Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
El proceso creativo de cada comparsa lo deja extenuado. El nivel de exigencia, propio y ajeno, amenaza cada año con convertirlo en un hombre hueco, vacío. Son muchas noches en vela, mucha tensión ante una nueva obra que no puede defraudar a nadie, muchos dolores de cabeza. Lleva sobre sus hombros la losa de la historia, de la leyenda. Lo que ocurre es que el Niño de Santa María también cumple años, como todos, y, más allá de pasodobles concurseros, quienes le conocemos sabemos que la muerte de Juan Carlos Aragón le hace sentirse huérfano por partida triple.
Antonio Martínez Ares se deja el alma con cada nueva criatura que pare por febrero. Por eso, cuando acaba el Concurso, se adentra en una catarsis que le cambia el semblante y le libera. Claro que, con cada gestación, su cuerpo sufre más y más, somatiza el aterrador atasco del creador infalible, del que se espera lo máximo, el coplero capaz de desgarrar conciencias, el más valiente, el más descarnado.
Pero ser una oveja negra tiene un peaje. Apretar los dientes hasta que sangren las encías, también. Duele el alma y duele el cuerpo de un hombre maduro. Y cuando este pide parar, hay que escucharlo con atención. El cuerpo de Martínez Ares se ha desafinado. Nada que no tenga remedio, pero hay que tirar de diapasón y resetearlo. Durante los últimos meses ha luchado para afilar la guitarra, pero no ha podido ser. Él también es humano.
La pregunta es cómo se vivirá un Concurso en la modalidad de comparsa sin Antonio, sin Aragón, sin Martín, Tovar, Bienvenido, Quiñones... La respuesta se conocerá en febrero. Quizá es el momento de que esos autores que están amagando con agrupaciones redondas golpeen de una vez. Es una oportunidad. Aún recuerdo a un jovencísimo Martínez Ares reivindicando su porción del pastel en una tensísima asamblea de autores en 1988, cuando los dominadores del certamen (Antonio Martín, Joaquín Quiñones, Aurelio Real, Luis Ripoll, Pedro Romero y Enrique Villegas) decidieron descansar. Ahora es él quien, después de volver empujado por una levantera de 13 años, necesita parar. Para quienes siempre tienen una palabra fea contra el Carnaval de Cádiz el anuncio de la ausencia de Ares es una bobada, bah, dirán, como si no hubiera noticias más importantes en el mundo. Hombre, si miramos los periódicos y vemos lo que ocurre en Gaza, Líbano, Ucrania... o en los mismísimos EEUU, donde Elon Musk parece dispuesto a comprar votos para Trump en el país que presume de ser la mayor democracia del planeta, sin duda que es insignificante. Pero para los que esperan cada año emocionarse con su comparsa en la fiesta de su ciudad es una muy mala noticia.
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