados en una misma zona

Aunque siempre se haga más notable en épocas de crisis económica, el clasismo existe y su huella es fácilmente rastreable en la configuración de las ciudades, en dónde se colocan ciertos recursos, en dónde van a parar otros. En el caso de Cádiz, los recursos destinados a las personas sin hogar se concentran, prácticamente, en una misma zona con códigos postales que corresponden a dos barrios deprimidos.

El albergue municipal, la sede de Madre Coraje, el más reciente centro de alta tolerancia Fermín Salvochea, el comedor de María Arteaga y la sede de desayunos de Calor en la Noche se reparten entre los barrios de la Viña y San Juan y rodean, las casualidades no existen, a la escalerilla de Capuchinos. “Digo yo que si se repartieran centros de atención por más zonas de la ciudad, pues estas personas con necesidad estarían más repartidas, no que todo va para el mismo lado”, apunta la presidenta de la A. VV. Gades La Viña, Catalina Cárdenas, que también sufre “con los numeritos que se forman a las puertas del albergue de Macías Rete, hasta martillazos en la cabeza ha habido ahí”, rememora.

La otra cara de la moneda: apartamentos turísticos y terrazas

Un edificio dedicado a apartamentos turísticos en la ciudad. Un edificio dedicado a apartamentos turísticos en la ciudad.

Un edificio dedicado a apartamentos turísticos en la ciudad. / Julio González

Aunque es la conflictividad que genera la necesidad extrema –la problemática entre vecinos y personas sin hogar en la escalerilla de Capuchinos–, la que últimamente ha puesto el foco sobre el barrio de la Viña, conviene no perder perspectiva, abrir el objetivo y contemplar la foto completa de un barrio estrangulado entre los males de la pobreza y los males de la riqueza. Que también los genera, sí.

Así, si preguntamos a la presidenta de la asociación de vecinos Gades La Viña, Catalina Cárdenas, por cuál es el problema más grande, la dificultad más acuciante, que se está cargando la vida en el barrio, su respuesta, ni por asomo, pasa por el conflicto con las personas que viven en la calle, ni siquiera por un posible repunte de la droga, como se está viendo en otras zonas humildes de la ciudad. Qué va. El gran problema de la Viña hoy es “la falta de vivienda”.

“Sí, es algo que hablamos en la asociación, pero ni siquiera desde ahora, en mi etapa de presidenta, ya nuestro querido José Lado, cuando llevaba esto, nos decía que nos íbamos a quedar sin vecinos. Y no le faltó razón”, cuenta Catalina que, además de apuntar “la falta de trabajo” para los jóvenes en Cádiz, señala “la subida de precios” de las casas en el barrio y (o en consecuencia) que éstas ya sólo las adquieren “o gente de fuera pero para segunda vivienda que luego alquilan para vacaciones o las tienen cerradas, o se compran fincas para hacer todos esos apartamentos turísticos que hay ahora en la Viña, con lo chica que es”. Es decir, gentrificación y turistificación juntas, el cocktel molotov que arrasa con la esencia y la identidad de las ciudades.

Digo, en La Viña, con lo chica que es, y “19 apartamentos turísticos” ha contado Catalina Cárdenas en su barrio que tampoco, digamos, se quita el hambre con los puestos de trabajo que generan (con sus dignas excepciones, que siempre las hay).

Por otro lado, pero al calor del boom turístico que vive este especial rincón de la geografía gaditana, la asociación viñera tampoco es ajena a las quejas de los vecinos por la explosión de las terrazas de los negocios hosteleros.

Este mismo verano, de hecho, se han producido no pocas quejas tanto por infracciones en horarios y molestas generadas por ruidos, como, y ese es sobre todo el problema que señala la representante vecinal, “la poca accesibilidad del vecino que pasea por algunas zonas”.

“Nos llegan quejas en el sentido de que por algunas aceras de los aledaños de la calle de la Palma pues no cabe ni una sillita de niño chico, ni sillas de personas mayores, porque plantan sillas y terrazas o porque la aglomeración de gente en la puerta de los negocios impiden el paso”, certifica Cárdenas que apuesta “por la existencia de estas terrazas porque es importante que tengamos una buena hostelería” pero donde se respete “el paso y la convivencia con las personas que vivimos y hacen vida en el barrio”, desea.

Personas, como lamenta la vecina, “cada vez más mayores”. “Este barrio está muy envejecido porque antes los hijos tenían las casas o de los padres o se podían venir cerca, ahora es imposible. Hay muchos hijos que no pueden porque es que ya no hay casas”, subraya.

Con todo, desde la asociación de vecinos Gades La Viña se intenta hacer “comunidad” y que la vida en el barrio no se pierda. “Organizamos por la mañana el yoga, tenemos también muchos talleres de tarde y, bueno, tenemos las puertas abiertas para todo el que quiera venir a colaborar”, invita.

Puertas que una vez al mes – “bueno, ni llega al mes, cada 20 días más o menos”– se abren para cubrir las necesidades básicas de los viñeros. El reparto de alimentos, que hasta ahora han hecho con Cruz Roja pero que pronto emprenderán con el Banco de Alimentos. “Y tenemos a mucha gente, a mucha... También gente impedida que tenemos que ir nosotros a llevárselos...”. Hay personas sin hogar en la Viña, y necesidad. Pero no hay viviendas.

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