A estas alturas, hablar de Arturo Baldasano suena a excusa barata. Que a Calderón le ha venido grande el marrón de tener que enmendar el desbarajuste creado por Mariano García Remón, una obviedad. Que aún no está todo perdido y que todavía se puede aspirar al ascenso, un disparate (matemáticamente no, pero sí futbolísticamente).

Lo único que afición, directiva y prensa podemos pedir al cuerpo técnico y a los jugadores es que ganen el derbi del próximo sábado, y no porque sea contra el Xerez, si no porque es el siguiente partido que toca y el Cádiz está entrando en una dinámica más que peligrosa desde hace algunas jornadas...

Que el pellejazo de una camillera sea el revulsivo para que equipo y afición se vengan arriba en el partido ante el Elche dice muy a las claras cómo está un equipo que ya ve inalcanzable el ascenso y que parece que tampoco se cree que vaya a pasar apuros para mantener la categoría.

A once puntos de la delgada línea roja de cincuenta que se marcó hace algunas jornadas, más de uno, más de dos y más de tres jugadores amarillos parecen tener su mente puesta ya en dónde van a ir de vacaciones, olvidándose de un año en el que "no han salido las cosas como todos queríamos", y olvidando también que quedan treinta y tres puntos en juego, cinco jornadas en casa y la afición no está dispuesta a aguantar espectáculos bochornosos de los que sólo se salva un veterano argentino que juega ante Elche y Las Palmas como si siguiera jugando ante el Ajax o el Milán en la Liga de Campeones, que levanta a la grada cuando se provoca un corner o se crea una ocasión de peligro, y que se abraza a Raúl López y vibra con la grada como si el gol de Dani supusiese un título, un ascenso o una permanencia.

Por lo visto, es de los pocos que aún sigue jugando para ganar. No porque le paguen, sino porque él vive para eso, porque es jugador de fútbol, porque tiene un par de...

Gustavina para el personal, por favor.