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La lacra del narcobienestar

¿Es la pobreza estadística la que permitió implantarse al narcotráfico o esos datos muestran su enorme arraigo?

Una narcolancha.

Una narcolancha.

LA imagen de una potente narcolancha abordando de manera intencionada y alevosa una zodiac de la Guardia Civil en el puerto de Barbate mientras unos desalmados jaleaban a los delicuentes estremeció a España entera hace una semana. No sólo por el atroz resultado de asesinar a dos guardias civiles y mutilar a otro, sino porque mostraba la vileza que se ha instalado entre los narcos que operan en la costa gaditana y, aún peor, el respaldo social que se les da en los municipios donde este negocio ilícito está más implantado. Es la lacra del narcobienestar.

El contrabando y el narcotráfico se han normalizado para una parte de la población que se ha acostumbrado a los beneficios de la narcoeconomía: altos ingresos opacos por prestar apoyo y cobertura al tránsito ilegal de tabaco, resina de hachís e incluso cocaína, mientras declaran una renta nula o mínima y acceden a las prestaciones que el Estado proporciona a quienes tienen menos.

Según el Atlas de Distribución de Renta de los Hogares, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, los puntos calientes del narcotráfico coinciden con los municipios gaditanos donde vive mucha gente con ingresos declarados que los sitúan en el umbral de la pobreza. Con datos de 2021, en octubre pasado esta estadística señalaba que en La Línea de la Concepción el 25,37% de la población tiene una renta familiar inferior a los 7.500 euros anuales. Uno de cada cuatro. Y no hay barricadas. En Sanlúcar de Barrameda, en la misma situación vive el 21,51% de los censados. Insostenible... si no fuera porque la realidad desgraciadamente es otra: mucha de esa población vive en la economía sumergida, en el narcobienestar.

¿Fue antes el huevo o la gallina?, me pregunto. ¿Esta pobreza estadística permitió la implantación del narcotráfico o, justamente al contrario, esos datos existen por su arraigo, porque las narcolanchas cruzan el Estrecho o remontan el Guadalquivir a gran velocidad?

Acabar con una economía sumergida en la que un chaval puede ganar 600 euros al día haciendo de punto –vigilante que avisa de los movimientos de las Fuerzas de Seguridad del Estado– es una tarea titánica. Y más cuando los jóvenes narcos actuales subliman la impunidad y veneran la violencia. Pero sólo podremos pensar en revertir esta lacra con una apuesta decidida que combine fuertes inversiones que generen prosperidad económica y permitan vivir de forma legal y de manera digna con un mayor reproche penal que desincentive el narcobienestar porque no merece la pena.

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