Las migraciones son intrínsecas al género humano desde que el mundo es mundo. En la Declaración de los Derechos Humanos se recoge que todas las personas deben tener la posibilidad de moverse libremente. La negativa de los llamados países del primer mundo a conceder visados empuja a gente muy preparada a jugarse la vida en la clandestinidad. ¿Qué hubiera sido de EEUU sin los irlandeses o los italianos que enriquecieron su cultura? Ahora vemos a los migrantes como invasores, los tratamos como maleantes, estigmatizándolos por su color, raza o religión. La globalización que ha traído internet hace que chavales de Nigeria, Camerún o Marruecos vean a través de Facebook o Youtube los mismos vídeos que los europeos. Y mientras esto ocurre no sólo se les empuja al mar o se les confina, sino que políticos italianos piden que se les dé una patada en el culo porque en Nigeria no hay guerra. Qué triste.

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