NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Hemos vivido el siglo del coche, desde que Henry Ford puso en marcha un sistema de fabricación que colocó el vehículo al alcance de todos. Han sido 100 años de factorías donde multitudes de trabajadores ganaban el sustento fabricando todo tipo de coches para cualquier bolsillo. Los compañeros del metal fueron la cuna del sindicalismo, como se demuestra ahora en los EEUU con la huelga en las principales empresas de automoción. Se montó una economía sobre el coche: carreteras, puentes, combustible, calles, aparcamientos. Democratizar el uso del coche, esa sensación de libertad que le proporciona a muchos la posibilidad de introducirse en un habitáculo para ser transportado, ha supuesto una cadena de gasto público, una alteración del urbanismo de las ciudades y una contaminación de CO2 que pone en peligro el futuro del planeta. En Cádiz la primera salvajada fue tirar los glacis y abrir los arcos a las Puertas de Tierra tan solo para que pudieran pasar los coches. Se construyó un puente para lo que la ciudad tuvo que entramparse, se construyó otro de manera reciente, de forma que cada día entran en Cádiz 30.000 ó 40.000 vehículos, cuyos conductores deben buscar un sitio donde dejarlos. Con tal fin se construyeron los aparcamientos del Campo del Sur, San Antonio, Cortadura y la Glorieta, con la creación de EMASA, en tiempos de Carlos Díaz. Luego se siguieron aparcamientos en el Estadio, frente a la Residencia, en Santa Bárbara, en el Tenis, junto al Bar Stop, en La Laguna. Cádiz parece un queso gruyere, llena de boquetes. Está pendiente uno en los jardines del Obispado. Se intentó junto a la Estación, se habló de la plaza de la Catedral, Tres Carabelas e incluso bajo el Mercado. Más y más coches, la ciudad de Cádiz parece para los vehículos privados y no para los ciudadanos. De manera paralela algunos gobiernos municipales fueron peatonalizando zonas del Casco como Ancha, Columela, Catedral, San Juan de Dios, Argüelles, plaza de España, se restringió el coche por el Casco Antiguo. Se semipeatonalizó el Paseo Marítimo. Cada vez que había una peatonalización llovían las críticas, los comerciantes lo veían como el fin del mundo. Al final todo eran beneficios. Ahora el Ayuntamiento del PP ha adoptado una medida eminentemente de derechas: anular la peatonalización de la Avenida de Portugal, esa calle infernal con aceras minúsculas, aparcamientos abusivos y constante paso de vehículos. De aquí a nada nos contarán que se anula la peatonalización de 10 metros de calle en Marianista Cubillo, como se hizo con Veedor y el tramo frente a la Facultad de Medicina, luego rectificado. La historia nos lleva en la restricción del coche. El que viva lo verá.
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